El Grupo de los Siete países más industrializados reiteró este martes su compromiso con los tipos de cambio determinados por el mercado y dijo que las políticas fiscales y monetarias no deben dirigirse a devaluar las monedas.

La declaración del G-7 siguió a un aumento de la retórica sobre las guerras cambiarias, provocado en gran medida por el impulso del nuevo gobierno japonés para una agresiva expansión de la política monetaria, que derivó en un brusco debilitamiento del yen.

"Reafirmamos que nuestras políticas fiscales y monetarias han sido y seguirán siendo orientadas hacia el cumplimiento de nuestros respectivos objetivos económicos, usando instrumentos domésticos, y que no apuntaremos a tipos de cambio", dijo el comunicado, divulgado por Gran Bretaña, que preside el foro del G-8 (el G-7 más Rusia) este año.

A pesar de eso, existen pocos indicios de que Tokio vaya a ser presionado seriamente cuando se encuentren al final de la semana los ministros de finanzas y banqueros centrales del G-20 en Moscú, en parte debido a que Estados Unidos también aplica políticas similares.

"Fue significativa para nosotros porque (el G-7) reconoce adecuadamente que las medidas que estamos tomando para vencer a la deflación no apuntan a influir en los mercados cambiarios", dijo Taro Aso, ministro de Finanzas de Japón .

Tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco de Japón están ampliando sus hojas de balance velozmente por medio de la impresión de dinero, mientras que la del BCE se está ajustando en parte debido a que los bancos devuelven unos préstamos muy baratos que el banco central les había concedido el año pasado.

A medida que el nuevo dinero se vuelca a las economías en vías de desarrollo, en búsqueda de mayores rentabilidades, podrían apreciarse sus monedas, encareciendo sus exportaciones, o bien deberán recortar las tasas de interés y/o intervenir para deprimir a sus divisas.

Eso podría alimentar burbujas de crédito y de precios de activos que siembran las semillas de la inflación.