Cumple 25 años el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar (FICViña), pero sus primeros pasos los dio hace medio siglo. Fue por 1963 cuando Aldo Francia (Valparaíso, mi amor) fundó el Festival de Cine Aficionado, que cuatro años después derivó en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Un hito donde se encontraron cineastas como Humberto Solás, Glauber Rocha, Raúl Ruiz y Miguel Littin.
Interrumpido por el régimen militar, el festival regresó con la democracia. Desde entonces, se ha realizado con altos y bajos. Pero este año, celebrando el citado aniversario, está la idea de revivir el espíritu de esos añorados orígenes, con una selección sólo con cintas latinoamericanas.
Desde este lunes 18, hasta el domingo 23 de noviembre, el festival presentará 112 películas. De éstas, 15 forman parte de una amplia Competencia Latinoamericana. Documentales y largos de ficción que coinciden, en gran parte, en tomar temáticas contingentes, con personajes que disparan reflexiones de las distintas realidades de la región.
Una de las películas que más resaltan es Wakolda, filme argentino dirigido por Lucía Puenzo (XXY), que debutó este año en el Festival de Cannes. Elegida para representar a Argentina en la preselección a los Premios Oscar, la cinta protagonizada por Natalia Oreiro y Alex Brendemühl ficciona la estadía del médico nazi Josef Mengele (el llamado "Angel de la Muerte" de Auschwitz) durante su estadía en el sur de Argentina en 1960. Ahí conoce a una familia con quien construye una cercana relación y donde, además, ve la posibilidad de aplicar sus métodos que se basan en la pureza y perfección racial.
También en competencia está Pelo malo, cinta venezolana dirigida por Mariana Rondón que sorprendió al ganar el último Festival de San Sebastián. Emparentado con el estilo realista tan del cine de los 60, el filme sigue la historia de un niño de un barrio pobre de Caracas, quien busca alisarse el pelo para la foto del colegio y así parecerse a un cantante de moda. Todo esto, frente a la dura resistencia de su madre.
Pero más allá de sus méritos, la cinta dio que hablar por la polémica que despertaron las palabras de su directora tras ser galardonada en San Sebastián. "Chávez nos sentenció a la guerra", dijo en una entrevista al diario El País, refiriéndose al clima de intolerancia política que impera actualmente. Algo que provocó fuertes encontronazos con la oficialidad venezolana, que sólo se cerraron con el apoyo al filme del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, entidad estatal que financió el proyecto.