Fernando Iwasaki: "Escribir una novela que hechice a los lectores es mi ballena blanca"

Radicado en Sevilla desde fines de los 80, el narrador viene invitado al ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC.




Quedó atrapado en la ciudad de Carmen y Don Juan Tenorio. Fernando Iwasaki llegó a Sevilla en 1985. Iba desde Lima con una beca a investigar en el Archivo de Indias. Pero los trámites del doctorado en historia se fueron retrasando y él se fue quedando. Volvió un año a Perú, pero en 1989 fijó su casa en Sevilla. "Aquí conocí a mi esposa y nos casamos, tuvimos hijos y construimos un espacio a nuestra imagen y semejanza", dice, casi 30 años después.

Nacido en Lima en 1961, el historiador y escritor peruano es hoy un sevillano más: "Tengo una relación de fascinación con Sevilla, porque es algo así como la célula madre de todas las ciudades latinoamericanas. Comprendo sus misterios, sus claves y sus secretos. Dirijo una fundación dedicada a la enseñanza del flamenco y soy hincha del Betis. No puedo pedir más".

Autor de numerosos libros de cuentos y de las novelas El libro del mal amor y Neguijón, Iwasaki es uno de los narradores latinoamericanos más destacados de su generación. También es el próximo invitado del ciclo la Ciudad y las Palabras del Doctorado en Arquitectura de la UC. El escritor dictará el seminario La Ciudad Barroca, el miércoles y jueves de la próxima semana.

"Me gustaría exponer cómo el barroco lastró la cultura y el pensamiento de las sociedades hispánicas, definiendo una mentalidad y un imaginario que todavía subsisten. Así, mientras las sociedades protestantes basaron su fe en la razón, las sociedades católicas basaron su razón en la fe, circunstancia que produjo un terrible retraso científico, económico y cultural. Las ciudades barrocas fueron la expresión viviente de todas esas realidades", cuenta.

¿Como historiador, qué le atrae del barroco?

Me atrae lo que tiene de contemporáneo incluso en este siglo XXI. También me atrae cómo la perspectiva de los estudios acerca del barroco ha cambiado por completo, pues cuando era alumno de mi vieja facultad de historia me enseñaron que el barroco era la superestructura de un sistema semifeudal que encubría su explotación con los trampantojos de la fe. Ahora, gracias a la historia de las mentalidades y a los estudios del imaginario, la visión del barroco ha cambiado por completo. En Chile hay investigadores que han publicado excelentes trabajos desde esta nueva perspectiva, como René Millar Carvacho de la Universidad Católica, Celia Cussen de la Universidad de Chile o Lucero de Vivanco de la Universidad Alberto Hurtado.

Ud. escribió Neguijón basada en el mismo período, ¿le interesa volver a él desde la literatura?

Escribí Neguijón para darle una utilidad literaria a todo el material que acopié para la redacción de una tesis doctoral de historia que entonces tuve que interrumpir. Veinte años más tarde he desempolvado la investigación y ahora pretendo defender una tesis que se titula Lo maravilloso y lo imaginario en Lima colonial.

¿La novela sirve para conocer la historia o más bien la historia es buen material para la literatura?

Ambas se alimentan y se enriquecen mutuamente. ¿Cómo podríamos estudiar la sociedad barroca prescindiendo de los autores mayores y menores del Siglo de Oro?

¿Qué novelas históricas destacaría?

Por no salirme de la época que estamos tratando, citaría Opus Nigrum de Marguerite Yourcenar, Bomarzo de Manuel Mujica Láinez y la última de Andrés Trapiello, El final de Sancho Panza y otras suertes.

Personaje literario

No es la primera vez de Fernando Iwasaki en el ciclo de la UC, que es apoyado por La Tercera. El año pasado dictó una conferencia sobre Lima y Sevilla. El seminario ha traído a escritores de jerarquía mundial, desde los Premios Nobel J.M. Coetzee, Mario Vargas Llosa y Orhan Pamuk a Paul Auster, Ian McEwan y Jean Echenoz. "No hay escritor o humanista de cualquier país del mundo que no pueda sentirse honradísimo de formar parte del historial de autores invitados por La Ciudad y las Palabras", dice Iwasaki. "Es un mérito que le reconozco a la Facultad de Arquitectura en la persona de Fernando Pérez y también a Loreto Villarroel (coordinadora del ciclo)".

¿Qué lugar ocupa la ciudad en la literatura?

Todos los historiadores sabemos que las ciudades son personajes históricos, así que la metamorfósis en personajes literarios era lo más lógico. De hecho vivo en una ciudad que no sólo es personaje literario sino incluso género literario: Sevilla.

¿Cuáles son sus ciudades imaginarias o reales favoritas?

Me bastan las reales, pues no se acaban nunca. Sin embargo, en París o Nueva York jamás pasaría más de tres meses seguidos, porque son demasiado grandes y para vivir prefiero pequeñas ciudades como Rouan, Oxford, Perugia o Salamanca. También me atraen más las ciudades interiores que las capitales, como Cusco, Guayaquil, Talca o Rosario.

¿Qué relación tiene con Santiago? ¿Le parece una ciudad literaria?

Este año 2014 habré visitado Santiago tres veces. Una más que a Lima. En realidad, desde hace tres años visito más veces Santiago de Chile que Lima, porque aquí tengo amigos maravillosos que me ofrecen la posibilidad de ir para hablar de literatura, historia o lo que se tercie. Y por supuesto que Santiago es una ciudad literaria porque es el territorio de las narraciones de Emar, González Vera, Donoso y Bolaño o de las novelas de Jorge Edwards y Germán Marín, por no hablar de otros autores más jóvenes como Carlos Franz, Gonzalo Contreras, Jaime Collyer, Arturo Fontaine, Rafael Gumucio, Mauricio Electorat o Andrea Maturana.

Hace poco editó un libro sobre libreros de viejo, ¿de qué trata?

Cada año, la Universidad de Sevilla publica un libro promovido por la Asociación de Amigos del Libro Antiguo de Sevilla. La única condición es que la obra propuesta se ocupe de las librerías de viejo, los escritores olvidados y el mundo del libro antiguo. En mi caso he añadido mi debilidad por los rastros, mercadillos, necrológicas y trastos de escribir.

¿Qué magnetismo es el que encierran las librerías de viejo?

Para un profano, las librerías de viejo sólo atraen a personas extrañas, maniáticas y quisquillosas, pero cuando uno forma parte de aquel mundo todos sus pobladores se le antojan curiosos, eruditos y sofisticados. No es lo mismo ser comprador habitual de libros de segunda mano que turista ocasional en Shakespeare & Company.

¿Es usuario de los formatos de lectura digital o un cruzado de los libros en papel?

Soy usuario de ambos, aunque sólo uso el eReader cuando viajo y para leer libros en PDF. Para todo lo demás, siempre en papel, porque el eReader me parece incómodo, difícil y desesperante. ¡Jamás podría manipular un iPad o un Kindle! Me superarían y acabaría deprimido.

¿Tiene proyectos en narrativa?

No estoy en la ficción en este momento, por más que me pese. Me gustaría escribir dos novelas más antes de morir y no creo que vuelva a escribir ni un solo cuento más. Lo que más me ilusiona es escribir ensayos e incluso una enciclopedia, aunque más bien sui generis y personal.

Este año murió Gabriel García Márquez. ¿Reconoce alguna herencia de su obra?

Sin duda, porque Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y Crónica de una muerte anunciada son artefactos perfectos y modélicos, llenos de registros distintos. Escribir una novela que hechice a los lectores como me hechizó Cien años de soledad es mi ballena blanca. Por eso mismo quizá nunca lo consiga, pero lo importante no es cazar a Moby Dick sino morir en el intento, como el capitán Ahab.

Hace 11 años se realizó el Encuentro de Escritores Latinoamericanos en Sevilla, que reunió a autores de su generación y Roberto Bolaño. ¿Cómo ha visto el desarrollo de su generación? ¿Cómo aprecia la influencia de Bolaño?

Creo que todos los autores que asistimos a aquellas sesiones hemos sido leales a los proyectos de escritura que formulamos en Sevilla. No hablo de premios, ni de éxito, ni de ventas, sino de coherencia. Por otro lado, Cristina Rivera Garza, Rodrigo Fresán, Edmundo Paz Soldán y Jorge Volpi han alcanzado un prestigio e influencia a la altura de la valía de sus obras, aunque lo más importante es que la figura de los ausentes -los escritores de mi generación que no fueron a Sevilla- ha crecido tanto o más que las nuestras. Pienso en Iván de la Nuez, Mayra Santos-Febres, Damián Tabarovsky, Jacinta Escudos, Juan Carlos Méndez Guédez, Gabriela Alemán, Alberto Fuguet o Ana Istarú. No creo que todos tengan influencias de Bolaño, mas sí considero que todos habrán hecho una lectura muy concienzuda de su obra, porque la figura de Bolaño y sus libros nos rozaron de distintas maneras e intensidades.

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