Cada vez que Felipe Fritz sale de su casa por las mañanas, camino a los entrenamientos con Universidad de Concepción, piensa que hace sólo dos años pudo haber sido otra su suerte. Mira al mar y siente que allí sigue gran parte de su vida. Su familia, su padre y sus recuerdos navegan en las aguas de la caleta Lo Rojas, de Coronel, donde los pescadores artesanales se buscan la vida y, a veces, también la pierden. Es un sector tranquilo y humilde. Aquí, el rigor forma a la gente para soportar de todo.
El delantero del Campanil es hijo de pescador artesanal y siente orgullo de un oficio que durante años les ha dado de comer a él y a sus dos hermanos. Para Fritz es un trabajo más, que de no haber sido por el fútbol, probablemente habría abrazado como suyo. "Es una vida sacrificada. A veces les va bien, otras mal; ahora, por ejemplo, ha estado mala la cosa", explica el puntero, quien desde el sábado se encuentra en Riobamba, Ecuador, con la Sub 20 que disputaré el Sudamericano de la categoría.
Su aventura con la pelota fue temprana, al igual que con el mar. Eduardo, su padre y mentor, le enseñó a pescar pejerreyes casi al mismo tiempo que a jugar. Ambas actividades las disfrutaba a concho, cuenta el pescador, y recuerda que desde muy chico el relajo de Felipe se encontraba en los botes y las redes. "Antes de irse al colegio pescaba. Y se iba todo hediondo, porque es fuerte el olor del pejerrey", rememora a carcajadas. "A él no le importaban esas cosas".
Para el juvenil no hay dudas: su padre es su gran referente. Eduardo (más conocido como Tohá, por su parecido con Jaime Tohá, el ex intendente de la zona) es el típico vecino del sector, acostumbrado al trabajo pesado. Ha dedicado su vida a la pesca, pero antes vio en el carbón la forma en que podía generar un par de pesos para subsistir. Fue pirquinero y extraía el mineral directamente desde el mar. Sabe lo que es esforzarse, a él no le vienen con cuentos.
Pero también es un actor social. Cuenta que junto con los niños del barrio formó un equipo buenísimo, que ganaba todo, y donde Fritz y un primo eran los goleadores. Jugaban en la cancha de la población Aroldo Figueroa. Allí, el sueño común entre los pequeños era llegar algún día a ser profesional. El que sólo Felipe consiguió.
El milagro
Los Fritz Saldías creen que fue un milagro y se emocionan al recordar cómo todo ocurrió, desde sus primeros pasos por la canchas coronelinas, hasta ahora, siendo ya parte del primer equipo de la U. de Concepción. Recuerdan que nadie lo quiso. Que primero fue a probarse a Lota Schwager y en dos ocasiones al Campanil.
Su padre y hermano lo acompañaron a todos lados persiguiendo el anhelo, mientras doña Cristina, la mamá, se quedaba en la casa cuidando de todas las labores domésticas. Cuando cada uno habla del otro, demuestra un cariño que no deja de llamar la atención. Joao, su hermano mayor, era el que más lo llevó a entrenamientos. Recuerda que en su última prueba lo tuvieron un mes en observación, practicando junto a la Sub 17. Pipe era el único que entrenaba con su propia ropa -"una polera negra"- a diferencia del resto, que lo hacían con el uniforme de práctica del club. "Por eso él creía que no iba a quedar, que no lo iban a dejar. Teníamos que decirle que no dejara de ir, que no se desmotivara, que iba a quedar… Fue difícil", comenta.
Pero hay una máxima que predomina entre todos los pescadores: el esfuerzo. Si Felipe entrenaba y contaba con las condiciones, difícilmente no lo dejarían. Eso pensaban todos en la casa. Sin embargo, su incertidumbre ante la incógnita lo tenían estresado, tanto, que durante la última semana de pruebas estuvo a punto de desertar. El día en que le dieron el "sí" es atesorado por la familia.
"Justo ese día llegué temprano, porque estuvo buena la pesca y llenamos todo altiro, así es que nos devolvimos", revive el papá. "Cuando llegué, él no quería ir a entrenar. Le dije que fuéramos y lo acompañé. Estábamos justos en la hora de salir (Coronel está ubicado a casi una hora de Concepción). Apenas me cambié la ropa, ni me bañé. Corrimos para llegar", rememora. Y continúa: "Ese día le salió todo en la cancha, metió goles, lo disfrutó. Y para saber si iba o no a quedar, inventé algo: que le dijera al profe que mañana no iba a poder venir por tareas en el liceo. Ahí le dijo que no importaba, que viniera la otra semana, porque estaba considerado para continuar. Fue una alegría inmensa, mi cabro no lo podía creer".
Ricardo Viveros, el ex goleador estudiantil de mediados de la década pasada y ahora encargado de las inferiores del club, fue quien apostó por él. Recuerda perfectamente todo y explica que lo hizo precisamente para probar sus ganas por formar parte del Campanil. "Era bueno. Cuando llegó acá nos dimos cuenta altiro de sus aptitudes, porque además era veloz y tenía buen enganche", reconoce el también ex Colo Colo y Argentino Juniors.
Pasaron apenas dos meses y Ronald Fuentes, que en ese entonces dirigía a la UdeC, decidió ascenderlo al primer equipo, donde ya ha disputado 35 encuentros oficiales.
Pero pese a que durante esta temporada ha disputado sólo cinco partidos, debido a una lesión muscular, sus anteriores campañas le han valido para ser parte de la Sub 20 de Héctor Robles.
"Es el sueño de todos estar en la Selección, nunca pensé que me podían llamar", reconoce.
Fritz, el hijo de pescador, lucha ahora por despegar, o más bien zarpar. Y Ecuador 2017 puede ser la gran pista o el gran puerto que necesita.