La leyenda dice que el joven Fidel Castro era un extraordinario lanzador de béisbol. Con 1,91 de estatura tenía una recta demoledora, pero también buenas curvas, sliders y cambios variados. Con y sin nudillos. Aunque le faltaba algo de control, pecado mayor para quien intentaba llegar a las Grandes Ligas. Igualmente un crack amateur de ese jueguito que los estadounidenses introdujeron al ocupar Cuba y que, al poco tiempo, se transformó en pasión de los isleños. Tanto, que terminarían siendo potencia mundial y ganadores de tres medallas de oro y dos de plata en las cinco ocasiones en que el deporte de los
bates fue parte de los Juegos Olímpicos.
También jugó básquetbol, aunque con menos talento y entusiasmo que el que ponía en el diamante. Ya en el poder, sin embargo, decidió impulsar el deporte como una vía de crecimiento para el pueblo cubano, así como una herramienta de propaganda para la revolución. Cuando en el resto de América Latina se hacía poco o nada por fomentar la actividad física, Cuba inició el trabajo de las escuelas de Iniciación Deportiva (EIDE) y, consecuentemente, se crearon los Juegos Nacionales Escolares, donde los cubanos comenzaron a detectar y potenciar talentos en las más diversas disciplinas, con particular éxito en los casos del boxeo, atletismo, judo, lucha, esgrima y ciclismo.
El fervor que ponía en la promoción del deporte lo dejó en claro ya en noviembre de 1961, a pocos meses de la creación del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (inder). "Tesoneramente seguiremos luchando para forjar las nuevas condiciones de vida para nuestro pueblo, las nuevas condiciones de salud y las nuevas condiciones de felicidad y de alegría para nuestro pueblo. Por eso, compañeros, en el deporte como en todos los frentes de batalla, ¡Patria o Muerte!¡Venceremos!", dijo en uno de sus tantos discursos, de los tres mil que pronunció en su larga vida, dedicados a la materia.
La cosecha en la cita de los cinco anillos comenzó a los cinco años de la caída de Fulgencio Batista, con un solitario bronce de Enrique Figuerola en los 100 metros planos en Tokio 1964. Luego el crecimiento sería exponencial, con cuatro en México 68; ocho en Múnich 72; 13en Montreal 76 y 31 en Barcelona 92, el máximo que han logrado los cubanos en una edición olímpica. En total, 207 visitas a los podios, con 72 oros, 65 platas y 70 bronces en sólo 12 ediciones de los JJ.OO,, pues Cuba no participó en Los Ángeles 1984 y Seúl 1988.
Mientras que, en los Panamericanos, desde Cali 1971 hasta Toronto 2015, Cuba nunca dejó su segundo lugar en el medallero y en 1991, cuando recibió los Juegos en La Habana, se dio el gusto de adjudicarse el primer lugar por delante de Estados Unidos. El costo fue alto, de cualquier modo, porque junto con la instauración del régimen socialista, Castro prohibió el profesionalismo y cerró las fronteras a los deportistas que quisieran partir a competir a otros
países, particularmente a las poderosas industrias del béisbol y el boxeo en Estados Unidos. Así, el líder tuvo que ver como decenas de grandes estrellas aprovechaban la mínima oportunidad de desertar para integrarse a algún equipo estadounidense o ponerse en las manos de algún mánager o promotor de boxeo, en búsqueda de la riqueza personal que en la Isla les estaba negada.
De paso, los métodos de organización y desarrollo deportivo fueron exportados decenas de países, socialista o no, con el envío de técnicos que potenciaron a talentos de las más diversas nacionalidades. En Chile, por ejemplo, figuran los casos de Francisco Casamayor, Raúl Gutiérrez, Roberto Vidal y Luis López (pesas), Yoel Gutiérrez (gimnasia), Dulce Margarita Garcia (bala), Jesús Martínez (boxeo), Néstor Almanza y Eugenio Montero (lucha).
En el camino, además, tuvo una estrecha relación con algunas figuras de nivel mundial. La más famosa de ellas, con Diego Maradona, quien el lunes espera partir desde Croacia (donde se encuentra asistiendo a final de la Copa Davis) para asistir a las exequias, pero también Muhammad Ali, a quien conoció tantos en la época de gloria del boxeador como en los momentos en que The Greatest ya padecía el mal de Parkinson.
Con aciertos, desaciertos y con la carencias de libertades incluidas,los procesos de desarrollo deportivo de los caribeños son ejemplares. Sus índices de salud responden a ellos (además de su extraordinaria cobertura médica) y, en el plano individual, dejó para la memoria a nombres tan significativos como Javier Sotomayor, Félix Savón, Iván Pedroso, Alberto Juantorena, Teófilo Stevenson, Orlando Hernández, Ana Fidelia Quirot y Regla Torres.