"Luego del estallido del escándalo de abusos sexuales de menores por parte del clero, la Iglesia Católica se encontraba de capa caída y el Vaticano, marcado a fuego por escándalos e intrigas al mejor estilo Dan Brown". Así resume Elisabetta Piqué, corresponsal en Roma del diario argentino La Nación y autora del libro Francisco, Vida y revolución, el panorama que Jorge Bergoglio encontró en marzo de 2013, cuando se convirtió en sucesor de Benedicto XVI.

Una descripción que es compartida por varios vaticanistas, en especial en lo relativo a la imagen de la Iglesia Católica. "Estaba triste, desilusionada, enrocada en sí misma, desprestigiada y en pérdida constante de credibilidad social", apunta José Manuel Vidal, director del portal español Religión Digital. "Toda la atención, desafortunadamente, no estaba en el mensaje del Papa Benedicto. Toda la atención estaba en los escándalos", comenta a La Tercera Andrea Tornielli, director de Vatican Insider, portal dependiente del diario italiano La Stampa.

Para el periodista británico Austen Ivereigh, fundador de Voces Católicas y autor de la biografía El gran reformador: Francisco, retrato de un Papa Radical, en esta "grave crisis" de credibilidad en la Iglesia universal hubo una mezcla de tres factores: "Uno institucional, manifiesto sobre todo en el Vaticano, que parecía sin gobierno; una serie de escándalos - financieros y sexuales- de encubrimiento; y una cultura defensiva, en la que se reaccionaba ante las amenazas del secularismo y del relativismo enfatizando la moral, el dogma, la doctrina".

"Esta combinación hacía imposible la evangelización, y hacía que los cardenales reunidos luego de la renuncia de Benedicto tuvieran el convencimiento de que las cosas no podían seguir así. Estoy convencido de que Benedicto veía todo esto muy claramente, sabía que él era incapaz -por su debilidad física, pero también porque le faltaban los dotes de gobernador- y preparaba el camino. El veía en Latinoamérica el futuro de la Iglesia universal, y abrió el camino a Bergoglio", explica Ivereigh a La Tercera.

Y a casi cinco años de su elección, las opiniones de los vaticanistas al momento de evaluar la gestión del sucesor de Benedicto XVI son bastante coincidentes. A juicio del sacerdote jesuita Thomas J. Reese, analista del portal estadounidense Religion News Service, el Papa Francisco "ha cambiado la imagen de la Iglesia Católica". "En el pasado, la gente veía a la Iglesia como una institución conservadora con reglas estrictas solo preocupada por cuestiones de moralidad sexual. Hoy en día, se ve a la Iglesia de Francisco predicando un evangelio de compasión y misericordia, con una gran preocupación por los pobres y marginados. También es una Iglesia abierta a la discusión, el debate y nuevas ideas", dice a La Tercera.

"Cinco años después, los católicos se sienten orgullosos de ser católicos. Aunque hay sectores minoritarios que quizás no están contentos con sus aperturas, la Iglesia Católica se encuentra revitalizada por Francisco, un Papa reformista y moderno que ha hecho soplar nuevos vientos", comenta Piqué. Vidal, por su parte, considera que en estos pocos años "Francisco ha conseguido el milagro de convertir a la Iglesia, de hacerla atractiva y seductora, de colocarla como referente mundial de autoridad moral y de hacerla volver a sus orígenes evangélicos".

Para Ivereigh, los logros del Papa pueden resumirse en la frase "re-enfocar en Cristo". "Poner a Cristo nuevamente en el centro significa no obsesionarse por preservar lo perdido, significa no depender del poder, la riqueza, el estatus, y significa una nueva proclamación centrada en el encuentro personal con Jesucristo", explica. "Claro que hay también logros en las reformas de la Curia, pero creo que las reformas estructurales son una consecuencia de una reforma más importante, que es la de los corazones", coincide Tornielli. "En mi opinión la reforma solo se ha empezado", agrega.

Pero no todas son alabanzas para Bergoglio. Uno de sus principales críticos, Sandro Magister, vaticanista del semanario italiano L'Espresso, no duda en lanzar sus dardos contra Francisco.

"Yo excluiría que este Pontificado pueda ser definido como revolucionario, porque ha sido más importante el método que los resultados que ha concretado Bergoglio. Los resultados son bastante modestos. Son eficaces desde el punto de vista de la imagen, en el sentido que es un Pontificado que ha recuperado rápidamente una imagen positiva en la opinión pública mundial fuera de la Iglesia Católica", dijo Magister en una reciente entrevista con La Tercera.

Respecto a las declaraciones del cardenal alemán Gerhard L. Muller, quien habló de un peligro de cisma en la Iglesia Católica, Magister reconoce que "están relativamente aislados los grupos que se manifiestan contra el Papa sobre este punto". Sin embargo, advierte que "son el indicio de una molestia que es mucho más amplia y que de nuevo tiene que ver con el método con el que él introduce una novedad". "Una novedad como la comunión a los divorciados vueltos a casar, la introdujo con el sistema de pequeños pasos ambiguos que es su estilo", grafica.

Es precisamente la exhortación apostólica Amoris Laetitia, donde el Papa se abrió a los divorciados vueltos a casar, la que ha generado mayor polémica. En septiembre pasado, un grupo de historiadores, teólogos y sacerdotes divulgaron un documento en el que señalaban siete posibles "herejías" contenidas en Amoris Laetitia y pedían al Papa su revisión. Pero la respuesta de Francisco fue categórica: "Son comentarios respetables, pero equivocados".

Pese a estos cuestionamientos, los expertos no dudan en realizar una primera aproximación sobre lo que podría ser el legado de Francisco. Así, Piqué habla del sello de "un Papa outsider, latinoamericano, que nunca estudió en Roma, libre, 'revolucionario', en el sentido de la revolución copernicana del amor que significó Jesús. Un Papa valiente, que no teme involucrarse en conflictos, que busca la paz y el cuidado del ambiente".

"Creo verdaderamente que Francisco es el Papa de la misericordia y que nos está dando un testimonio evangélico de cercanía", opina Tornielli, mientras Reese destaca que "Francisco quiere que la Iglesia sea una 'Iglesia pobre para los pobres', un hospital de campaña".

A juicio de Ivereigh, "bajo Francisco, la Iglesia latinoamericana se ha convertido en la fuente de la Iglesia universal, y muchos se sienten desconcertados por ese nuevo re-enfoque". "Pero es un cambio de época en la Iglesia: el pontificado de Francisco es el primero de esa nueva época", asegura. Igual de categórico, Vidal concluye: "Tras él, la Iglesia nunca volverá a ser como antes. El Vaticano II vuelve a florecer y está vez no hay invierno involutivo que pueda congelarlo".