Con la Copa del Mundo en manos de Alemania, a Brasil solo le queda el mal recuerdo de la doble derrota de su selección y la gigantesca infraestructura de 12 estadios que les dejó el torneo de fútbol. En total, el país sudamericano desembolsó US$ 11.500 millones para la construcción o remodelación de las sedes que albergaron los partidos del campeonato, dinero que en gran parte salió del bolsillo de los brasileños.
Los gastos, sin embargo, no han finalizado, pues en el horizonte están cada vez más cerca los Juegos Olímpicos que entre los días 5 y 21 de agosto de 2016 se realizarán en Río de Janeiro. El desafío es mayúsculo, dado que Brasil no se ha caracterizado por cumplir a tiempo con sus compromisos en materia de infraestructura: solo el 30% de las obras proyectadas para el Mundial de Fútbol fueron entregadas. Ya en abril de este año el Comité Olímpico Internacional (COI) criticó a quienes integran la comisión que organiza Río 2016, tildándola como la "peor hasta ahora", pero advirtiendo que no existía "un plan B".
No obstante, a poco más de dos meses de aquella nefasta sentencia, el viernes pasado el presidente del COI, Thomas Bach, mostró una postura completamente distinta en una reunión con la Presidenta Dilma Rousseff en Brasilia. "Estamos muy contentos y confiados. Estamos seguros de que en los Juegos Olímpicos se transmitirá el mensaje de que Brasil es emocionante y eficiente", aseguró Bach.
Según el diario carioca O Globo, las autoridades están confiadas en que todo estará listo a tiempo, a pesar de que aún queda mucho por finalizar: la línea 4 del metro de Río de Janeiro solo estaría en funcionamiento en el primer semestre de 2016, y ni siquiera hay garantías de que la estación modal Gavea (en el sur de la ciudad) sea finalizada a tiempo.
Hasta ahora el gobierno de Rousseff estima que la inversión será de unos US$ 16,2 mil millones ($36,6 mil millones de reales). Sin embargo, esta cifra amenaza con incrementarse dado que, según el diario carioca, aún hay proyectos cuyos presupuestos no se han calculado y algunas fechas tampoco han sido definidas.
Recién a principios de julio comenzaron las obras para uno de los centros deportivos más importantes del torneo, el Parque Olímpico de Deodoro, que contará con siete áreas para distintas disciplinas.
La Corte de Cuentas de la Unión (TCU), la oficina federal encargada de los presupuestos, está preocupada por la cantidad de trabajo pendiente, dado que un informe suyo publicado en junio señala que de los 52 proyectos esenciales para los JJ.OO., solo 25 tenían valores y fechas límite. El miedo de la TCU es que la prematura ejecución de los proyectos pueda elevar el precio final de las obras y su calidad.
Además de la deuda estructural, Río 2016 tiene otros desafíos. El próximo 2 de agosto cerca de 300 atletas brasileños y extranjeros llegarán a suelo carioca para realizar una serie de carreras en la bahía de Guanabara (uno de los principales puntos turísticos de la ciudad), donde pondrán a prueba las condiciones climáticas. Sin embargo, en algunos lugares de esta zona la contaminación del agua hace difícil el tránsito. El gobierno de Río lanzó un plan en 2009 para limpiar profundamente al menos el 80% de la bahía, pues se trataría de un legado ambiental del evento. Pero hasta ahora el escenario sigue siendo desolador y un desafío para las autoridades y organizadores. Si durante la Copa del Mundo el gobierno brasileño tuvo que poner énfasis en la seguridad, según O Globo, el perfil de los JJ.OO. requerirá una mayor atención, debido a que los eventos se concentraran en la ciudad. En esa línea Río de Janeiro tendrá el desafío de cumplir con las tareas pendientes que quedaron del torneo de fútbol, además de demostrar su capacidad como el primer país sudamericano en hospedar los JJ.OO. Unos 15 mil atletas de 200 países participaran en las competencias, y se calcula que unos 7,7 millones de personas que transitarán en agosto por el país sumando todas las competencias.