Federico Assler: El hombre del hormigón




Un hombre saliendo de un cuadro. Hace tiempo que a Federico Assler (1929) las telas le habían quedado estrechas. El pintor quería volúmenes, grandes formatos, gente que entrara y saliera de sus obras. En 1969, Assler dio el giro de su vida: luego de 15 años en la pintura, con exposiciones en Brasil, EEUU y Francia, inauguró su primera muestra escultórica en el Museo de Bellas Artes. "Para muchos fue algo nuevo. Nadie había hecho esculturas de esa manera en Chile. Gente dijo que mis obras podrían haber estado en París o en el MoMa de Nueva York", recuerda Assler sobre sus primeras piezas talladas en madera blanca.

A 40 años de esa muestra, el último galardonado Premio Nacional de Arte inauguró ayer una retrospectiva en el Bellas Artes, que muestra la misma serie en madera y un registro fílmico de la inauguración, con Nemesio Antúnez y Roser Bru. El resto son obras con el sello Assler: esculturas totémicas, hechas en hormigón, sin pedestal, que evocan temas como la naturaleza y las relaciones humanas.

En su taller Roca Negra, en el Cajón del Maipo, el escultor se entusiasma al recordar cómo descubrió el hormigón. En 1970, un amigo le regaló un bloque de aislapol, especie de plumavit que sirve para hacer los moldes de las esculturas. "Hice un orificio con un cuchillo y metí arena y cemento. Al otro día, lo rompí y apareció la obra. Fue extraordinario, mágico. Así, comencé a trabajar al réves, o sea, no la obra, sino el espacio donde iría inserta", dice Assler.

El artista encontró una forma nueva de crear esculturas y solucionó el problema de instalar sus obras en espacios públicos. "El hormigón resiste todo: la lluvia y el ajetreo de la ciudad. Antes, en los museos se ponía a la escultura en los rincones para que no molestara. La escultura tiene que ser agresiva, generar impacto, entrar en contacto con la gente", señala este hombre que creó un arte elaborado con el mismo material de la ciudad.

Entre sus intervenciones públicas está una obra de 2008 en la Clínica Santa María y un conjunto escultórico hecho en 1972 para el edificio Unctad (ex Diego Portales), que será reinaugurado en 2010 en el Centro Cultural Gabriela Mistral.

Cuando se le pregunta por el Parque de las Esculturas, uno de sus proyectos clave, Assler es crítico. "Se ha convertido en una especie de depósito donde cualquiera coloca una escultura. Ya no tiene mucho que ver con mi idea original, donde las obras eran de figuras como Colvin, Valdivieso e Irarrázabal", plantea.

A sus 80 años, el escultor parece incansable. Todos los días, a las 9 en punto, está en su taller para trabajar en alguna nueva obra que se integre a las más de 300 que ya acumula. Con paso ágil se mueve por los jardines de Roca Negra, examina sus esculturas, las toca y repasa sus formas.

Antes de fin de año abrirá su taller al público, con visitas guiadas dos veces al mes. Lo más inmediato, eso sí, será entre el 17 y 20 de octubre: frente al Bellas Artes montará una escultura de un material nuevo en Chile, un aislapol liviano y del color del hormigón, que asegura revolucionará el mundo del arte: "Uno tiene que innovar, encontrar una forma propia de hacer las cosas. Ahora hay mucha información, mucha influencia y mucha copia. Los jóvenes salen de la universidad y quieren exponer, tener un nombre y ser exitosos muy pronto. Para eso se necesita más tiempo, silencio, estar en soledad".

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