Setenta y tres páginas tenía la primera entrega de Hannah Arendt para The New Yorker sobre el juicio a Adolf Eichmann. Estaba claro que tenía mucho que decir. La intelectual judío-alemana era la enviada especial de la revista estadounidense al proceso que se realizaba en Israel contra el responsable en las SS nazi del transporte a los campos de concentración. Menuda corresponsal tenían. Además de ya ser una destacada pensadora política con un libro como Los orígenes del totalitarismo a cuestas, Arendt había huido del nazismo y había estado en un campo de detención en Francia.
Pero cinco crónicas no fueron suficiente para ella y en 1963 publicó un gran ensayo sobre el caso que se convertiría en su mayor controversia y uno de los ejemplos más notables en que el subtítulo opaca al nombre del libro. Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal le costaría amigos y amenazas. A 50 años de esa primera edición, el filme Hannah Arendt revive la historia.
La película comienza en 1960, cuando Arendt vive tranquila en Nueva York, mientras Eichmann está siendo secuestrado en Argentina por el servicio secreto israelita, y sigue con el juicio de 1961, las corresponsalías, la condena a muerte de Eichmann, la escritura del libro y la repercusión que tuvo en su vida. Pero además hay saltos temporales, al pasado en que Arendt fue amante de su maestro, Martin Heidegger, a quien conoció cuando ella tenía 18 años y él tenía 17 más, una esposa y dos hijos, aunque aún le faltaba escribir Ser y tiempo y adherir al nazismo.
La cinta está dirigida por Margarethe von Trotta, cineasta alemana que se hizo conocida como actriz en filmes de Fassbinder, y es protagonizada por Barbara Sukowa, quien ganó en Cannes en 1986 por su interpretación de otra mujer fuerte, Rosa Luxemburgo. La película fue estrenada hace una semana en Estados Unidos, pero tuvo su premier mundial en el último Festival de Toronto, donde recibió críticas dispares. Entre las buenas estuvo The Hollywood Reporter, que destacó su "notablemente exitoso intento" de hacer que las ideas se vean "sexys o al menos pasablemente interesantes en pantalla".
La idea acá es la de la banalidad del mal, con la que Arendt planteaba que los crímenes más horribles podían ser cometidos por tipos comunes y corrientes que sólo sentían que estaban haciendo su trabajo. Asesinos de oficina que habían anulado su capacidad crítica y obedecían para ascender o al menos para no perder su trabajo. "Todo el mundo podía ver que este hombre no era un monstruo, pero era realmente difícil no sospechar que fuera un payaso", escribió Arendt sobre Eichmann.
Además de cuestionar la maldad intrínseca de este líder nazi, Arendt puso en duda a través de múltiples argumentos la legalidad de un juicio que le parecía más una farsa montada para cobrar venganza. La polémica estalló. La acusaron de ser antisemita, se preguntaron si acaso era nazi, si intentaba justificar a los criminales, recibió amenazas, perdió amigos.
El juicio marcó precedentes para los derechos humanos y la filosofía. Lo primero gracias a las resoluciones legales que se tomaron, lo segundo gracias a Arendt y este libro que el diario El País dice que "serviría para explicar el siglo XX a un extraterrestre".
Más Arendt en los libros
Otra faceta de la pensadora aparece en el recién editado libro La batalla de las cerezas, en que el filósofo Günther Anders reconstruye las conversaciones que tenía con ella mientras estuvieron casados entre 1929 y 1937. Y como no podían hablar del clima solamente, el libro da para 160 páginas de recuerdos. Además, RBA Libros ha reeditado recientemente Existencialismo y compromiso, una recopilación de sus artículos.