Dos blogueros norteamericanos se unieron para demostrar el machismo que existe en el trabajo.
Hace tres años, Martin Schneider trabaja en una compañía dedicada a intermediar entre desempleados y empresas en Pensilvania, Estados Unidos.
Aquí era compañero de trabajo de Nicole Hallberg. Juntos decidieron hacer un experimento virtual para evidenciar la discriminación que sufren las mujeres en el mundo laboral y que fue relatado a través de Twitter, donde las publicaciones sumaron más de 10.000 me gusta.
Durante una semana, él firmó con el nombre de ella los correos electrónicos y viceversa. De esta manera, el hombre dice que comprobó que los clientes actúan de manera diferente cuando creen que les está hablando una mujer.
"Fue un infierno. Todas mis preguntas o sugerencias eran cuestionadas. Por ejemplo, los clientes que normalmente me resultaban sencillos eras condescendientes conmigo. Uno incluso me preguntó si estaba soltero", relató Martin.
Por el contrario, Nicole tuvo la semana más productiva de su carrera. Constantemente ella recibía quejas de su jefe porque se demoraba en cerrar los tratos con los clientes, situación que la estresaba mucho.
Sin embargo, cuando comenzó a firmar con el nombre de él, los clientes daban respuestas positivas, respondían rápido, incluso la felicitaban por sus preguntas.
De esta manera, Martin se dio cuenta que Nicole tardaba más en solucionar los problemas o cerrar los tratos porque primero tenía que ganarse la confianza de los demás. "No era mejor en mi trabajo que ella. Simplemente, tenía esa ventaja invisible", sostuvo.
"Lo que aprendí de este experimento es que hay muchos comportamientos sexistas que no son realmente intencionados. No lo hacemos de forma consciente ni pensando que las opiniones de las mujeres valen menos. Pero muchos hombres los cometemos igualmente", dijo el ejecutivo a Verne.
Y agregó: "debemos darnos cuenta ya (...) Eso comienza escuchando las experiencias personales de cada mujer, en vez de pedirles justificaciones".
Según Nicole, cuando decidió cambiar las firmas con su compañero de trabajo, tuvo la semana laboral más sencilla de su vida.
Pero no fue respaldada por su superior. "El jefe no nos creyó cuando se lo contamos. Dijo que podía haber miles de razones por las que los clientes habían reaccionado de otra forma. Por primera vez en los dos años que pasé allí, casi pierdo los nervios. Siempre me pregunté qué ganaba mi jefe negando la existencia del machismo, incluso cuando me apoyaba un compañero. Nunca lo supe, pero dejé esa empresa", aseguró la mujer.