Es difícil entender por qué alguien elige estar en medio de la tragedia. En medio del fuego cruzado de una guerra ajena; por un lado, esquivando las bombas, y por otro, intentando estar lo más cerca posible de ellas para ver las secuelas. Hay un puñado de fotógrafos que vive y trabaja para eso, viaja a zonas de conflicto en Medio Oriente y divulga lo que allí sucede. Por esas imágenes algunos ganan importantes premios internacionales y consolidan su carrera de reporteros gráficos. Claro que en el fragor de la tarea, las medallas a veces son lo de menos.
Un de esos fotógrafos es el sueco Paul Hansen, quien en febrero pasado ganó el primer lugar, en la 55º edición de la World Press Photo (WPPh), con una imagen de 2012, donde un grupo de hombres desolados acompañan el traslado a una mezquita de dos niños muertos en un bombardeo, en Gaza. Aunque no era primera vez que veía algo así, la escena lo conmovió. "Lo que no deja de sorprenderme es el derroche total e innecesario de la vida humana y cómo es especialmente trágico cuando los niños pequeños mueren debido al fracaso político", dice Hansen a La Tercera.
Desde el 2000 el fotógrafo trabaja para el Dagens Nyheter, el diario de mayor circulación en Suecia, en la cobertura de conflictos y desastres en Cisjordania, Afganistán, Haití o Africa. En Suecia ha sido elegido siete veces el fotógrafo del año y en 2010 y 2013 recibió el mismo título en el certamen internacional POYi.
Su imagen, junto a otras 156 premiadas en la WPPh, se exhibirá en Chile desde el 2 de agosto, en el renovado espacio de Fundación Telefónica, que se amplió a 900 metros cuadrados (ver recuadro).
Esta edición del concurso fue especialmente polémica, luego de que en marzo, Hansen fuese cuestionado por investigadores independientes, quienes lo acusaron de manipular la foto superponiendo tres imágenes distintas. Tras unos días, la WPPh confirmó la integridad de la instantánea. "Se siente bien que mi fotografía haya sido examinada y aprobada por cuatro jurados distintos en todo el mundo y también por expertos forenses. No hay muchas fotos en la historia moderna que hayan sido examinadas en tantos niveles", dice Hansen. Lo cierto es que la luz y el color de la imagen sí fueron retocados, cambios que eran de conocimiento del jurado antes de otorgar el premio.
La noche del 19 de noviembre de 2012, un médico noruego le contó a Hansen sobre el ataque israelí a la casa de la familia Hijazi, en Gaza, sospechosos de albergar militares de Hamas. Murieron dos niños, Suhaib y Muhammed, de dos y cuatro años, respectivamente. Al día siguiente, Hansen fue al funeral y tomó la foto, cuando de improviso la multitud se metió por un callejón.
¿Qué es lo más difícil de este trabajo?
En lo profesional, siempre tengo un sentimiento de insuficiencia, sobre todo en los reportajes con una "fecha límite". Para evitar eso, prefiero verlas como historias en progreso. En lo personal, es duro para mi familia, no sólo por la inseguridad de los lugares donde voy, sino por la incertidumbre. Casi nunca puedo responder a preguntas sencillas como: ¿qué harás hoy? o ¿cuándo vuelves a casa?
¿Cómo gana la confianza de sus fotografiados?
Hay que estar genuinamente interesado en su historia. Si no estás ahí primero como ser humano, no hay razón para estar allí en lo absoluto, sobre todo en zonas de guerra.
¿Fotógrafos como usted pierden la sensibilidad frente al horror?
Creo que pasa totalmente lo opuesto. Cuanto más voy a países en conflictos más me afecta. Tal vez tenga que ver con que soy padre, hace 15 años, de mi querida hija Emma. El llanto es sin duda parte del trabajo.
¿Qué quiere transmitir con sus fotos?
Si quiero generalizar, sería tal vez tratar de explicar cómo las decisiones y maniobras políticas tienen impacto en los seres humanos individuales. Para mí y mis colegas que estuvimos en Gaza, es importante mostrar lo que pasa, para que nadie pueda decir: "Yo no sabía lo que estaba sucediendo", pero sobre todo, para mostrarle a la gente la muerte de los inocentes.