La primera vez fue algo así como un tardío acto de justicia. Para una banda que copó la FM chilena de los 90 con su temperamento sombrío y siniestro, repletar el Caupolicán en 2012 semejó un abrazo de encuentro entre dos sujetos ansiosos por conocerse de una vez. Por eso, la segunda venida, sin los nervios y la incertidumbre del debut, promete anotarse como disfrute puro.
Según confirma la productora Red Eyes, el grupo Garbage volverá al país para presentarse el lunes 14 de diciembre en el nuevo Teatro Coliseo, espacio de Santiago Centro que ha debido postergar su anunciada apertura y que espera estar en funcionamiento durante las próximas semanas. Un escenario flamante que no sólo ambiciona un espectáculo más íntimo que el de hace cuatro años, sino que también busca sintonizar con la alentadora adultez que el grupo ha disfrutado en esta década.
Del ayer al hoy
Luego de retornar en 2010 tras un paréntesis de cinco años, el cuarteto lanzó en junio pasado su sexto álbum, Strange little birds, un reencuentro con las guitarras, los decorados electrónicos y las letras de eterna insatisfacción que lo convirtieron en clásico noventero. Una producción que, además, la crítica especializada ya ha situado entre lo más brillante de su discografía.
Con esos argumentos, el nuevo concierto en la capital -parte de una gira planetaria que se inició en mayo en Francia- se perfila como un trayecto que va de los orígenes a la actualidad, tal como lo han exhibido en las fechas de esta temporada. Y desde el inicio: tras comenzar con Sometimes y Empty, composiciones de su último trabajo, el show despierta de inmediato el suspiro nostálgico con Stupid girl, esa suerte de carta de presentación que definió sus días de mayor gloria. Luego desfilan Only happy when it rains, A stroke of luck y Vow, otros tracks del pasado más remoto, completando un promedio de 22 temas.
Todo con el mismo elenco de hace poco más de dos décadas, encabezado por el pálido rostro andrógino de la escocesa Shirley Manson -marca de fábrica de la banda-, y seguido por el trío de productores que fabricó el conjunto, los estadounidenses Duke Erikson, Steve Marker y Butch Vig, el reputado cerebro tras otro mazazo de los 90, Nevermind (1991) de Nirvana.
"Para este material tuvimos una forma distinta de trabajar. En lugar de grabar por partes, destinamos una o dos semanas por mes para grabar todos juntos. Nos dimos cuenta que trabajando juntos lo pasábamos bien y que funcionaba muy bien así", contaba la propia Manson a La Tercera en mayo pasado, subrayando que la supervivencia de Garbage aún se fundamentaba en el profesionalismo y la camaradería.
Pura madurez
De hecho, Strange little birds se fraguó a plena calma, con la tranquilidad que sólo entregan los años en la ruta y con la banda completa registrando las canciones en distintos períodos de tiempo. En lo concreto, los primeros temas vinieron en 2013, cuando se sacudían de Not your kind of people, el título del año anterior que, con un dispar rendimiento comercial y de crítica, había marcado su retorno. Luego se encerraron en el estudio de Vig en Los Angeles, el que sirvió como centro de operaciones para todo el proceso.
"Fue como ir a un confesionario", comentó en marzo el productor al sitio web The Daily Beast. Luego profundizó: "Teníamos un montón de canciones, nos miramos a la cara y nos dijimos lo que cada uno pensaba. Fue muy sano. De ahí salieron las grandes ideas de este álbum, como, por ejemplo, que Shirley no cantara tan fuerte, que lo hiciera un poco más pausado, lo que hizo que la atmósfera fuera muy íntima".
Más allá de los apelativos concretos, Vig ha querido definir los nuevos días de Garbage bajo el cliché favorito de aquellos que superan las dos décadas de carrera entre el suceso, la redención y la madurez: declarar que el presente es un reflejo de esos inicios empujados por el amateurismo, que la vida adulta ha conservado de manera intacta el vigor juvenil de los veintitantos.
"Hemos vuelto a tener mentalidad de principiantes y eso, en parte, se debe a no tener que rendir cuentas ante nadie. El sonido también es un saludo a lo mejor de nosotros en los 90", ha declarado el estadounidense, subrayando la larga vida de su creación más famosa.
Un estatus que se podrá comprobar a fin de años en escenarios locales, en un concierto cuyas entradas se venderán a través de todas las plataformas del sistema Puntoticket y con boletos que costarán (sin cargos por servicio) $22.000 (platea alta), $27.000 (platea baja) y $37.000 (cancha). (A la venta desde el 13 de julio)