Si la FIFA luchaba por recuperar su reputación durante Brasil 2014, todo se terminó de venir abajo con la explosión del caso reventas. La policía brasileña arrestó a doce personas que integraban una red ilegal de venta de boletos y que esperaba ganar hasta 200 millones de reales (unos 90 millones de dólares). Entre ellos, resaltó un funcionario del organismo rector, y el director ejecutivo de Match Service, agencia contratada también por los mismos.
Se trató de un golpe duro para los organizadores de la Copa, que ya venían dañados por la controversia de la designación de Qatar 2022. En la mira sigue Joseph Blatter, que, a sus 71 años, piensa en la reelección y no así en las pifias que recibió cada vez que aparecía en las pantallas gigantes de los estadios del Mundial. "Mi misión no ha terminado", asegura, inmutable.
Pero a la hora de hablar de la polémica de la reventa, lo hace sólo con evasivas. "Tiene que presentar evidencias, cuando uno habla de algo que no funcionó con las entradas se tiene que demostrar", dijo molesto, al ser consultado cuando hacía las evaluaciones finales de la competición.
El "número dos" de la FIFA resultó ser más directo, pero también más pesimista. Jérome Valcke, secretario general, aseguró que el organismo "hace todo" por combatir la reventa, pero que en el futuro puede haber "otras historias", similares al escándalo descubierto por la policía en Brasil 2014.
"Nosotros vendemos todos nuestros tickets por el valor nominal. Luego hay tres millones de boletos fuera del sistema, que van a delegaciones futbolísticas, socios comerciales... Creo que no hay forma de controlar totalmente la venta de entradas fuera del sistema", admitió en una rueda de prensa en Río de Janeiro. Eso sí, se encargó de liberar de responsabilidad a la FIFA, resguardado en que "no se puede decir que nosotros no estamos combatiendo este negocio. Estamos en contra de esto y otorgamos total apoyo a las investigaciones".
"Nunca conseguiremos poner fin a ese sistema ilegal de venta", finalizó.
Whelan, bajo la lupa
En tanto, los acontecimientos se siguen sucediendo en Brasil. La policía brasileña apuntó a Raymond Whelan, director de Match Service, como el líder de la red ilegal de reventa, pero en medio de la investigación, el británico desapareció del mapa con una órden de prisión preventiva en su contra.
El empresario permaneció prófugo durante cuatro días, antes de entregarse a la justicia con la confianza de que "por fin" podrá empezar a defenderse de los cargos de los que se le acusa, según indicó sus defensores. Según medios brasileños, las cámaras de seguridad del lujoso hotel de Copacabana captaron el momento en que huyó del edificio antes de la llegada de la policía brasileña.
Las investigaciones policiales informan que serían tres empresas de turismo localizadas las que se contactaban con agencias de viajes para vender boletos por un precio superior al designado. Estos correspondían a tickets proporcionados por la FIFA como cortesía para patrocinadores, organizaciones no gubernamentales y miembros de la comisión técnica de la selección brasileña, que luego serían vendidos a turistas, logrando beneficios de más 450 mil dólares por partido.