El 15 de agosto de 1855, en los últimos días de la "Fiebre del Oro" en California, un hombre llamado Thomas Seward le escribió a su esposa, Lucy. Seward había pasado algún tiempo en faenas mineras de montaña y refería así su violento presente:

"Estamos pasando por tiempos riesgosos en las minas matando chilenos, pero supongo que no sabes quiénes son. Son habitantes de Chile, uno de los países de Sudamérica, que son una mezcla de españoles e indios. Hay muchos aquí y han estado cometiendo asesinatos y robos por un buen tiempo, por lo que los mineros están disparando a cada rato y colgando a cada chileno que encuentran".

El lenguaje frío y directo de la carta, concede el historiador Fernando Purcell en su último libro, puede contener una cuota de exageración. Sin embargo, "evidencia las generalizaciones que se hacían respecto de toda la comunidad chilena" desde la mirada angloamericana, que sólo unos años instaló su hegemonía política al incorporarse la Alta California mexicana a EEUU. Por lo demás, agrega en otro pasaje, para muchos anglos los chilenos no eran distintos de los mexicanos, a quienes llamaban "grasientos". Distintos eran los irlandeses, pero tampoco eran de los suyos.

Reconsiderar las tensiones de ayer en un territorio cosmopolita, en perspectiva global y atendiendo a las huellas de la experiencia. Es lo que hace Purcell -profesor de la UC y ex director de su Instituto de Historia- en ¡Muchos extranjeros para mi gusto! Mexicanos, chilenos e irlandeses en la construcción de California, 1848-1880.

¿Qué tan presente quiso que fuese esta historia del siglo XIX?

Cuando escribí mi tesis [doctoral], que terminé en 2004, veía mi tema inserto en un continuo histórico que llegaba hasta inicios del siglo XXI. Ahí estaba el presente y me contentaba con eso. Pero al momento de preparar el manuscrito como libro, el presente lo iluminó, lo que tiene que ver con aportar desde la historia a la sociedad actual y con mi convicción de que el foco de la historia no es el pasado, sino el tiempo en un sentido transversal, incluyendo el futuro.

La cuestión racial

El también autor de ¡De película! Hollywood y su impacto en Chile, 1910-1950, responde por mail a La Tercera desde Washington, donde trabaja en "una especie de historia ambiental y cultural del papel de EEUU en la promoción de la hidroelectricidad en Sudamérica, en el marco de la Guerra Fría". Y lo hace en las horas previas a la transmisión del mando presidencial, a la que tenía previsto asistir. Mal que mal, enseña historia de EEUU.

Colchagüino residente aún en Colchagua, situó en esas tierras su tesis de pregrado. Pero en una perspectiva transnacional, central en su abordaje disciplinar, abrió el obturador historiográfico a los cruces y encuentros de culturas e identidades. Incluyendo la suya propia, siendo tataranieto de un irlandés que recaló en Nueva York antes de llegar a Chile ("Las adhesiones identitarias siempre juegan un papel en términos de las preguntas que uno se hace").

Abordando el ítem Trump, agrega que "un historiador siempre toma postura", aunque, explica, "el oficio obliga a interpretar el pasado luego de conocer muy bien los distintos puntos de vista y comprenderlos en su conjunto. Respecto de Trump uno puede tener una postura muy crítica, como la mía, pero me siento obligado a intentar comprender por qué fue electo, por qué hay gente que tiene tanta esperanza en lo que pueda hacer". El mayor desafío, concluye, es "transformar el disgusto por un personaje en un ejercicio de investigación y comprensión de una sociedad".

¿Cómo ha operado la asimilación "latina"? ¿Han sido los hispanos más refractarios?

Creo que no. Si miras los índices de retorno, los latinos son mucho más proclives a quedarse si los comparas con los italianos, quienes retornaron en un 50%. Ocurre que ha habido muchas generaciones de inmigrantes latinos, pero se han ido integrando, han adaptado su cultura y han ido perdiendo incluso el idioma. Lo excepcional de la migración latina es lo prolongada como corriente continua en los últimos 50 años.

El libro constata cierta confusión angloamericana respecto del "otro" étnico, sea mexicano o chileno…

El angloamericano, y Estados Unidos en general, piensa siempre en términos raciales. Esto ha marcado su historia. El mundo blanco y el negro han conformado divisiones binarias desde inicios del siglo XVII. Lo interesante es que las oleadas de inmigrantes y los diferentes contextos han forzado a los angloamericanos a encontrar sentido, racialmente hablando, en el otro, en el inmigrante, pero sin olvidar la gran diferencia entre blancos y negros. Entonces se ha ido identificando a los inmigrantes como personas más o menos cercanas a cada uno de los extremos raciales. Estos procesos han ido cambiando, pero a mediados del siglo XIX, los angloamericanos agruparon en California a todos los latinoamericanos dentro de una categoría racial común. Y en una sociedad racializada, éstos tuvieron que crear una identidad racial propia, aduciendo su pertenencia a lo que denominaron "raza latina" y discriminando a otros grupos, como los chinos.

¿Cómo opera el temor a las minorías?

El concepto de minoría suele ser asociado a porcentajes, pero acá lo más relevante es observar qué ponen bajo amenaza los distintos grupos raciales, socioculturalmente. En algunos estados del sur, la población negra era muy elevada en la primera mitad del siglo XIX, pero no constituía una amenaza para la cultura hegemónica blanca. A mediados del siglo XIX, en California, EEUU acababa de conquistar un territorio, lo que hacía urgente el establecimiento de su hegemonía, a través de sus instituciones, leyes y cultura. Esto fue desafiado por cientos de miles de inmigrantes que llegaron al mismo tiempo que los angloamericanos, en busca de oro y oportunidades. La situación era mucho más apremiante y los temores de los angloamericanos de perder su hegemonía evidentes, por lo que la discriminación racial fue extrema. Hoy, en California, donde hay mayor cantidad de migrantes latinos, y sin desconocer que muchos de ellos son discriminados, son residentes de otros estados quienes más temen que los latinos dejen de ser una minoría.