Gabriel Boric, ex presidente de la Federación de Estudiantes de la U. de Chile y líder del Movimiento Autonomista, se ha posicionado como uno de los políticos más cercanos al mundo estudiantil y sus demandas. Es un rostro habitual en las marchas, donde, a diferencia de otros parlamentarios, es mirado como un ex Confech, un político independiente de los grandes conglomerados y se le acepta. Desde esa posición, hoy el diputado por Magallanes apunta a que la primera tarea que tiene por delante el movimiento es aumentar su “legitimidad frente al país”.
¿Cómo analiza la conducción del movimiento estudiantil?
Ha habido un debate interesante sobre la estrategia que debería tomar el movimiento para enfrentar la reforma a la educación superior. A mi juicio, una de las principales diferencias radica en que un sector importante apostó por el retiro del proyecto, mientras que otro decidió impulsar la idea de tratar de incidir en el debate legislativo para lograr una reforma ‘lo menos mala posible’. Creo que resolver ese debate es fundamental para que el movimiento retome el protagonismo que ha tenido antes.
Algunos sectores dicen que facciones radicales han perjudicado al movimiento y que ha faltado condenar más fuerte episodios de violencia. ¿Qué opina de eso?
No me corresponde pautear al movimiento estudiantil, soy respetuoso de su autonomía. Ahora, creo que es importante disputar el rumbo de la reforma educacional en los espacios institucionales, pero sin hacerse ilusiones de que podrá incidir hasta escribir con su puño y letra el debate legislativo. Nos ha quedado demostrado que el Congreso es un espacio hermético que, por un lado, muestra capacidad de escuchar a los empresarios y al ministro de Hacienda, pero, por otro, muestra un bajísimo interés en incorporar las demandas de los movimientos sociales. Sobre la violencia, creo que hay que condenarla sin matices. El movimiento debe desarrollar una estrategia que le permita evadir los constantes intentos por criminalizar y deslegitimar su movilización. La Nueva Mayoría, la derecha y la prensa se han empecinado en mostrar al movimiento como violento, minoritario e intransigente. El desafío de los estudiantes es volver a conectar con el sentido común del pueblo chileno. Y la violencia logra todo lo contrario.
Hoy parecen convivir dos almas en la Confech, una columna vertebral que apunta hacia un horizonte más dialogante y un grupo minoritario que se aparta de esto. ¿Comparte ese diagnóstico?
El sector al que se hace referencia comparte muchos elementos políticos y programáticos, sin embargo, existen diferencias sobre la estrategia que debe adoptar el movimiento. El desafío creo que es alcanzar un mínimo de unidad política a nivel nacional que les permita entrar a la disputa de la agenda de la reforma, que no sólo se limita a la educación superior, sino que comprende la carrera docente, la desmunicipalización, etc.
¿Por qué cree que la última marcha, que tenía como temática el endeudamiento, falló en convocatoria?
Según la Fundación Sol, el endeudamiento por CAE afecta directamente a unas 700 mil personas, sin contar a las familias de los endeudados. Creo que el problema no estuvo en el tema de la marcha y le corresponde al movimiento hacer una revisión y autocrítica para buscar maneras de recuperar la masividad.
¿Qué debe hacer la Confech para lograr incidir en la reforma?
No me siento con el derecho de decir qué deben hacer los estudiantes. Ya no soy parte del movimiento, aunque me siento representado por sus demandas. Todas las organizaciones que apostamos por acabar con la vieja política debemos seguir proyectando las luchas, más allá de la agenda de reformas impulsadas por el gobierno. O sea, entender que la política está ocurriendo en muchos más lugares que el Congreso o La Moneda.
¿Cómo ve el futuro del Movimiento Autonomista en las federaciones, considerando que este año sólo tienen una?
Somos una fuerza con apenas cuatro meses de existencia, por lo que las elecciones serán un gran desafío. Tenemos presencia en cinco federaciones y estamos consolidando un trabajo conjunto entre distintas organizaciones, tanto para abordar este proceso de elecciones como para los desafíos políticos del movimiento.
La generación del 2011 y 2012 pavimentó un camino al Parlamento que antes no existía, ¿le gustaría que más dirigentes estudiantiles pudieran llegar al Congreso?
Uno de los mayores problemas que veo en el Congreso es que no es representativo de la sociedad chilena. Buena parte de los parlamentarios están ahí por vínculos familiares. Creo que sería positivo para la democracia que hubiera más representantes vinculados a movimientos sociales.
¿Cree que lo que ha pasado este año, con el bajo apoyo y episodios de violencia, puede perjudicar las posibilidades de que nuevos representantes de los estudiantes lleguen al Congreso?
Las posibilidades de que los estudiantes sigan luchando en distintos frentes o espacios políticos están abiertas. El principal desafío hoy no es posicionar dirigentes para conseguir un escaño en el Parlamento, sino fortalecer la organización del movimiento para reconstruir la educación pública.
¿Falta más protagonismo de parte de algunos dirigentes para dar a conocer las demandas ?
Más que protagonismo a nivel personal, el problema de las demandas y acciones del movimiento estudiantil es uno a nivel colectivo. Y no es sólo un tema de voluntades. Acá tienen mucho que ver los medios de comunicación y los distintos grupos que están en una disputa constante por más espacio en el debate público. El problema no es comunicacional, sino que político. El real desafío, desde mi punto de vista, es que el movimiento sea capaz de aumentar su masividad, relevancia y legitimidad frente al país.
¿Qué estrategias debe adoptar el movimiento para lograr cambios concretos en la reforma?
Nuevamente quiero aclarar que eso es algo que le corresponde definir al propio movimiento. Desde mi punto de vista, es importante construir una alianza amplia de actores políticos y sociales que se enfrenten con propuestas a la reforma educacional. Esto implica tanto un trabajo con organizaciones políticas, como lograr convocar de nuevo a las familias chilenas a movilizarse por una nueva educación para Chile.