En 2008, poco antes de que yo partiera a vivir fuera de Chile por un tiempo, me encontré con Felipe Bianchi. "¿Y no te da miedo desaparecer profesionalmente?", me dijo, y me quedé con la sensación de que la pregunta tenía más que ver con él que conmigo. Ya en ese momento el periodista deportivo y conductor de televisión empezaba a darle vueltas junto a su mujer, Teresa Undurraga, socia y fundadora del Emporio La Rosa, a la posibilidad e irse por un tiempo a otro país junto a sus tres hijos.
Siete años tomó el plan en concretarse y a mediados del pasado, justo después de cumplir medio siglo, Bianchi dejó sus cuatrocientos metros cuadrados en el Parque Forestal y partió a vivir por 12 meses a Nueva York, los que acaban de terminar y lo tienen hace dos semanas de vuelta en el mismo lugar del que salió.
¿No te dio miedo desaparecer?
No, primero porque tenía la certeza de que hoy no desapareces por moverte geográficamente. Antes, cuando viajaba por ejemplo a cubrir mundiales, mi mamá me guardaba los diarios para que supiera lo que había pasado en ese mes y yo los revisaba uno por uno. Ahora estás afuera y te llama un primo para pedirte el teléfono de una tía. Ya no puedes descolgarte completamente…
Antes de partir, Bianchi era comentarista deportivo de CHV, conducía el noticiero de ese canal algunos fines de semana, formaba parte del entonces codiciado panel de Tolerancia Cero los domingos, escribía una columna en El Mercurio, acababa de publicar el libro Contra el tránsito y tenía tres programas diarios en las radios Cooperativa y Universo. Lo dejó todo, aunque el canal lo apoyó y le mantuvo el contrato que sigue vigente hasta fines de 2017. "Bueno, creo que eso también ayudó, tenía la tranquilidad de que volvía a trabajar. Si me hubiera ido sin nada quizás hubiera sido más asustador", explica.
Acá eras el periodista conocido ¿quién eras allá?
Era uno más que quería aprender inglés, y vivir en esa ciudad impactante donde casi nadie habla inglés. En el fondo era un viajero. No me sentí un local. Fue increíble, lo pasamos superbien, es realmente distinto estar un año en el primer mundo, pero no me siento que soy otro.
Su opción era partir a Italia, país del que tiene nacionalidad, instalarse en Roma, arrendar un auto y pasarse el año recorriendo. "No quería hacer nada", dice. El resto de la familia quiso en cambio ir a Nueva York y aprender inglés, una tarea que él también tenía pendiente. Los Bianchi Undurraga arrendaron un departamento de 50 metros cuadrados en el East Village, donde los cinco compartían un baño y tuvieron que matar a más de una laucha. Un piso que aunque sigue siendo un lujo en una ciudad donde los arriendos son muy caros y una buena parte de las familias con hijos sencillamente son expulsadas a las afueras, no tiene que ver con sus estándares de aquí. "Nuestro principal susto era que íbamos a estar en un lugar chico y sobre todo que nos íbamos a ver durante todo un año todos los días todo el día. Yo con la Tere y con los niños. Para mí esa era la gran prueba. Podías llegar odiándote como le ha pasado a mucha gente. Por suerte pasó al revés: por supuesto que hubo peleas, al principio, una semana uno de los niños se quería volver, después la otra, y así. Pero como a los dos meses, de repente se les pasó a todos".
¿Y a ti qué te pasó?
Yo me hubiera quedado un año más. Para mí fue muy entretenida la cosa universitaria. Ser papá a tiempo completo también. Los vi, yo creo que sumando horas, el equivalente a tres años de acá. También fue como un servicio militar. Teníamos una lista pegada en el refrigerador que decía: lunes lava Felipe, martes, Manuel, y así. Cumplimos todos. Me gustó. Iba a dejar la ropa a la lavandería, hacía mi cama. La clave para que esto funcione, eso sí, es que tienen que ser muy parejos los roles y las vidas de todos, de hombre, mujer e hijos.
Los niños (de 12 y 13) fueron a un pequeño colegio católico y privado del barrio, "que costaba la mitad que los de acá". Él, junto a su mujer y su hija de 20, a un curso de inglés en la New York University que los tuvo yendo a clases, cada uno a una distinta, por ocho meses, de lunes a jueves, de nueve a tres de la tarde. "Ahí no lo podían creer: una mujer, hija y marido todos al mismo tiempo. Ahí viene otra vez 'la familia', se reían. Además éramos el alma de la universidad porque fuimos a todo. ¿Fiesta de Halloween? Ahí estaba 'la familia', ¿del día de no sé qué? 'la familia'. Al final nos dieron un diploma por no haber faltado nunca a clases, y participar en todo", cuenta. En su grupo de 18 estudiantes, en el que convivían 16 nacionalidades, Bianchi era el mayor por lejos, incluyendo a los profesores. "En general eran estudiantes de primera generación de familias haciéndose ricas en China, Japón, Arabia, a los que habían mandado a aprender inglés y occidentalizarse. Me llamó la atención el poco conocimiento que tenían de este lado del mundo, desde cosas básicas. La profesora decía 'Madonna' y algunos no tenían idea de quién era. Era muy entretenido". Él, por su parte, además de un inglés en el que no se siente completamente fluido, pero que es suficiente para ir al cine sin subtítulos, leer y manejarse en una reunión, también aprendió del otro lado del mundo y llegó convertido en una trivia. "¿Sabes cuántas personas mayores de cien años hay en Japón acaso?, pregunta. "¡69 mil!", se contesta solo y feliz como si estuviera en Quién quiere ser millonario.
¿Te dio síndrome de abstinencia de fama?
Fue más rico que fome. De verdad. Y era lo que quería. En la universidad a los siete meses alguien nos "googleó" a mí y a la Tere, y llegó uno diciendo que yo salía en la tele. Hasta ese momento fui un viejo más, mejor dicho el único viejo de este grupo que tenía entre 20 y 25 años. Pero tampoco era completamente anónimo: Nueva York está lleno de chilenos y una vez a la semana me encontraba con alguien que se me acercaba.
El periodista cuenta además que llevó el registro de la gente que pasó por esa ciudad con la que se juntaron a comer, almorzar, tomar café. También con los locales con que estuvieron allá. "Primera categoría, 173 personas, en la otra, 63. Es decir, tuve mucha más vida social que en Santiago". Entre sus amistades locales estaba la periodista del New York Times Andrea Elliott, el escritor Alejandro Zambra, que fue su compañero de partidos, o Javiera Parada, la ex agregada cultural en Estados Unidos.
¿Y lograste salir realmente de Chile?
No. Ni quise tampoco. Más que trasladarme a Nueva York, estuve en un viaje de estudios. Largo, pero viaje. Viví distinto, claro, pero no desaparecí de otros mundos. Ya no se puede. Nueva York no son los Himalayas.
Dos mundos
Una de las cosas que dice que le costó de volver a ser un estudiante de 50 fue la tecnología. "La profesora decía que teníamos que mandarle un audio por chat. Yo no entendía nada. Para un trabajo final había que musicalizar y editar un video y yo sencillamente le dije que le iba a entregar dos carillas porque era incapaz de hacerlo. Un video musicalizado ¿yo? Si ni siquiera sé usar Skype", dice.
Pero hay otras aplicaciones y redes sociales que sí usa con destreza. En Instagram, por ejemplo, durante este último año vivió el Bianchi que estaba en Nueva York. Ahí sus más de 5.500 seguidores vieron, no sin envidia, que él y su familia casi no estuvieron en el departamento y fueron a parques, exposiciones, manifestaciones políticas, obras de teatro, partidos de fútbol, encuentros de la NBA, restaurantes y tiendas de moda (ver recuadro). "Bajé cuatro kilos de tanto recorrer", dice el periodista.
En Twitter, en cambio, se quedó el comentarista deportivo y de actualidad, el que discute con la actriz Elisa Zulueta por culpa de los ciclistas que andan por las veredas, denuncia a Sergio Jadue -ex presidente de la ANFP- y se pelea con sus propios seguidores, los acusa por "subnormales" y anónimos y les anuncia que los está bloqueando a todos.
Su plan inicial era desaparecer de los medios y de la red social, pero a los dos meses ya había dado una entrevista en revista Paula y nunca logró dejar Twitter. "No duré nada, o sea, mentira, como un mes. Tenía la ilusión de que todo iba a ser más desconectado y no es. Además, pasaron muchas cosas en las que yo había estado involucrado como periodista, como el caso de la ANFP, la salida de Sampaoli, etc. Me dieron ganas de hablar, me llamaron y ya".
¿Por qué peleas tanto en Twitter?
Me da rabia la impunidad de no saber quién me está diciendo "eres un imbécil". Si es alguien con nombre y apellido puedo contestarle, pero cuando es un huevito de Twitter con seudónimo es demasiado injusto, no resisto no equilibrar.
¿Eres así de peleador en la vida diaria?
Sí. Yo soy rabioso heavy. Si me pego con el codo en la mesa, me da rabia y le pego a la mesa. De hecho, lo primero que aprendí a hacer en Nueva York es a pelear en la calle. Me senté en una escalera al lado izquierdo frente a una tienda y al lado derecho había un señor que me empezó a reclamar. Lo dejé hablar un buen rato y luego le respondí -en inglés- que él estaba haciendo lo mismo que yo, que también era maleducado y nos pusimos a discutir. Me peleaba con los ciclistas, retaba a los que no iban por la derecha en la escalera y así. En esas cosas yo peleo todo el tiempo, aquí también.
Eres bien apegado a la regla tú.
Si yo subo por la derecha y no ando en bicicleta por la vereda, ¿por qué lo vas a hacer tú? De eso se trata la vida en comunidad. Y lo que me gustó de los gringos son super así. Enganchan con eso, se respeta la regla y te la hacen ver.
En Twitter y aquí en La Tercera, donde desde que asumió que no se iba a quedar callado, llegó de columnista, criticó a Juan Antonio Pizzi y logró levantar varias polémicas. En marzo, cuando el entrenador recién se instalaba en la selección chilena, lo comparó con Borghi y en los meses siguió y apuntó sus críticas en dos direcciones: que estaba cambiando el sistema de juego de la era Bielsa y Sampaoli y asociado a eso, que había relajado la disciplina y los entrenamientos. Cuando comenzó la Copa América Centenario fue peor: "Ay, mamita, qué vergüenza. Este equipo antes te dejaba siempre orgulloso. Ahora da pena. Sin ideas y evidentemente sin trabajo", dijo tras el partido con Bolivia. Pero resultó que luego la Selección le metió siete goles a México y ya se sabe lo que vino después. El periodista felicitó al entrenador… pero porque había cambiado. Lo atacaron masivamente por vanidoso y tras el triunfo de la Selección en Nueva York, LUN dedicó una portada a discutir si él y Juan Cristóbal Guarello se habían dado o no una voltereta con la Roja. "Fue insólito", dice él: "Esto ha sido un ejercicio completo de lo que es el comentario periodístico. La gente cree que uno es hincha, y eso es no entender cuál es la función del crítico deportivo. ¿Ahora encontraste que jugaron bien? ¡Sí, pues, obvio! ¿Antes encontrabas que jugaban mal? Siiiii. Es lo mismo que en política: qué bueno que vuelve Michelle Bachelet. Que mal lo está haciendo ahora. Piñera hizo esto bien y esto otro mal. ¿Voltereta? No pues. Cuando jugaron mal dije que jugaron mal. Cuando jugaron bien, que jugaron bien.
Sonó más parecido a "cuando jugaron mal, jugaron mal y cuando jugaron bien, me hicieron caso".
Nooo, ¡eso es una e-xa-ge-ra-ción! Cuando jugaron mal, fue en la etapa en que, desde mi particular criterio, Pizzi trató de cambiar el sistema de Sampaoli, jugar con centrodelantero de área, con Vidal más adelantado, sin tanta presión para recuperar la pelota que eran las claves de Bielsa y Sampaoli. Y supongo yo que porque esto no resultó, porque efectivamente no funcionó en los primeros amistosos, en el partido con Bolivia, el primero con Argentina, Panamá incluso, cambió. No sé si porque el propio Pizzi se dio cuenta, supongo, los jugadores se dieron cuenta, y de hecho Aránguiz y Díaz reclamaron públicamente que había que volver al estilo habitual, volvió con México con mucha presión, con dos delanteros, Vidal un poquito más atrás, y el equipo se recuperó casi milagrosamente. Yo estoy y sigo convencido de que fue eso. Que hayan cambiado por las columnas, obvio que no, pero creo que se suman a lo que vio todo el mundo. Y cambió el sistema.
Guarello criticó muy duramente a Claudio Bravo, pero después le pidió disculpas. Tú no hiciste lo mismo con Pizzi.
Un poco sí.
¿Cuándo y dónde?
Dije en una columna que encontraba muy inteligente que hubiera cambiado, lo que no es una disculpa, y asumí que probablemente me había, no es "ganado" la palabra, pero me había demostrado que su sistema de entrenamiento y disciplina igual podía funcionar. En eso en el fondo, él tenía razón. (…) Se podían relajar un poco más los niveles de disciplina, porque los pobres venían cansados, el entrenamiento no necesitaba tener una carga tan dura como con Sampaoli y el mejor ejemplo es que le resultó, somos campeones. Su relajamiento funcionó, se lo concedo, pero no me parece que eso sea para pedir perdón, pues. Desde mi criterio trabajaron menos, pero funcionó igual, aunque yo creo que siempre debería trabajarse en doble turno, no dar tantos días libres, aunque salgas campeón.
Periodismo deportivo
A veces, probablemente por oficio, tono y malas pulgas, a Bianchi lo confunden con Juan Cristóbal Guarello, su par, con el que también se ha enfrentado más de una vez públicamente.
¿Por qué peleas con Guarello?
No sé él, pero yo considero que son discusiones por temas puntuales. Creo que somos bastante parecidos, en términos políticos pensamos similar, no tenemos historias de vida no muy distintas, yo estuve en el San Juan, él en el Notre Dame, que era como lo mismo, somos los dos periodistas, tenemos muchos amigos en común. No está en mi lista de enemigos, ni considero que esté en la otra vereda. De hecho, la última persona que me escribió antes de irme un mensaje que decía algo como "que les vaya bien, saludos a todos", fue Juan Cristóbal.
¿Es circo, entonces?
Tampoco. Son peleas futbolísticas. No somos amigos pero si nos encontramos nos vamos a saludar y hasta a reír un poco. Tenemos más puntos en común que discrepancias. Uno de los amigos dijo que "no caben dos putas en la misma esquina" y es un buen resumen. Seguro que hay algo de eso, uno dice jugaron pésimo y el otro lo contrario.
Más allá de las peleas por la esquina, el fútbol es una industria masiva, millonaria y poderosa: ¿tiene un periodismo acorde con su peso?
Al menos mucho más que antes. Años atrás no había ningún tipo de investigación, como sí la hay hoy. Salvo pocas excepciones era más condescendiente. Pero también hay un porcentaje enorme de periodistas deportivos que son hinchas que estudiaron periodismo. Evidentemente el gremio no estuvo a la altura con lo que pasó con Jadue, pero así ha sido en general, salvo en los últimos años, con los escándalos políticos y económicos en todos los ámbitos. Todo lo que tiene que ver con la justicia en Chile ha venido desde afuera. O buena parte.
Denunciaste presiones cuando empezaste a acusar a Jadue. ¿De quiénes?
De la directiva de la ANFP, Jadue, Segovia. Mira, para el Mundial de Brasil CHV tenía los derechos de la Selección y venía la petición para los siguientes cuatro años, licitación que nunca fue, porque fue a dedo. Jadue fue al canal y dijo que si queríamos participar y buscar los derechos el requisito fundamental era que tenía que salir el comentarista deportivo del noticiario, que era yo. Los ganó MEGA. Antes de que ese canal los ganara me llamaron los ejecutivos y me dijeron que si los obtenían tenía que irme para allá. Luego me contaron que Jadue les había dicho que si estaba yo ni pensaran en participar, así es que a la semana me llamaron para decirme que no, que mejor para otra vez.
¿Y tú, a qué vuelves ahora?
A trabajar. A partir del primero de agosto a radio Sonar. Un programa con Pablo Márquez, de una a tres de la tarde, que se llama EPA. Ese mismo día vuelvo al canal, a prensa, al comentario deportivo. Pero tengo que sentarme a conversar sobre cuál es el plan.
¿Qué te gustaría hacer?
Llegué más convencido que nunca que mi camino es más periodístico que de entretención. Nunca he únicamente solo periodismo deportivo, porque no me bastaría sólo con eso, pero he tenido dos rutas con una etapa CQC y otra más informativa. El resto de mi vida laboral me gustaría que estuviera más firmemente atrincada en el periodismo. Antes no lo tenía tan claro, estaba más abierto, pero ya sé qué es lo que me interesa más. Me interesa la política y la información.
Vas a echar de menos Tolerancia Cero entonces.
Yo creo. Me encantaría volver a hacer algo así.
BITÁCORA DE UN AÑO EN NY
GO KRUST GO
Mi equipo en la muy pituca liga de futbolito de Brooklyn Bridge Park se llamaba así: Krust. Nunca supe bien por qué. Jugamos todas las noches de miércoles con un paisaje soberbio, al borde del East River, mirando los edificios del centro y la Estatua de Libertad. Set, Ameth, Joseph, Bret, Christian, David, Joe más los chilenos Troncoso y Simián. Después de 40 semanas con más triunfos que derrotas, y ningún empate, llegamos a la final del torneo… que perdimos con escándalo: once a uno ante un equipo de daneses.
LA MUERTE DE BOWIE
"¿Por qué hay tanta prensa afuera?", le pregunté mientras subía la cortina, a eso de las nueve de la mañana, a la dependienta italiana de la Ufficina Farmaceútica Santa María Novella, uno de mis lugares favoritos en el Soho y en el mundo. "Porque aquí, en la puerta de al lado, vivía David Bowie. Y se murió anoche". Me asomé a la calle. Y fui viendo, con el paso de las horas, como los fans y los turistas llegaban a dejar flores y cartas. Hasta di entrevistas. De puro asomado. "¿Usted era fanático? Muy "¿Su canción favorita? "Young Americans".
LA MUERTE DE PRINCE
Estábamos en clases. Un poquito aburridos ya pasado el almuerzo. Me metí a Twitter y vi que había muerto el pequeño genio de Minneápolis. Le conté al curso. La profesora gringa casi se desmaya de pena; los chinos ni lo conocían.
EL SHOW DE JIMMY FALLON
Fue un imperdible familiar muchas noches. Gracioso y con un nivel de producción fenomenal. Ejemplo tomado de un día cualquiera de junio: "Invitados de hoy, el presidente Barack Obama y Madonna". Hácete esa.
TONY BENNETT EN LA CRESTA DEL MUNDO
Buenos amigos me regalaron, antes de partir, entradas para ver a mi crooner favorito en "un teatro chiquitito de NY". Segunda fila. Un lujo. Las guardamos hasta el gran día. Cuando las sacamos, cachamos el pero: el teatro quedaba afuera de la ciudad. Digamos… en Curicó. Nos demoramos tres horas en llegar y dos en volver. En taxi, que además nos esperó. Al final salió carísimo el regalo, pero lo pasamos chancho. El viejo sigue como tuna y un par de veces nos sonrió mientras cantaba.
HAMILTON
Fuimos a ver la obra del año en Broadway. La historia de la Independencia gringa en clave hip hop. Con Lin Manuel Miranda, el autor, todavía en escena… lo que generó la envidia de amigos gringos y chilenos incluyendo al embajador (Juan Gabriel) Valdés, que nunca pudo entrar. Entradas agotadas hasta el 2017.
ALEC BALDWIN
Es sabido que uno se encuentra con famosos en las calles de NY. Nos pasó muchas veces, pero hubo uno con el que batí todos los récord: Baldwin. Nos topamos cuatro veces durante el año en distintos lugares. No hablamos nunca, pero ya lo considero un amigo.
LA CONCENTRACIÓN FINAL DE BERNIE
Sanders marcó un camino y despertó conciencias más allá de lo inaplicable de sus recetas. La última concentración en NYC fue en Washington Square. Obviamente fuimos. Había una cola larga y lenta para entrar a la plaza. Con detector de metales y otras mariguancias. Esperamos ordenadamente casi cuatro horas. Nos cansamos, nos dio frío… y al final volvimos a la casa para ver el discurso por la tele.