Los fármacos en base a cannabis que están arribando a Chile no son económicos. El más barato cuesta 200 mil pesos (Tilray), y el Sativex, que se venderá en julio, todavía no confirma su precio, pero la última vez que ingreso a Chile tenía un costo de tres millones de pesos.

Ana María Gazmuri, directora ejecutiva de Fundación Daya, que trabaja hoy en el desarrollo de fármacos en Chile, dice que hay varios factores que explican los altos precios, ya que este tipo de laboratorios cultiva las plantas indoor, con una alta inversión energética, en climas menos amables que el chileno y por el costo de los protocolos de estudio. A esto se suma que son impulsados por empresas que "sobrecargan los precios como lo estimen".

"Cuando decidimos sentar las bases del cannabis medicinal en Chile fue fundamental tener una mirada distinta (…) con el desafío común de llegar a precios éticos al alcance de todos quienes lo necesitan", dice.

Agrega que apuestan a generar productos que tengan el menor precio del mundo, ya que lamentablemente el excesivo lucro de la industria farmacéutica también se traslada a la industria del cannabis medicinal.

Hoy, con autorización del Instituto de Salud Pública, están desarrollando estudios clínicos para un medicamento para el tratamiento del dolor oncológico de pulmón y mama, el que pidieron ampliar a otras cuatro patologías y que desarrollan con laboratorios Knop. Además, tienen otros tres proyectos de medicamentos que presentarán a la autoridad.

Para Gazmuri, las personas encuentran en la medicina del cannabis un alivio y también la posibilidad de escapar de la "polifarmacia", un círculo vicioso que se genera por los efectos secundarios que obligan a tomar nuevos medicamentos para combatir esos efectos indeseados.

"Está claramente establecido que al incorporar la alternativa del cannabis medicinal se abandona la polifarmacia y se bajan fuertemente los consumos de antiinflamatorios, analgésicos y de ansiolíticos", asegura.