Si bien Mario Silva anotó el gol de oro que significó el título mundial, Felipe Vercellino dio el pase que lo dejó frente a los mimbres. Y, antes de esa habilitación, Pipe llevaba 22 goles, una gran actuación ante Brasil en semifinales -anotando siete de los diez tantos del triunfo-, y la anotación del empate 11-11, que mandó la final ante Estados Unidos a tiempo suplementario.
En el polo, el dorsal número 3 suele ser para el mejor del equipo, por su importancia ofensiva. Y Vercellino hizo justicia la tradición, logrando el premio al mejor jugador del Mundial de polo ganado por Chile.
¿Cuál fue el episodio más memorable de la preparación para el Mundial?
Todo el proceso de convivencia con el grupo fue inolvidable. Al principio éramos 20, y siempre hubo muy buena onda entre todos. En vez de ir a la playa durante el verano, debimos quedarnos practicando en Santiago. Siempre fuimos un equipo muy unido y lo pasamos muy bien.
Estando entre los 20 de la preselección, ¿esperaba ser convocado a la decena definitiva y ser titular?
No, nadie se lo esperaba. Se definió el equipo una semana antes del Mundial e, incluso, hubo un par de cambios poco antes del primer partido. Todos tenían la posibilidad de jugar.
¿Cómo prepararon la final?
Tal como hicimos con todos los rivales: vimos videos para saber cómo jugaban, y acordar cómo enfrentarlos. También conversábamos sobre nuestros errores. Estábamos muy bien preparados y concentrados. Cada uno sabía la tarea que debía cumplir en la cancha. Eso sí, cuando algo fallaba, los coaches nos recordaban cómo debíamos hacer las cosas.
¿Qué piensa del gol del empate a 11, al final del último chukker?
Es el gol más emocionante que he hecho en mi vida. El rival ya pensaba que el partido estaba ganado, porque no quedaba nada. Fue la jugada perfecta para llegar al gol, no había otra forma de anotarlo. Cuando vi la bocha, también vi que quedaban 20 segundos, y dije 'me tiro al ataque sí o sí, a fondo, y que sea lo que Dios quiera'. Después de la victoria, me mandaron el video y vi que anoté a un segundo del final. Fue más emocionante aún. Cada vez que lo veo, se me ponen los pelos en punta
¿Qué le dijo su primo Romano, campeón mundial en 2008?
En la celebración me dijo: '¡Estás siguiendo los pasos del primo mayor!'
¿Pensó que sería el mejor jugador del torneo?
Nunca pensé en ser ganar el premio ni jugué para eso, pero quedé muy feliz cuando me lo dieron. El equipo jugó muy bien en conjunto y, por eso, todos merecían el premio. Y si Estados Unidos hubiera ganado la final, Jesse Bray o Felipe Viana deberían haberse quedado con el trofeo.
¿Cómo fue su celebración del título?
Comimos asado. Estábamos muertos de hambre. También hubo brindis con champaña, piscola, cerveza. Vinieron las familias y los amigos a celebrar. Rematamos nuestras poleras de la final, junto a una de Estados Unidos y otra de Brasil, para ayudar los damnificados del norte. Se juntó mucha plata, fue muy lindo. Después de las donaciones, se pusieron a bailar. Me fui como a las dos y media o tres de la mañana, después de cinco horas festejando. No daba más, estaba muerto. Pero, a la vez, me sentía aliviado. Todos estábamos estresados, pensando en tener que ganar.
¿Cumplió con su gran sueño al ganar este título, o aspira a más?
Es un campeonato que siempre quise ganar, pero debo seguir buscando más logros. Los mejores torneos están en Argentina, y por eso debo organizarme bien allá, y empezar a jugar citas importantes, como la Copa Cámara de Diputados. Debo empezar por eso y, en el futuro, ver si llego a jugar algún Abierto en Argentina. Eso sería lo máximo, aún más notable que ganar un Mundial.
¿Qué opina de la consideración del Mundial como un torneo de bajo hándicap?
Es cierto que el torneo no reúne a los mejores del mundo. Si así fuera, los argentinos ganarían siempre. Son los únicos que tienen jugadores de hándicap 10, excepto el uruguayo David Stirling. Así que se hacen torneos de hándicap 14 para que todos los países puedan competir. Eso sí, creo que es un torneo de mediano hándicap, y no bajo.
Considerando ese aspecto, ¿cree que el título ratifica a Chile como potencia del polo?
Sí, obvio. Estamos entre los diez mejores del mundo, más allá de cualquier rango de hándicap de torneos.
Es uno de los jugadores del plantel con trayectoria en el extranjero. ¿Cómo inició ese camino?
Juego polo desde los 8 años. Mi padre, Franco, y yo empezamos a jugar juntos. Y, cuando tenía 14, Martín Zegers me llevó a Estados Unidos como ayudante. Mientras él competía, lo miraba y ayudaba. Las hacía de petisero, practicaba un poco. Después, en 2012, José Donoso me llevó a jugar en Argentina y, desde ese año, compito profesionalmente en ambos países. Ahora, por lo general, juego en Estados Unidos de enero a septiembre, y luego -hasta diciembre- en Argentina. Y, cada vez que tengo tiempo, me escapo a Chile para jugar con Verfrut, el equipo de mi tío Romano.
Tiene dos grandes mentores, y juega en el extranjero con sólo 20 años. ¿Aspira a llegar a un nivel tan alto como, por ejemplo, el hándicap 8 Jaime García-Huidobro?
El polo profesional me permite cabalgar y taquear todos los días. Apunto a eso. Algún día llegaré a hándicap 10. Esa es mi meta, y hasta ahí llegaré.