François Truffaut, un realizador que siempre se llevó bien con las letras, regalaba con una fluidez asombrosa los proverbios de autoría propia. En cada uno de sus libros y cartas se cuentan decenas de frases para el bronce, todas nacidas al calor de la planificación de sus guiones, la acción de sus rodajes y la relación con sus actores. El más popular de los cineastas de la Nueva Ola francesa resumió así su preferencia por los temas infantiles y románticos en sus películas: "En el cine soy como el capitán de un barco: las mujeres y los niños están primero".

Al cumplirse los 30 años de su muerte, ocurrida el 21 de octubre de 1984 por un fulminante cáncer cerebral, su figura aún planea sobre los cerebros y los corazones más vigorosos del cine mundial. La prueba, quizás, ni siquiera se encuentre en sus filmes, sino en un libro no demasiado largo que abrió el mundo del cine para futuros directores. Se trata de El cine según Hitchcock, la serie de conversaciones que el francés sostuvo con el director de Psicosis y que legitimó al británico como un gran cineasta.

Coincidentemente con las tres décadas del fallecimiento de Truffaut a los 52 años, el crítico Kent Jones prepara el documental Hitchcock/Truffaut. "Para mí, el cine comenzó con el libro de Truffaut sobre Hitchcock", comentó Jones a Variety. La película, realizada junto al codirector de la Cinemateca Francesa y ex redactor jefe de Cahiers du Cinéma, Serge Toubiana, cuenta con los testimonios de Martin Scorsese, Steven Spielberg y David Fincher. Para ellos, como para Jones, la influencia de la mirada de Truffaut fue capital.

El mismo Serge Toubiana fue también quien inauguró hace unos días la exposición François Truffaut en la prestigiosa Cinemateca Francesa, que incluye guiones, archivos fotográficos, correspondencia, manuscritos, dibujos, trajes de utilería de sus películas, objetos y hasta escritos inéditos del cineasta. La muestra, que estará abierta hasta el 5 de enero, también está cruzada por el gusto de Truffaut hacia la literatura y sus autores favoritos: Balzac, Proust, Henry James, Jean Genet, Ray Bradbury y escritores semiolvidados del género negro, como Cornell Woolrich. De este último, Hitchcock llevó al cine La ventana indiscreta y el propio Truffaut lo adaptó en sus cintas La novia vestía de negro y La sirena del Mississippi.

"El joven Truffaut amaba los libros, la lectura era lo único que su madre toleraba", afirma Toubiana, amigo del cineasta. "Pero fue el cine lo que le salvó la vida", agrega, refiriéndose a las horas infantiles que el futuro director pasó en las salas del París ocupado de la Segunda Guerra Mundial. Como Antoine Doinel, el protagonista de Los 400 golpes, el estudiante Truffaut solía escaparse de la sala de clases y deambular por la ciudad, hasta entrar a algún cineclub del barrio artístico de Pigalle.

Espíritu infatigable

Huérfano de padre y criado con esfuerzo por su madre, Truffaut fue un intelectual esencialmente inquieto, incapaz de parar en el camino y siempre dispuesto a ir hasta el final. Lo resumía así: "Soy muy activo. Es más, soy una especie de activista. El reverso es que no sé divertirme, no sé tomar vacaciones, no sé estar sin hacer nada, no puedo pasar un día sin leer, sin escribir".

Serge Toubiana, que dirigió Cahiers du Cinéma en los años 80, habla de él como de un "devorador intelectual". "Estuvo cinco años en la revista y llegó a escribir 800 artículos. No descansaba", explica al semanario parisino Le Point. Parte de ello puede verse en el volumen The films in my life, antología de sus escritos de cine que acaba de reeditarse.

Ese espíritu incombustible también tuvo su evidente extensión en el cine, donde llegó a realizar 23 películas en apenas 25 años. Es decir, casi una cinta al año, casi siempre de amor o de niños, invariablemente con los mismos colaboradores, apostando siempre a la narración clásica y, a diferencia de Hitchcock, con un gran respeto por los actores. "El director está obligado a preocuparse de los actores: es el punto fuerte del rodaje", decía.

De personalidad cordial y con una timidez que a muchos cautivaba, Truffaut fue un crítico fiero, pero un cineasta que predicaba el humanismo. Amigo de su compañero de generación Jean-Luc Godard en su juventud, el tiempo y ciertas rencillas intelectuales los separaron: el radical y politizado director de Sin aliento jamás perdonó el convencionalismo y la masividad de las cintas de Truffaut, quien prefería lograr la emoción perfecta a la razón absoluta.

El personaje que cruza toda la obra de Truffaut es Antoine Doinel, interpretado siempre por el mismo actor, Jean-Pierre Léaud: con 15 años en Los 400 golpes y con 35 en El amor en fuga. También, por supuesto, las mujeres: desde Jeanne Moreau en Jules et Jim hasta su esposa Fanny Ardant en Confidencialmente tuya, su última película. Se cuenta, no sin cierta razón, que se relacionó con casi todas las actrices de sus filmes. Para él, que llegó a dirigir una cinta cuyo título era El hombre que amaba a las mujeres, la actriz era lo más importante de una película. Así lo resume: "En mi opinión, los grandes momentos del cine se dan cuando hay coincidencia entre un director y una actriz. El cine es el arte de la mujer".