Fue un mensaje publicado por la diputada Maya Fernández en su cuenta de Facebook, el que alertó de las horas finales de su padre, Luis Fernández Oña.
"Amigas y amigos, parto rumbo a Cuba. A diferencia de siempre, ahora voy triste, pues mi padre está muy grave y a sus 80 maños es complicado. Serán unos días de poder apapacharlo y decirle todo lo que lo quiero", apuntó la legisladora la madrugada del martes. Y pese a que la parlamentaria socialista alcanzó a compartir con su padre en La Habana, horas después Fernández fallecería producto de un "accidente vascular", según informaron sus cercanos en el Partido Socialista.
Con esto, se iba uno de los emblemas de aquella agitada época de finales de los 60 y principios de los 70. De cuando la izquierda latinoamericana, de declarada vocación internacionalista, defendía la vía armada para llegar al poder, inspirada en la revolución cubana liderada por Fidel Castro. Precisamente, Luis Fernández Oña ejerció como nexo privilegiado entre el régimen castrista, la familia Allene y la izquierda que conformaría la Unidad Popular.
El agente Crespo
Reclutado desde joven como miembro de la Policía Nacional Revolucionaria, en la década del sesenta fue ascendiendo en el aparato diplomático del régimen cubano. Fue así que ingresa al Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, liderado por Manuel "Barbarroja" Piñeiro, instancia creada para la colaboración con las agrupaciones revolucionarias de la región.
Fue en este contexto que Fernandez comienza a relacionarse con Chile con dos eventos trascendentales para la izquierda de la época. En 1966 Cuba, mediante la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAL) organiza la Primera Conferencia Tricontinental de La Habana, presidida por un chileno, el escritor Manuel Rojas. Al año siguiente, el castrismo realiza la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, esta vez liderada por el entonces senador Salvador Allende. En ambos eventos, llevados a cabo en el hotel Habana Libre, Fernandez Oña iniciaría contactos con los líderes de la izquierda chilena, los que se mantendrían hasta el Golpe de Estado de 1973. De hecho, hasta antes de la asunción de Allende a la presidencia, la función de Fernández era precisamente recibir en la isla a los dirigentes.
"Yo lo conocí mientras fui corresponsal de El Siglo en La Haban. En esos años, a Luis lo conocíamos como Demid Crespo. Cuando se instala en Chile para la UP, supimos que se llamaba Luis Fernández Oña, el que tampoco era su nombre, pero que después legalizó. En realidad, él se llamaba Rodolfo Gallart Grau. Esto me lo contó hace algunos años. A veces, a Chile llegaba con diversas pantallas, creo que una vez vino acá como miembro de un congreso de veterinarios. , recuerda Eduardo Labarca, autor del libro "Biografía Sentimental de Salvador Allende". "Yo lo quise mucho, era una persona tan amable que llegaba a ser cariñosa. Por eso sentí mucho su muerte", agrega el escritor.
Fue en ese tráfago de eventos revolucionarios, que Fernandez conoce a Beatriz Allende, en el marco de un viaje que realiza Fernández en 1968 a Chile para una conferencia de Cepal. Dos años después, contraen matrimonio en La Habana.
Armas en la embajada
Durante la Unidad Popular, Fernández ocupó el cargo de ministro consejero de la Embajada de Cuba. Desde ese espacio, sería testigo directo de la forma en que la izquierda vivió el Golpe de Estado de 1973.
"El armamento (en la embajada cubana) estaba compuesto básicamente por fusiles AK y lanzacohetes RPG-7. Nuestras instrucciones eran claras: proteger la embajada y prestar apoyo si el presidente Allende lo pedía. Pronto quedó claro que eso no iba a ocurrir. Allende estaba decidido a permanecer en La Moneda y se había jugado para impedir una guerra civil. No iba a aceptar que cubanos se enfrentaran con chilenos", recordaría en el año 2007 en la revista Punto Final. "Un poco después, llegó a pedirnos armas Andrés Pascal, con Arturo Villabela y otros dos compañeros del MIR. Venían desarmados y les dimos unas pistolas para su propia defensa. Discutimos. Valoramos lo que hacían, pero decidimos no entregarles armas. Por una razón: no existía un operativo que garantizara que esas armas iban a llegar a destino. Lo más probable es que cayeran en manos golpistas. Así se les dijo. Fue triste. Tuvieron que irse. Trataron de detenerlos a la salida de la embajada y dispararon un par de tiros, para abrirse paso", agregó.
Al día siguiente del golpe, Fernández sale rumbo a Cuba junto a Beatriz -embarazada de Alejandro, quien nacería en La Habana-, Maya y el personal diplomático cubano. Tiempo después, Luis y Beatriz se separarían. En 1977, la "Tati", la hija más política del ex Presidente, se suicidaría. Sus hijos quedaron a cargo de Mitzi, hermana de Miria "Payita" Contreras, secretaria personal del otrora Mandatario.
Con los años, dirigentes que estuvieron exiliados en Cuba, aseguran que el régimen castrista apartó a Fernández de la burocracia estatal. En los últimos años, cada cierto tiempo viajaba desde La Habana a Santiago a visitar a la diputada Maya Fernández, con quien solía quedarse algunos meses. Este ritmo fue suspendido luego que una diabetes comenzara a intensificarse, viviendo sus últimos días en su departamento del sector Miramar de la capital cubana.