Dice Frances Morris que fue antes. Mucho antes de ser nombrada la primera directora mujer de la Tate Modern de Londres, el museo de arte moderno más popular del mundo, con 5,7 millones de visitas al año. Antes de que dedicara su carrera a definir exposiciones y colecciones para el mayor grupo de museos de arte contemporáneo del Reino Unido. Antes incluso de estudiar Historia del Arte en Cambridge y hacer un máster en el prestigioso Courtauld Institute.
Porque lo que dice Frances Morris -inglesa, 58 años, casada, tres hijos- es que para entender todo eso hay que remitirse a su infancia y adolescencia. A tres episodios que explican por qué una mujer como ella está donde está.
Primer episodio: las visitas al Museo Nacional Marítimo de Londres. Frances Morris es la hija del medio de un matrimonio formado por un arquitecto y una profesora de arte. "Una familia que no era rica, pero con intensa vida cultural", recuerda. La madre solía llevar a los niños a ese museo cerca de la casa.
"Allí, desde pequeña, me sentía atraída por una pintura fantástica de la muerte de Lord Nelson, que se exhibía junto con su uniforme en la batalla de Trafalgar. Era una experiencia muy profunda. Cuando me sentía triste iba a mirar esta pintura. Él se veía tan pálido y alejado del mundo", dice.
Segundo episodio: los días en el Museo de la Infancia en Bethnal Green. Dice Frances Morris que de niña iba hasta allá y se remecía:
"Lo que más amaba era la colección de casas de muñecas. Cuando tenía cinco años sólo podía ver la cocina si mi madre me levantaba. A medida que fui creciendo podía ver mejor hacia adentro. Todavía amo la idea de una casa para una muñeca. Hay algo de esas casas que me incentivó a querer trabajar en un museo. Algo de mover las cosas de lugar y ocupar espacios".
Y tercero, una pintura negra de Kazimir Malévich, que la hipnotizó en el Pompidou, en París, a los 18 años.
"Desde Cambridge me dijeron que tenía que mejorar mi francés antes de ingresar. Así que me fui a París a trabajar como niñera. Mi tiempo libre lo pasaba en los museos. La exhibición de Malévich en el Centro Pompidou llamó mi atención, porque de una manera era el artista que definió la revolución rusa. Yo era una apasionada de esa revolución. Todo mi conocimiento estaba coloreado por la propaganda revolucionaria, sus colores brillantes. Y de repente, verla representada por este gran agujero negro, esta ausencia de imagen, lenguaje, color... Me pareció fascinante y no tuve respuestas. Pero a mí siempre me han atraído estas grandes preguntas que nunca tienen respuestas".
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La fachada de la Tate Modern.[/caption]
Diferencias
Frances Morris estuvo en Santiago, invitada por la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez. Sentada en el hall de un hotel de Vitacura, una mañana, sin apuros pese a una recargada agenda, explica su sello en la Tate Modern. Conoce bien ese museo que dirige desde el año pasado. Trabaja allí desde que fue fundado el 2000. Primero, a cargo de las exposiciones; luego, de su colección internacional.
¿Cómo es la dirección femenina de un museo de arte moderno?
No sé si mi dirección es femenina o es simplemente mi dirección. Porque no estoy involucrada especialmente en las ideas de género, aunque he hecho un compromiso de equilibrar la colección: parte de mi estrategia es mostrar más artistas mujeres y fomentar carreras que han sido pasadas por alto. Muchos directores inician su vida como directores de museos: primero en instituciones pequeñas, luego son directores de instituciones grandes. Yo nunca he sido directora antes. Siempre he sido dirigida, trabajando con colegas y equipos. Así que en mi rol de directora incorporaré el trabajo en equipo como no se ha hecho antes. Entiendo y tengo simpatía por lo que llamo gestión intermedia. Es frustrante para gente creativa coordinar equipos y proyectos y no recibir reconocimiento ni apoyo. Se generan tensiones y mi rol es aliviarlas. Estoy creando equipos con esos gestores intermedios muy empoderados.
¿Esa es la principal diferencia con los tres directores anteriores, todos hombres, ninguno británico?
Sí. Mis antecesores estaban frustrados por estas tensiones. Pero al haberlas experimentado yo misma, sé cómo resolverlas.
Cuando asumió dijo que rescataría a las mujeres artistas que han quedado en la berma. ¿Cómo lo hará?
Es fácil si uno es director: tomas decisiones, haces un compromiso y lo mantienes. Fuera de broma, hay un problema. Al ser la Tate un museo nacional, la colección es del Estado y la entrada es gratuita. Pero tenemos que generar dinero. Hacer algunas exhibiciones que generen mucha venta de entradas, pues eso nos ayuda a hacer cosas en otras áreas que no venden tantos boletos. Debo tener una línea de exhibiciones de artistas muy famosos para apoyar el resto del programa. Por supuesto que estos artistas famosos son principalmente hombres. Pero lo estoy haciendo para subsidiar a artistas femeninas menos conocidas.
¿En quién piensa, por ejemplo?
Tengo nombres, pero no los quiero compartir aún. Sí te diré algo sobre este tema. Desde los años 30 hasta ahora, todas estas mujeres interesantes han trabajado de forma distinta que sus contemporáneos masculinos. Una cosa que caracteriza su obra es que generalmente tuvieron que hacerla en la casa. No tenían talleres independientes. Eran artistas mientras eran madres. Louise Bourgeois no tuvo un taller hasta los 80 años, Phyllida Barlow no lo tuvo hasta hace dos años. La forma y materiales que utilizaron en su arte refleja ese ambiente, fueron muy creativas con ese material doméstico. Es fascinante. Muchas de esas mujeres rompieron con la tradición.
¿Dónde está focalizando la búsqueda de nuevas artistas?
Debemos focalizar nuestro esfuerzo en un número acotado de lugares en el mundo, con intensidad, más que hacer un trabajo superficial y amplio. En algunos lugares, donde tenemos experiencia, investigamos qué está pasando, quién está haciendo qué. Así vamos descubriendo artistas femeninas muy interesantes.
Ahí, entonces, Frances Morris empieza a hablar de artistas chilenas.
En Santiago
La tarde anterior a esta entrevista, la directora de la Tate Modern fue a la exposición del Centro Cultural La Moneda, dedicada al arte abstracto chileno. Dice que vio obras que le encantaron. Las fotografió con su celular -las muestra ahora con entusiasmo en su Instagram- y apuntó los nombres de sus autoras.
"Fue muy bueno ver en la exhibición de La Moneda a un número importante de artistas mujeres interesantes haciendo arte abstracto en Chile en los 60 y 70. Para mí es muy curioso y un fenómeno que vale la pena investigar. Le escribiré una nota a Michael Wellen, nuestro curador para Latinoamérica, para sugerirle que quizás deba venir hasta acá y reunirse con los coleccionistas y con quienes están investigando acá", dice.
¿Qué nombres guardó para no olvidarlos?
Primero, Virginia Huneeus. Me pareció increíble. Un trabajo óptico, fascinante, raro. Totalmente abstracto, muy cinético. Brillantemente coloreado. Si miras de cerca esta imagen, ves una línea y pequeñas figuras que son pequeñas monjas que cargan velas. Extraordinario. Hay algo espiritual sucediendo, pero también un compromiso absoluto y riguroso con la abstracción. También Elsa Bolívar. Un bello trabajo. Otra artista cuyo trabajo amé está en la galería Patricia Ready. Es Cecilia Vicuña. Recientemente adquirimos una obra de ella para la Tate, así que me emocionó ver más de su trabajo en Santiago.
En la colección de la Tate está la fotógrafa Paz Errázuriz y la artista visual Lotty Rosenfeld. ¿Qué piensa de ellas?
Que son fantásticas. La fotografía es una gran cosa para nosotros y es muy emocionante extender nuestro trabajo hasta este lugar del mundo. Creo que, inicialmente, la fotografía es la manera más fácil para mostrar el arte chileno. Son obras muy serias y van muy bien con nuestra línea editorial.
Ese señor Vargas Llosa
¿Será la provocación siempre un criterio para el arte moderno y las exhibiciones de la Tate?
Gracias a Dios, sí. Seguirá entrando gente a la Tate que diga "esto es basura". Nosotros queremos un abanico de posiciones, queremos provocar debate.
En El País, Mario Vargas Llosa escribió de una visita a la Tate en julio. Decía que frente a un palo de escoba pintado de colores, reflexionó sobre lo que llama "la decepción del arte moderno": falto de ideas y significados. ¿Lo leyó?
No.
¿Qué piensa de esta crítica?
Marcel Duchamp se cuestionó el arte e hizo observaciones importantes, como que el significado del arte reside en el encuentro del objeto y el espectador. Puedes estar muy consternado por esta observación -como ese señor- o te puedes sentir muy empoderado. El escritor peruano está buscando la experiencia de sentirse cómodo en un mundo en que el rojo significa esto, el azul aquello y el amarillo esto otro. Desde principios del siglo XX el arte se está alejando de ese modelo y se compromete más con el mundo real, que es complicado. El arte hace preguntas sobre el mundo real, nos confunde, nos provoca. No hay una definición única de arte. Quien venga a la Tate buscando certeza de lo que es arte, va a estar decepcionado. Pero si abren su cabeza a los espacios creativos del arte visual, van a estar muy emocionados. Vivimos en un mundo que siempre ha estado buscando respuestas y seguiremos buscándolas en la Tate, de maneras distintas. Algunas de esas maneras parecerán palos de escoba.
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La muestra de Louise Bourgeois en 2007.[/caption]
La Patagonia
Frances Morris está casada con Martin Caiger-Smith, director de uno de los master de arte del Courtauld Institute, donde ambos estudiaron tras conocerse en la Universidad de Cambridge. "Los dos estamos involucrados en el mismo mundo. Hablamos mucho de arte y es muy enriquecedor. Pero también hablamos de otras cosas. Yo soy una apasionada del mar y de navegar; y Martin ama las montañas. En nuestro tiempo libre salimos de la ciudad a hacer actividades al aire libre, de manera muy simple, no lujosa", dice.
Él la acompañó en este viaje a Chile. Irán una semana a las Torres del Paine. "Chile se está transformando en un lugar que nos importa mucho -dice Frances-. La naturaleza aquí es fantástica. Uno de los escritores favoritos de mi esposo es Bruce Chatwin, quien estuvo en la Patagonia y escribió un libro que ha estado en el velador de mi marido por 20 años. Estamos muy emocionados".
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La retrospectiva de Yayoi Kusama de 2012.[/caption]
El caso Kusama
Antes de asumir como directora de la Tate Modern, Francis Morrris ya había mostrado allí su idea de dar espacio a artistas femeninas. Fue ella quien estuvo detrás de las restrospectivas de Louise Bourgeois en 2007, de Yayoi Kusama en 2012 y de Agnes Martin en 2015. Exhibirlas para hacerlas más conocidas. Ese es el objetivo.
Así recuerda la experiencia con la japonesa: "Hice una gran muestra con Yayoi Kusama, la artista japonesa, el 2012 en Londres. En ese entonces había muy poco reconocimiento de su nombre y no sabíamos cómo le iría a la exhibición. No era una artista famosa. Pero fue una muestra muy exitosa, que tuvo gran publicidad. Después trabajé en la gira de ella por Latinoamérica, la que la trajo a Santiago hace dos años, y ahora se ha convertido en una marca global. Fuimos parte del proceso de recuperación de alguien que estaba levemente perdido de la historia y lo reconectamos con un público más grande".