En su último libro de memorias, Hard Choices (Decisiones difíciles), la ex secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton destaca la "experiencia técnica" del ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso (1995-2003). Además de elogiarlo por el inicio de los esquemas de transferencia de ingresos, asegura que su gobierno "colocó el despertar económico del país en movimiento". Quizá por ello, a una semana de concluida la Copa del Mundo en su país, el fundador del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) no duda en denunciar el "sentimiento difuso de malestar" que reina hoy en la sociedad brasileña bajo la gestión de la Presidenta Dilma Rousseff. "La economía está prácticamente estancada", asegura Cardoso en esta entrevista con La Tercera. "Por estas razones, hay nuevas y mejores oportunidades para la oposición", comenta, en alusión a las próximas elecciones presidenciales de octubre, donde el abanderado del PSDB, Aécio Neves, busca impedir la reelección de la abanderada del Partido de los Trabajadores (PT).
- En una reciente entrevista, usted contó que durante su gobierno intentó hacer un Mundial en Brasil, pero fracasó. Ahora que concluyó la Copa del Mundo, en la que su país gastó más de US$ 11.000 millones, ¿qué provecho cree que obtuvo Brasil al organizar este torneo?
Creo que la repercusión más positiva del Mundial la debemos al pueblo brasileño, por la acogida calurosa y amigable a los millares de extranjeros que vinieron a Brasil. Vivimos intensa y pacíficamente el Mundial e incluimos a todos en la fiesta, pese a que Brasil sufrió duras derrotas en los dos partidos finales. Esto refuerza la imagen positiva de Brasil en el exterior. Sí, hubo algunas mejorías en la infraestructura, principalmente en los aeropuertos, aunque insuficientes y por debajo de las expectativas. Podría haber sido mucho mejor si no fuese por la resistencia que el PT opuso por tanto tiempo, por razones ideológicas, a la concesión de obras y servicios públicos al sector privado. Otro error fue el gasto excesivo en los estadios, con recursos públicos.
- Usted calificó de "inaceptables" los insultos que sufrió Rousseff en el partido inaugural, en Itaqueirao, pero, a su vez, consideró "aceptable manifestar ese sentimiento de malestar que hay en la sociedad". A su juicio, ¿a qué responde ese sentimiento existente hoy entre los brasileños?
Hay indudablemente un sentimiento difuso de malestar, una "malaise", en la sociedad brasileña. Es un error creer que eso se debe a los medios de comunicación o a las "elites blancas", como suele decir el ex presidente Lula, para dar la impresión (falsa) de que es un fenómeno artificial y restringido a una minoría. La insatisfacción es amplia y creciente. Se debe a que la inflación volvió a afectar la vida cotidiana (en los alimentos llega a 10% anual) y la economía está prácticamente estancada. Además, los servicios que el Estado presta en educación y salud no son de buena calidad, lo que contrasta con el "marketing" del gobierno. En los grandes centros urbanos, con más de un millón de habitantes, donde vive más de un tercio de la población, las tasas de criminalidad son elevadas, lo que crea una atmósfera de miedo, el transporte público es caro y la movilidad de casa al trabajo consume un tiempo enorme (puede llegar a cuatro horas por día en una metrópolis como Sao Paulo). Es indudable que hubo mejoría en la distribución de la renta del trabajo y con eso aumentó el acceso de las capas populares al mercado. Ahora ellas comienzan a exigir más calidad de los servicios públicos. Todo eso, más la corrupción, que es grande, llevó a la falta de confianza en los políticos en general. Por consecuencia, puede que haya nuevas manifestaciones de protesta. Con todo, no creo que con el ímpetu que vimos el año pasado, por la sencilla razón que la presencia más frecuente de grupos de vándalos asusta la población.
- La última encuesta Datafolha mostró que la intención de voto de Rousseff cayó dos puntos porcentuales, de 38% a 36%, mientras que entre los candidatos opositores, Aécio Neves se mantuvo en 20% y Eduardo Campos (PSB) bajó de 9% a 8%. ¿Por qué cree que la oposición no logra capitalizar el descontento con un gobierno que sólo tiene un 32% de aprobación?
El sistema político brasileño no disfruta de prestigio en la sociedad. En términos generales, los políticos y los partidos no son apreciados. Pero no es por eso que, hasta ahora, la oposición haya tenido dificultades para aprovechar plenamente las brechas abiertas por el deterioro de la evaluación del gobierno de Dilma Rousseff. La razón es que, hasta julio, cuando empieza oficialmente la campaña electoral, la exposición de los candidatos en los medios es muy desequilibrada en favor del candidato que está en la presidencia. En uno de los meses del inicio del año, mi partido (el PSDB) midió el tiempo de exposición de los tres candidatos en la televisión: como concurre en el cargo, Dilma apareció 1 hora y 20 minutos; Aécio Neves y Eduardo Campos, poco más de 10 minutos cada uno. Además, la maquinaria gubernamental, incluyendo las empresas estatales, disponen de recursos financieros elevados para la publicidad (y los utilizan para hacer publicidad "institucional", que en realidad es publicidad electoral). Sólo se restablece cierto equilibrio cuando empieza el período de acceso gratuito a la televisión y al radio, 45 días antes de la fecha electoral. Aún en este período, Dilma tendrá más tiempo en los medios masivos, ya que el tiempo de los candidatos en el llamado horario electoral se basa en el número de escaños que tienen, en la Cámara Federal, los partidos que lo apoyan. Pero Aécio tiene el tiempo suficiente para hacer una campaña competitiva y llevar las elecciones a la segunda vuelta. Entonces habrá equilibrio de verdad, con los candidatos compartiendo por igual el tiempo en la TV y radio.
- ¿Cómo ve hoy la situación económica de Brasil, considerando que las perspectivas de crecimiento para este año sólo llegan al 1,5% y que la inflación ya traspasó el techo del 6,5% que tenía proyectado el gobierno?
Lula supo aprovechar bien las circunstancias. Siguió, hasta la crisis mundial de 2008, las líneas macroeconómicas fundamentales que mi gobierno sentó. Y se benefició del boom de las commodities proporcionado por la demanda de China. En este contexto, le fue posible ampliar los beneficios de las becas (en mi tiempo bolsa-educación, posteriormente, bolsa-familia) y seguir aumentando el salario mínimo y expandiendo el crédito. A partir de la crisis mundial, y sobre todo en el gobierno Dilma, la situación cambió. La inflación ya venía subiendo y la economía ya no podía crecer más sosteniblemente motorizada por el veloz aumento del consumo. Dilma buscó estimular la inversión aflojando la política fiscal, forzando la caída de la tasa de interés y concediendo incentivos selectivos a algunos sectores. La cosecha de la "nueva política económica" fue paupérrima: la inflación ascendió a 6,5% (sería aún más alta si no fuera por la administración de algunos precios públicos) y la economía está prácticamente estancada (con un crecimiento proyectado alrededor de 1% este año, el gobierno de Dilma cerrará su período con la más baja tasa de crecimiento en un mandato presidencial desde el segundo gobierno republicano del país -del general Floriano Peixoto-, al final del siglo XIX). Peor: las cuentas externas se deterioraron, con el mal desempeño de las exportaciones manufactureras, y las cuentas públicas se fragilizaron, con el aflojamiento fiscal, el uso de maniobras de contabilidad creativa y el estancamiento de la economía. Los agentes económicos perdieron la confianza en el gobierno (las inversiones están en caída). Y la gente, como dije antes, siente un malestar palpable en sus vidas cotidianas. Por estas razones, hay nuevas y mejores oportunidades para la oposición.
- Usted fue uno de los fundadores del PSDB, un partido de centro-izquierda. En su opinión, ¿cuáles son las mayores diferencias que tiene hoy con el gobernante PT, de izquierda?
Para empezar, es difícil caracterizar, sea al PT, sea al PSDB, en el eje clásico derecha/izquierda. Los dos serían, en términos europeos, socialdemócratas, es decir, aceptan las reglas del mercado capitalista, pero tratan de promover políticas públicas volcadas a ampliar la oferta de bienes y servicios públicos y así combatir la pobreza y reducir los desequilibrios sociales. Ambos creen que el Estado tiene un papel clave también en la regulación de los mercados y que su participación directa puede ser necesaria, pero sin ser monopólica, en algunos sectores de la economía (energía, por ejemplo, incluyendo petróleo y gas). La socialdemocracia del PT es más estatista y la del PSDB más liberal, pero no descansa ahí la diferencia esencial entre los dos partidos. La diferencia está esencialmente en la visión de la relación entre Estado, partido y gobierno. Mientras el PSDB no tiene una vocación de buscar hegemonía política por medio del ejercicio del gobierno, ni tampoco una tendencia a reemplazar los cuadros de funcionarios del Estado por militantes, el PT es más favorable a un control partidista de la máquina pública y a una más fuerte e intrusiva dirección política del gobierno sobre los órganos del Estado. Quizás por eso, el PT sea menos capaz de poner trabas a la intervención discrecional del gobierno en la economía, lo cual abre más posibilidades de corrupción. En la política externa, de igual modo, el PT es más sensible a la apelación ideológica del eje "bolivariano", con su retórica antiamericana y antimercado. Mientras el PSDB es profundamente crítico del "bolivarianismo". Uno es más "tercermundista", otro más "occidentalizante", pese a que los dos reconozcan las nuevas realidades globales de mundo multipolar. No estamos hablando de diferencias entre blanco y negro, más bien de tonos distintos de gris, sin embargo son diferencias significativas. Hay que señalar, finalmente, que ninguno de los dos partidos dispone (ni dispondrá) de mayoría en el Congreso. Consecuentemente ambos buscarán aliados: los mismos aliados... Es decir, los sectores políticos tradicionales de expresión regional, casi siempre clientelistas y, en general, poco favorables a reformas.
- ¿Cómo ve hoy la imagen internacional de Brasil? ¿Cree que con Rousseff, que aparentemente no tuvo un rol tan gravitante en foros internacionales como Lula, este proceso de posicionar globalmente al país se contuvo? ¿Considera que esa decisión fue buena o mala?
Sin duda que el gobierno de Rousseff tiene mucho menos apetito para protagonismos internacionales que el gobierno de Lula, o que el mío. Creo que eso hace daño a las posibilidades de Brasil para actuar de modo más dinámico en la política y en la economía global.
- El avance de la Alianza del Pacífico ha alertado a algunos sectores, recelosos ante eventuales perjuicios sobre una integración regional más profunda. ¿Considera que Brasil le teme a este nuevo bloque? ¿Lo ve como una opción de pacto económico y político frente al Mercosur?
En el caso del PSDB, encararíamos la Alianza del Pacífico como un aliado en la construcción de una región más integrada y abierta al mundo. Si Brasil juega su peso, el Mercosur tendría que convergir en la misma dirección. En el caso del PT, con Dilma, la tendencia es que la Alianza del Pacífico sea vista como una amenaza a la integración sudamericana.