Al norte de Madrid se ubica el Centro de Alto Rendimiento (CAR), donde Tomás González ultima su preparación de cara los Juegos de Río de Janeiro. Un desafío silencioso que se fotografía en el modulo de gimnasia, donde también entrenan los mejores gimnastas españoles, como Ray Zapata.

Allí se dibujan días que sólo se repiten cada cuatro años. Así que la tensión es imprescindible, porque ya quedan menos de 30 días para los Juegos. El que vigila esa tensión es Fernando Siscar, el seleccionador español, un ex gimnasta reputado que, en el Europeo de Roma de 1981, recogió el testigo del legendario Joaquín Blume. Logró lo que hasta entonces sólo había conseguido Blume para España, meterse en la final de salto. Hoy, Siscar aconseja a Tomás González en Madrid. Un entrenador de nivel que realiza un ambicioso diagnóstico del gimnasta chileno para La Tercera. "Nos conocemos desde hace muchos años y esta vez le veo más seguro que nunca". Así que sólo queda que explique como transcurren los días de Tomás en la capital de España, donde el calor del verano se asemeja a la temperatura que se vivirá en Río de Janeiro a partir del 5 de agosto.

A los 30 años, para Tomás ya puede ser "ahora o nunca" en unos Juegos. ¿No es más difícil trabajar así?

No es más fácil ni más difícil. Sólo se trata de ser realista y admitir que está en la recta final y que no se imagina que pueda aguantar a este nivel otros cuatro años. A su edad, es casi impensable, pero por eso mismo se trata de aprovechar la oportunidad ahora.

Y ha acudido a usted, seleccionador español masculino.

Yo tampoco lo vería así. No hace falta que ustedes me den esa importancia. Tomás es un hombre que entrena solo, que no tiene compañeros y eso lo hace todo más difícil, más duro. Máxime a estas alturas. Por eso cuando coincidí con Antonio, su entrenador, en el Preolímpico me preguntó si podía venir aquí a trabajar con nosotros y yo le dije que "sí, claro, cómo no, en realidad, es un honor".

¿Qué ha descubierto de él?

No demasiado, porque ya nos conocíamos. Son demasiados años en la gimnasia y, es más, los dos meses antes del Mundial de Glasgow ya estuvo entrenando aquí con nosotros. Fue una buena experiencia, porque entonces fue finalista. La idea es que ahora en los Juegos Olímpicos se pueda repetir e, incluso, mejorar.

¿Y se puede mejorar?

Sí, claro.

¿Hablamos entonces de un potencial medallista a los 30 años?

No mire la edad, mire al gimnasta, vea su estado, magnífico por ahora. Y eso claro que lo convierte en un potencial medallista. Yo nunca lo he visto tan seguro, tan regular como ahora, con esa mirada, con esa cara de concentración. No veo ningún obstáculo, a no ser que lo afecten los nervios, la ansiedad. No tiene por qué, pero…

Justo antes de partir a España, Tomás González reveló a La Tercera que después de participar en Holanda, el 26 de junio, tomaría la decisión de competir o no en salto en Río o se concentraría únicamente en el suelo. ¿Nos devela usted el misterio? ¿Volverá Tomás a repetir lo de hace cuatro años, en los JJ.OO. de Londres, que hizo salto y suelo?

No lo creo y no lo veo. A los 30 años es el momento de concentrar las energías en una sola prueba y Tomás va a apostar esta vez sólo por el suelo.

¿Qué está haciendo usted por él?

Bueno, vamos a ver, yo tengo un plan de trabajo para todos nuestros gimnastas y es él quien se adapta a nosotros. A partir de ahí es natural que haya cosas que cambien. No le puedes pedir lo mismo a un chaval de 22 años que a otro de 30, porque hay que cuidar más los tobillos, hay días en los que no se puede doblar la sesión… Pero eso entra dentro de la lógica y de lo que hablé con Antonio, su entrenador, que, por cierto, decía que iba a venir aquí con Tomás y hasta ahora no ha podido. Así que yo estoy haciendo de él.

¿Y eso no es demasiada responsabilidad para usted con todo el trabajo que ya tiene? ¿Puede hacerle frente?

Pues sí, porque le voy a confesar una cosa: Tomás está mostrando una efectividad sobre suelo muy alta e insisto en que, si no le traicionan los nervios, lo veo como mínimo de finalista. Pero también sé que esta va a ser su última vez y que eso no es fácil. He sido gimnasta. Llevo trabajando con gimnastas casi toda mi vida y lo sé.

¿Qué le dice Tomás a usted?

Bueno, él vive en un hotel cerca del CAR porque aquí en la residencia, en esta época, no quedaban ya plazas ni habitaciones libres. Y, si le soy sincero, sólo lo veo en el gimnasio y hablamos muy poco, entre otras cosas porque él tampoco es muy hablador. Siempre fue un hombre introvertido.

¿Eso dificulta la comunicación con él?

No tiene por qué. Una cosa es que sea difícil llegar a él, que vayamos a hacer una amistad, y otra lo que pasa en el gimnasio. Ahí él tiene una clara idea de lo que pasa siempre respetuoso, con una atención insuperable a cualquier cosa que le digas, cualquier detalle, cualquier cosa… La prueba es el nivel con el que continúa a su edad. No es fácil.

Ya le dije que Chile sueña con su medalla, se aferra a ella.

Me parece un sueño con causa, ya se lo he dicho.