"El encarecimiento de los alimentos debe de ser tratado con urgencia por el G-20". Esta es una de las peticiones del austríaco Franz Fischler, candidato a dirigir la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Fischler es rival, entre otros, del español Miguel Ángel Moratinos -ex ministro de Asuntos Exteriores-, y del brasileño José Graziano da Silva -representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe-, quienes también han hecho públicas sus candidaturas para liderar el organismo multilateral.
El austríaco pertenece al ala más social del conservador Partido Popular austríaco (ÖVP) y fue comisario europeo de Agricultura entre 1995 y 2004, y durante parte de su mandato (desde 1999) también ejerció como comisario de Pesca.
"Me gustaría contribuir a acercarnos al objetivo de un mundo sin hambre. Creo que por mi actividad internacional en Bruselas cuento con la experiencia necesaria", afirmó en una entrevista con Efe en la que explicó sus motivos para presentarse como sucesor del senegalés Jacques Diouf al frente de la FAO.
Fischler preside desde 2005 el Foro Ecológico y Social, un laboratorio de ideas que pretende impulsar un tipo de desarrollo basado en el respeto ecológico y la justicia social. "La especulación (con productos alimentarios) que tiene lugar en los mercados financieros, con instrumentos como los derivados, debería de ser regulada", recalcó, para elogiar las ideas del presidente francés, Nicolas Sarkozy, al respecto.
"Sarkozy se esfuerza, como presidente del G-20, por tratar de lograr una arquitectura financiera mejor. Algo que debe de ser apoyado sin fisuras", agregó. Para el austríaco, el mercado de derivados y otros instrumentos financieros especulativos con productos básicos se diferencia claramente del mercado de futuros, que considera positivo y que incluso ha aportado "estabilidad" a los precios.
"El mayor problema actualmente es que todavía no sabemos cuánto más pueden subir estos precios. ¿Cuál es el pico máximo?. En 2008 ya hubo problemas de precios y de abastecimiento en diversos países en desarrollo. Y también hubo pequeñas revueltas, si recuerda lo de México, por ejemplo. Y ahora pasa de nuevo esto. En los acontecimiento de Egipto o Túnez también ha tenido que ver el precio de los alimentos", explicó.
Entre sus ideas para reducir el flagelo del hambre destaca la necesidad de doblar la producción alimentaria en los países en desarrollo, fomentando las pequeñas explotaciones. "Se debe de producir simplemente más. Y eso, especialmente en las regiones del planeta donde crece la población. Esto es, en los países en desarrollo. Y se trata sobre todo de ayudar a estos países a modernizar su agricultura. Y creo que se debe de llevar a cabo una reflexión general, porque hace unos 20 años se dedicaba a la agricultura el 20 % de los fondos para el desarrollo. Ahora es entre el 3 y 4 %".
Aún a pesar de demandar un incremento de la producción, subrayó que el problema del hambre en el mundo es causado por la pobreza, no por la falta de alimentos. "El problema del hambre no es una insuficiente producción de alimentos. El problema es la pobreza. El problema es que mil millones de personas no pueden comprar alimentos. Por eso creo que si no sabemos poner coto al asunto de la pobreza tampoco podremos solucionar el problema del hambre", indicó.
Destacó el papel que desempeñan en la seguridad alimentaria mundial los países industrializados, que producen dos tercios de los alimentos mundiales. "En las subvenciones (a los producto agroalimentarios) de los países ricos se ha producido un cambio fundamental. Antes las acusaciones que hacían los países en desarrollo eran justas porque se desvirtuaba la competencia. Pero éstas casi se han eliminado, y Europa ha eliminado muchas subvenciones", afirmó.
"Y si mira las cifras de comercio, verá que las importaciones (agrícolas) hacia Europa nunca habían subido tanto, y las exportaciones se han reducido en mucho", dijo.
Otro de los aspectos que destacó es la aportación que desde la agricultura se pueden hacer en la lucha contra el cambio climático, algo fundamental porque también es una de las actividades económicas más afectadas. "La agricultura también produce biomasa que se puede utilizar hasta cierto punto como una alternativa al petróleo y al gas. Esto se debe de hacer con dos condiciones: que lo prioritario sea la seguridad alimentaria, y que se utilicen de forma preferente los desperdicios de la agricultura, como la paja, para crear energía", agregó.