El Senado francés aprobó hoy por unanimidad la propuesta de ley que de prosperar también en la Cámara Baja permitirá la devolución a Nueva Zelanda de la veintena de cabezas maorí conservadas en varios museos franceses.

El futuro texto de ley fue defendido por el nuevo ministro francés de Cultura Frédéric Miterrand, en la que fue su primera intervención parlamentaria.

"No se construye una cultura sobre un tráfico, un crimen", sino sobre "el respeto y el intercambio, sobre una verdadera práctica de la memoria", destacó el sucesor de Christine Albanel en el puesto.

Mitterrand recordó que "esos artefactos" fueron en su origen objeto de práctica ritual y testimonio de respeto a los muertos, pero "bajo el efecto de la curiosidad macabra" de ciertos viajeros y coleccionistas europeos terminaron convertidos en elementos de un comercio que calificó de "particularmente bárbaro".

Los senadores y el ministro confirmaron así la decisión tomada en octubre de 2007 por el consejo municipal de Rouen, (noroeste), de devolver a Nueva Zelanda la cabeza de guerrero maorí que poseía su museo desde 1875.

Una decisión que, sin embargo, fue anulada en enero de 2008 por el Tribunal administrativo de esa misma ciudad, al que había apelado con carácter urgente Albanel, entonces ministra de Cultura.

El tribunal estipuló que el Consejo no había consultado previamente la opinión de la comisión científica que examina toda demanda de restitución de una "pieza" de las colecciones públicas nacionales.

De poco sirvió a la ciudad de Rouen su argumento de que, según la ley de 1994 sobre bioética, los restos humanos son excluidos del principio de no alienación de las colecciones publicas del país, pues "el cuerpo no es un bien patrimonial" y, por lo tanto, no requiere pasar "ante ninguna comisión".

Según explicó en ese momento el ministerio de Cultura, el objeto de dicha ley era impedir el tráfico de órganos y no concernía a las cabezas tatuadas de Nueva Zelanda, las momias egipcias o las reliquias de los santos.

El pueblo maorí lleva varias décadas intentando enterrar las cabezas momificadas de sus antepasados, expuestas o conservadas en diferentes museos occidentales.

Londres, Glasgow, Edimburgo, Manchester, Copenhague, Ginebra y Basilea son algunas de las ciudades que ya respondieron positivamente a su petición.

En 2008, Christine Albanel, resaltó que la decisión del consejo de Rouen podría haber desencadenado serias consecuencias en otras colecciones nacionales.