"Cuando era niña experimenté este estado de obsesión infinita, entonces pinté el mismo motivo interminablemente", dijo hace dos años Yayoi Kusama (85). Así, la reconocida artista japonesa explicaba su obra que recorre los museos del mundo como si fueran joyas milenarias.
Su arte, expuesto en el MoMA de Nueva York, en la Tate Modern en Londres, en la Bienal de Venecia, está basado en la repetición. Aquel trabajo ha mutado en los diversos soportes que Kusama experimenta desde que comenzó su carrera en la década del 50. Del dibujo al collage, de la pintura a la escultura, de la fotografía a la instalación.
"Mi arte es la traducción de mis alucionaciones", ha dicho Kusama, en cuyas imágenes se reiteran figuras redondas, lunares y colores fuertes, que incluso sirvieron para crear una línea de productos Louis Vuitton. Mientras sus instalaciones son espacios construidos con espejos que simulan un universo en expansión.
Una obra que no se detiene. A diario Kusama, que padece neurosis obsesiva, sale del hospital neuropsiquiátrico Seiwa, en Tokio, donde vive desde 1977, y se dirige a su taller ubicado a un par de cuadras. Allí trabaja con un grupo de ayudantes. Precursora del pop art y el minimalismo, Kusama es una de las artistas mejor cotizadas en el mercado del arte.
Fue en 2013 cuando dijo esta frase frente a una cámara: "Cuando era niña experimenté este estado de obsesión infinita...". El video mostraba su labor en su taller e invitaba a ver la muestra Obsesión infinita que se inauguraba por entonces en el museo Malba, de Buenos Aires. Además, esa vez afirmó: "Cuando pintaba encontraba el mismo patrón en el cielo raso, escaleras y ventanas, como si estuviera en todos lados".
Obsesión infinita era así el primer aterrizaje de una reprospectiva de Kusama en Latinoamérica. Luego de la capital argentina, la muestra se exhibió en Brasil -Río de Janeiro, Sao Paulo y Brasilia-, y después se instaló en México hasta el pasado enero. Al Museo Tamayo, en el D.F., asistieron 330 mil personas. Un récord de público.
Ahora, Obsesión infinita llegará a Chile. Son más de 100 obras, entre papeles, pinturas, esculturas, videos e instalaciones, que se podrán apreciar desde el 7 de marzo en el CA660, de CorpArtes. "Cada lunar es un rostro en el cosmos y expresa, para Kusama, un deseo de paz", señala Philip Larratt-Smith, curador de la muestra junto a Frances Morris.
Yayoi Kusama nació en Matsumoto, en 1929. A los 12 años comenzó a tener alucinaciones. En el arte vio una salida: la calma ante sus impulsos suicidas.
Tras estudiar arte en Kyoto, vivió un tiempo en Francia, pero la consagración llegaría en Estados Unidos, donde se instaló en 1957, en Nueva York. Tras conocer y exponer sus pinturas junto a artistas como Joseph Cornell, Donald Judd, Andy Warhol y Yoko Ono, Kusama inició una labor en la performance.
Ya en los 60 montaba happenings en el Central Park y en el puente de Brooklyn. Hombres y mujeres desnudos manchados con lunares. Algunos con máscaras de animales y políticos. Eran los días de la guerra de Vietnam. "En contraste con Warhol, Kusama fue una activista mientras estuvo en EE.UU.", comenta Larratt-Smith.
Por entonces también realiza enormes lienzos titulados Infinity Net Paintings elaborados con pinceladas que se repiten sin descanso. Como si el reconocimiento fuese un freno, comienza a crear nuevos trabajos: esculturas con formas fálicas. Y por primera vez usa espejos en su obra Infinity Mirror Room. La representación del espacio infinito y la elaboración de un lenguaje propio son la marca registrada de Kusama.
El éxito no es suficiente y decide en 1973 regresar a Japón, donde publica sus primeras novelas, libros de poemas y su autobiografía Infinity net. Internada ya en el hospital de Tokio sigue a diario yendo a su taller. En silla de ruedas, con una peluca roja, mira la tela, toma el pincel, se concentra y desaparece.