Florian Zeller, el dramaturgo de la sangre
En El padre, la obra que en abril llega al Teatro UC bajo la dirección de Marcelo Alonso, el Alzheimer que padece el protagonista altera la vida de su familia. Aquí, el premiado autor francés detalla su obsesión por la fragilidad de los afectos ante todo lo demás.
PUDO haber dedicado su vida a la astrofísica, pues creía y sigue creyendo que "el verdadero misterio de todo está ahí", pero Florian Zeller (1979), el segundo de tres hijos de un matrimonio formado por un ingeniero y una mujer que solía leer el tarot en los suburbios parisinos, acabó contradiciendo las herencias familiares. "En mi casa no había más libros que los clásicos y los que nos hacían leer en la escuela, y aun así, desde muy joven, mi sueño siempre fue escribir", cuenta desde Francia, donde vive.
En su primer intento se enfrentó a la narrativa: en 2002, con 23 años, publicó su novela Nieve artificial, que obtuvo el Premio de la Fundación Hachette. Le siguieron las elogiadas Los amantes de cualquier cosa (2003) y La fascinación de los peores, en 2004, el mismo año en que estrenó su primera obra: El otro. En esa larga y claustrofóbica escena, Zeller planteó el espeso diálogo entre una pareja fisurada por la infidelidad de ella. La obra fue recibida con buenas críticas, al igual que las posteriores, Le Manège (2005) y Si tu mourais (2006, Premio de la Academia Francesa ese mismo año), ambas alineadas en torno a lo placentero y retorcido del amor en el presente.
Directo al núcleo
Su nombre como dramaturgo, sin embargo, no hizo eco hasta el estreno de La madre (2010), que un año más tarde ganó el prestigioso premio Molière. "Es una obra sobre el momento en que los hijos abandonan el hogar. Hay una caída en el orden de las cosas, pero que no es menos doloroso a pesar de lo natural que pueda ser. Ella se encargó de la casa, los niños y su marido, y un día todo el mundo se fue. Ya sola, se siente engañada por la vida. Básicamente, tomé un hecho común en la vida humana para hablar sobre la soledad de una mujer y la depresión, aunque no sé, ni siquiera hoy, cómo fue que el texto desembocó en todo lo anterior", comenta.
En realidad, dice, nunca lo sabe del todo. Lo mismo le ocurrió dos años después, cuando tras volver a los escenarios con La verdad (2011), quiso retomar la hebra familiar con un nuevo texto. En esos meses comenzó a escribir su premiada comedia El padre, que lo catapultó como "uno de los talentos literarios más populares en Francia", según el periódico The Independent. La obra ganó tres Molière y fue traducida a más de 20 idiomas y estrenada, en cuestión de meses, en países como EEUU y Argentina.
Chile se sumará a la lista este 21 de abril, cuando llegue al Teatro UC una versión dirigida por Marcelo Alonso, coproducida por The Cow Company. La historia recae en Andrés, un octogenario patriarca que comienza a perder la noción de la realidad debido a su vejez. Su hija Ana y su esposo se han percatado sin que él lo sepa, o al menos eso creen. El montaje, que reúne a Héctor y Amparo Noguera, entre otros, introduce al espectador en la nublada mente de un hombre que repite escenas una y otra vez, además de olvidar nombres, fechas y rostros.
"Este hombre entra en un laberinto mental, en lo que llaman demencia senil y más tarde Alzheimer, y que lo hará transitar hacia una regresión absoluta hasta convertirse nuevamente en un bebé. Esta enfermedad es una de las formas más crueles del infierno, además de un largo adiós, y aunque no pretendía escribir sobre el Alzheimer con todas sus letras, me interesó, al igual que en La madre, cómo lo externo podía contaminar las partículas más elementales de la sociedad, como son las familias", dice el autor.
Ligeramente influenciada por el absurdo de Ionesco y la brutalidad de Pinter, El padre -"una farsa trágica por donde se le mire", según Zeller- lo reubica sobre el terreno del teatro más intimista, uno que no busca respuestas sino ofrecer preguntas: "Personalmente, no me atrae el teatro político, por ejemplo. No me gusta cuando un espectáculo explica o sentencia lo que debemos pensar. Sería demasiado fácil. Me gusta más cuando el público asiste a ver una obra sin saber exactamente lo que ocurrirá en escena ni lo que arriesga para sí mismo. Lo que quise fue ofrecer una experiencia nueva", dice.
Actualmente, Zeller trabaja en un nuevo texto, El hijo, envuelto por la música de Schubert: "La sangre nos une y a la vez nos separa de los nuestros, dependiendo de las circunstancias. Aquí, en El padre, es la enfermedad, ese infierno que no tiene solución, pues incluso el amor cae en un pozo sin fondo. Mi abuela padeció Alzheimer cuando yo era pequeño, y aún creo que es la tragedia más triste de nuestro tiempo", opina. "No quise contar las cosas que vi en ella, pues lo que importa no es si un escritor habla de su propia vida, sino que el espectador tenga la impresión de que le están hablando de la suya".
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