Dos veces el director le pregunta a la protagonista si considera que alguna vez ha fracasado. Ella dice que no. Quizás en el amor, pero eso no le importaba realmente. Que nada que deseaba mucho le ha salido realmente mal. Las escenas son de intimidad -por lo mismo tienen peleas que pasan directo a la risa, como sólo se da entre dos humanos que se conocen de verdad-, y están filmadas siempre arriba de un auto en movimiento, donde la protagonista se ve como un cuadro de Boticelli, según describe alguien más durante la película.
Ella es Franca Sozzani, la mítica editora de Vogue Italia, la que llevaba tres décadas al mando de la revista y que la transformó de un producto comercial a una plataforma de expresión artística para los fotógrafos más talentosos del mundo. La que hizo una editorial de una modelo cubierta de petróleo después del derrame de BP, una edición sólo con modelos negras -que hoy se vende a miles de dólares en internet-, o una de violencia intrafamiliar que causó escozor. La otra Anna Wintour, que llevaba un look tan icónico como la melena corta de su par en Vogue Estados Unidos, usando un eterno pelo rubio ondulado. El director es su hijo, el cineasta y fotógrafo Franceso Carrozzini, quien decidió tomar la cámara y conocer más a su siempre ocupada madre. La película, llamada Franca: chaos and creation, se estrenó el año pasado en el Festival de cine de Venecia y ahora acaba de aterrizar en Netflix para Chile. El perfil no sólo es un vistazo a una de las mentes más creativas de la industria de la moda, y de las más influyentes, sino que es un testamento, ya que Franca Sozzani murió en 2016, a los 66 años, tras batallar un año con una enfermedad nunca especificada a la prensa.
Carrozzini -quien ha filmado videos de música para Beyoncé y Jay-Z e imprime ese tipo de estética en la película- sabe que su historia es particular. Sozzani, quien de joven duró casada tres meses y buscó trabajo en Vogue para demostrarle a sus padres que era una mujer capaz - "no tan tonta", dice ella en la película-, tuvo a su único hijo sin contarle al mundo quién era el padre, ya que este estaba aún casado (era un empresario italiano). Crió a su hijo sola, y como madre exitosa que trabajaba, y en el documental ríe cuando le recuerda que no fue a su graduación de escuela primaria porque estaba ocupada. Sozzani no ve como costo la renuncia al amor o la estabilidad familiar, dice que se toma la vida "ligeramente", que nada es tan grave, ni divorciarse ni que salga mal una fotografía, y es ese vistazo a la mente de una genia editorial lo que vuelve a la película un material valioso. Franca podría haber sido una película sólo sobre el legado artístico del sujeto que se perfila, y en parte lo es: desde el filósofo Bernard Henry-Levy, uno de los más importantes hoy en Europa, a los fotógrafos Bruce Webber y Peter Lindbergh explican el trabajo de Sozzani, una rupturista nata. Sino que es un pequeño vistazo a cómo vive una mujer en la cima. Y como de esas hay pocas, gracias a su sinceridad al repasar su vida, el documental se vuelve importante, más allá de la moda.