Para Ferrari, la historia parece ser cíclica. El nefasto 2014 que vivió, sin triunfos, con un monoplaza muy poco competitivo y lejos del nivel que se espera de la escudería más clásica de la Fórmula Uno, sumado al proceso de cambios de personal, conforman un panorama muy similar al de 1992, cuando el Cavallino Rampante se fue de vacaciones invernales sin éxitos.
Ese año, la casa italiana, con Luca Cordero di Montezemolo como presidente hacía poco tiempo, estuvo por los suelos. El francés Jean Alesi era el primer piloto, acompañado por el local Ivan Capelli, quien con opacos números llegó a reemplazar a Alain Prost. Evidentemente, la butaca le quedó grande: terminó cuatro de las 14 carreras que inició, y su mejor resultado fue un mediocre quinto lugar. En 1993, tras dos carreras en Jordan, Capelli se retiró.
Por el otro lado, Alesi intentó pelear y sumó dos podios. Nada del otro mundo. Al final, entre el galo y el italiano, sumaron veinte abandonos y apenas 21 puntos, para ser cuartos del mundial de constructores, muy lejos de Williams (164), McLaren (99) y Benetton (91), que monopolizaban los primeros lugares.
Era una época negra para Ferrari, que inició su mejora con la llegada de Jean Todt, quien asumió en 1993 como director deportivo tras fracasar su intento de llegar con Peugeot a la F1. El francés fue la pieza clave con la que el Cavallino remontó tras dos años de desarrollo. Él fue una de las cuatro patas de una mesa estable que tuvo, además, al ingeniero Ross Brawn y al jefe de diseño Rory Byrne. ¿La cuarta pata? Michael Schumacher.
Los cuatro se llevaron todo lo que encontraron. Schumacher sumó cinco títulos, y Ferrari, hasta 2008, cuando se fue Todt, ganó ocho coronas de constructores.
Ahora, como en 1992, Ferrari está en ingeniería interna. Con la paliza de Mercedes y las penurias de Fernando Alonso y Kimi Raikkonen, que intentaron sacarle rendimiento a un mediocre F14T, la Scuderia se deshizo de todos, incluso de los dos jefes de equipo que tuvo en en el mismo año. Stefano Domenicali y Marco Mattiacci se marcharon de Maranello sin que nadie los vaya a echar de menos.
También se fueron varios más, incluyendo Cordero, quien fue reemplazado por Sergio Marchionne. Todo en un proceso intenso de cambio de imagen. Y, tal como en 1993, cuando llegó Todt como una apuesta arriesgada por ser un desconocido en la F1, Ferrari apunta a un ignoto en el circo, Maurizio Arrivabene. La diferencia: Todt venía del mundo motor (incluso fue navegante en Dakar), mientras que Arrivabene estaba ligado al marketing en tabacaleras.
Y el futuro no se ve, al menos en el corto plazo, próspero. De hecho, Arrivabene ya trazó la meta para 2015: "Si logramos dos victorias en 2015 será un éxito; tres, un triunfo. Y, si conseguimos cuatro, tocaremos el cielo", aseguró. Y claro, los resultados no llegan de inmediato.
Bajo la tutela de James Allison como jefe técnico, la llegada de Sebastian Vettel y la continuidad de Raikkonen, intentarán generar la forma de desarrollar un auto más competitivo que el F14T. En el papel, la tarea del diseñador Simone Resta y los ingenieros Mattia Binotto y Lorenzo Sassi no se ve tan difícil pensando en el reto interno, no así si quiere pelear con el resto.
Pero el Cavallino no está muerto. Este 2014 lo dejó con severas heridas, pero pretende volver a dar pelea en un par de años, a partir de esta serie de cambios. Será la forma de iniciar una era de éxitos... Si es que la historia es, realmente, cíclica.