El 11 de octubre de 1973 un periodista deportivo oriundo de Punta Arenas fue detenido por las fuerzas militares, acusado de activismo peligroso y trasladado a un centro de detención y tortura situado en las dependencias de un estadio. Su nombre era Vladimiro Mimica. Su paradero, el Estadio Nacional de Santiago.

"Yo en ese momento era militante del Partido Socialista, había sido cercano a Salvador Allende cuando él había sido senador por mi región y trabajaba en Radio Magallanes, la radio desde la que él se dirigió al pueblo en su último discurso. El 11 de octubre me detuvieron en las Torres de San Borja. En el interrogatorio lo único que me pedían era que declarara que había disparado a las Torres, pero yo no había tenido una pistola en mis manos en la vida", comienza a rememorar hoy, casi 44 años después y en diálogo con La Tercera, el relator radial.

Una detención, la suya, que duró casi un mes y que tuvo lugar 15 días después del encuentro de ida entre la Unión Soviética y Chile, celebrado el 26 de septiembre en el Estadio Central Lenin de Moscú; y 41 antes del esperpéntico duelo de vuelta, fijado para el 21 de noviembre en Santiago. "A Rusia, Chile viajó en unas condiciones anímicas terroríficas, por todo lo que estaba pasando en el país. Y fue un partido que no vio nadie y que no transmitió nadie. Todo el mundo dice que fue uno de los mejores de Elías Figueroa con la Selección, que jugó un partido extraordinario, gigantesco, pero no lo vio nadie", explica Mimica (71), con gesto contrariado.

Para el encuentro de vuelta, aquel al que la URSS jamás llegó a concurrir, el relator ya había sido liberado. Pero a pesar de su reciente y traumática experiencia como prisionero político, decidió volver al lugar de los hechos. "Yo estaba en el Nacional el día del partido fantasma y no había más de 20 ó 25 mil personas", recuerda. "Y siempre supe que la Unión Soviética no iba a venir a jugar, porque hubo una gran complicidad entre el fútbol internacional y la dictadura. El fútbol fue cómplice. Y lo que hizo la FIFA fue vergonzoso, mirar hacia otro lado y habilitar el Estadio Nacional, que era un campo de prisioneros, para jugar aquel partido", sentencia.

Pero el encuentro entre Chile y la URSS, que nunca llegó a disputarse pero que, en rigor, sí se jugó (y que duró apenas 30 segundos), había pasado el control de supervisión del organismo. "Cuando la FIFA fue a revisar el estadio todavía había detenidos allí. Los escondían en la escotilla del estadio. Todos sabían que era un campo de prisioneros. Nunca debió autorizarse ese partido allí", culmina Mimica, tratando de hallar los adjetivos necesarios para describir aquella simulación de encuentro: "Fue un triste espectáculo, un show que los jugadores de la Selección no merecían tener que hacer. Lo del Cóndor Rojas en el Maracaná fue una mancha para el fútbol chileno, pero pocos se pararon a pensar lo que significó para el fútbol aquella eliminatoria".