La semana estuvo marcada por la visita del "Bus de la Libertad" y las tensas protestas entre sus adherentes y opositores. "- Estado + Familia", es la consigna que defienden los organizadores de la iniciativa, compuesta por entidades en su mayoría cristianas. El sacerdote jesuita Felipe Berríos siguió la contingencia desde el campamento La Chimba, en Antofagasta, donde vive desde 2015, y conversó con La Tercera no solo sobre el paso de los buses, sino también sobre proyectos como la Ley de Identidad de Género y la postura de la Iglesia Católica en torno a temas como la diversidad sexual.
¿Por qué cree que el bus generó tanta tensión?
Me da la sensación de que el bus, más que provocar una toma de conciencia, agrede. Por eso, la gente ha reaccionado así. El bus afirma cosas que, si bien se supone que tienen un contenido detrás, no se sabe, ni queda explícito, de dónde se saca esa verdad y la gente se siente agredida con esos mensajes.
Durante las manifestaciones hubo insultos, detenidos y personas que rayaban el bus. ¿Cuál cree que es el problema?
Nos falta más diálogo en la sociedad actual y más capacidad de escuchar temas como, por ejemplo, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto. A veces se traduce mucho en estar de acuerdo o no, pero hay poca capacidad de escuchar e ir más al fondo. Ahí es donde vienen las agresiones y las descalificaciones.
¿Hace falta más información?
La sociedad chilena ha tenido cambios muy bruscos, que a veces requieren de más tiempo para poder ser digeridos, para obtener mejor información y escuchar al otro. Algunos sienten ese cambio como un desmoronamiento de lo que aprendieron de sus padres y de sus abuelos. Lo ven como una intromisión y por eso hay reacciones tan violentas. También pienso que a las personas les cuesta hacer una distinción entre lo que es mi opinión personal, de acuerdo a mis valores y sentido de la vida, frente a lo que tiene que garantizar un Estado, que se mueve en una cultura que es diversa.
Los grupos que trajeron el bus son organizaciones cristianas. ¿Qué opinión tiene de ellos? ¿Fue un error traerlo?
Esta no es una idea original, es algo que se tomó de Europa. Creo que como propaganda es muy buena, porque son grupos minoritarios que tienen una repercusión mediática muy fuerte a raíz de este bus. Pero también me parece que la postura de estos grupos no ayuda a que haya realmente una formación en la sociedad. Porque nosotros tenemos que formarnos en estos temas, no sentir que nos quieren atacar. Tenemos que crecer en nuestra visión sobre la homosexualidad, sobre las personas transgénero. Todavía tenemos muy metido en el subconsciente que estas cosas son malas, que son algo así como deformaciones. En eso tenemos que crecer. Se necesita tener un cambio cultural y darnos cuenta que son verdades y que, por mucho que haya un bus dando vuelta por una ciudad, es una verdad que existen niños transgénero y que tenemos que saber acogerlos.
¿Qué le parecen las leyes que ha estado impulsando el gobierno, como por ejemplo la Ley de Identidad de Género? ¿Está bien el rumbo que se está tomando?
Creo que vamos en un rumbo correcto. El Parlamento es el lugar donde se tiene que discutir y proteger la diversidad, no solo en materias de sentimientos, sino también la diversidad de realidades. Los niños transgénero no son un invento. Yo no tenía idea de que existían hace años y la mayoría de los chilenos tampoco. Pero hoy día la realidad cultural que vive Chile hace que veamos cosas que antes no veíamos, porque estaban ocultas o porque no queríamos verlas. Y el Estado tiene también que hacerse cargo de eso y apoyar a esas familias. No tenemos que sentirnos atacados quienes no hemos tenido una experiencia cercana con un niño transgénero. Al contrario, tenemos que sentirnos agradecidos de que están ampliando nuestros horizontes y nuestros sentimientos.
¿Leyes como esas están más acordes con el Chile actual?
Lo que pasa es que una cosa son los valores, ideales y principios que yo tengo como persona, y otra los problemas generales, cuando el Estado, a través del Ministerio de Salud o del Ministerio de Educación, tiene que fijar normas para todos. Ahí se produce el conflicto. Algunos sienten que los están pasando a llevar en sus propios ideales y principios. Y no es eso. El Estado tiene que ser laico. Y laico no significa que sea antiprincipios, antirreligioso ni antivalores, sino que el Estado tiene que proteger la diversidad que hay. No es que le esté dando preferencia a un grupo, sino que tiene que velar porque todos los grupos, sin dañar unos a otros, puedan expresar sus valores, estilos de vida y sus formas de ser.
Muchas personas defienden los mensajes que se podían leer en el bus, como por ejemplo: "Nicolás tiene derecho a un papá y una mamá", y que han sido acusados de homofóbicos y transfóbicos. ¿Qué le diría a la gente que ha apoyado esos mensajes?
Yo le diría, con mucho cariño y respeto, a los chilenos en general, que hemos sido educados en una sociedad sexista y machista, en la que todo parecía ser muy simple. Pero que no tenemos que sentirnos agredidos por estos temas, o como piensan algunos, que ahora todo da lo mismo. Tenemos que entender que nos están ayudando a crecer, a conocer que existen distintas condiciones sexuales, a darnos cuenta de que los niños transgénero son una realidad, no son un invento de los papás, y que tenemos que tener una actitud de más apertura frente a estos temas.
¿Cuál ha sido el rol que ha tenido la Iglesia frente a estos temas?
Yo creo que hablar de la Iglesia es complejo, porque yo soy parte de ella. Creo que la Iglesia Católica es un reflejo de lo que es la sociedad chilena, y dentro de la Iglesia Católica hay distintas tendencias y actitudes. Hay grupos más cerrados, otros más abiertos. Eso se da también en otras instituciones. Entonces hablar de la Iglesia a veces se identifica con alguien de la jerarquía que ha hablado.
A principios de este mes se rechazó el informe de la comisión investigadora del Sename. ¿Le parece que se está politizando ese problema?
Tenemos que ser claros de que nos acercamos a una elección presidencial, senatorial y de diputados muy compleja, y con una sociedad que está pasando por un momento de cambios muy fuertes, por lo que va a ser un momento donde todos los temas del país se van a a politizar, pero me parece que duele más cuando eso ocurre con dimensiones tan delicadas como es la vida de un niño o la agresión hacia ellos.
¿Cómo se puede enfrentar?
Hay que tener claro que lo anterior no nos puede desviar del tema principal, que es la protección urgente que necesitan los niños y que hay que tomar medidas rápidas con el Sename. Yo, por ejemplo, me encuentro con la situación aquí en el campamento de que hay niños que no son llevados al colegio, viven en un mal ambiente y sus padres venden drogas. Pero, ¿qué hago? ¿Los denuncio? Y si los llego a denunciar, ¿es mejor que vayan al Sename o que los dejen aquí? Es un problema urgente que hay que atender ahora, como sociedad.
¿Cree que se ha reaccionado para resolver la crisis? El rechazo al informe generó muchas críticas.
Me parece que se ha reaccionado y es lo que creo que está haciendo ahora la Presidenta de la República, juntándose con los poderes más altos del Estado. He escuchado los comentarios de quienes apoyaron y quienes no apoyaron (el informe). A pesar de lo que se ha dicho, muchos de ellos no lo hicieron para echarle tierra, sino que creían que la responsabilidad era mayor y que abarcaba a más personas en períodos más largos. El tema es complejo, pero urgente.
¿Por qué cree que en tanto tiempo no se ha podido resolver?
Estos son temas complicados, porque vivimos en una cultura en Chile en que la sociedad se preocupa de quién consume y quién produce. Entonces, los adultos mayores, los niños, los presos, no valen. Por eso, no se trata solo de darle más plata al Sename o cambiar su estructura, y tampoco podemos ser tan hipócritas de echarles la culpa solo a las autoridades. La responsabilidad también es nuestra.