Ese 28 de junio. El día en que Gary Medel se amarró el muslo con unas cuerdas y unas cintas. El día en que un chileno de un metro 72, en una pierna, se enfrentó a gigantes sobre el metro ochenta y les ganó hasta en el salto. El día en que un estadio repleto de brasileños se silenció, salvo esa pequeña porción de camisetas rojas que no paró de gritar durante 120 minutos. El día en que un travesaño maldito, con el último suspiro del partido, expulsó el disparo de Mauricio Pinilla y ahogó el grito de victoria de todo un país. Ese 28 de junio, la Roja se acreditó todos los elogios del mundo, y Medel, además, se alzó como el estandarte de una generación.
Es cierto que la selección nacional se despidió de la Copa del Mundo. Los penales resolvieron el empate 1-1 que se vio en cancha, con los goles de David Luiz y Alexis Sán chez. El marcador final, después de la tanda definitoria, marcó tres aciertos para Brasil y sólo dos para Chile. Fue el final de un sueño, de una fiesta para la escuadra de Jorge Sampaoli.
El remate al poste de Gonzalo Jara acabó con el espejismo y dio paso a la tristeza. A las lágrimas. Medel, el mismo guerrero que se mostró invencible durante 108 minutos (el tiempo que pudo aguantar en la cancha con un desgarro de ocho milímetros), se quebró. Su cuerpo se sobrepuso a todo, pero su corazón, no. Y fue por culpa de ese rechazo absoluto a los triunfos morales, que el ex volante de Universidad Católica le regaló a Chile una de las postales más inolvidables de la Copa: manos en la cintura, frente en alto, mirada perdida y un sobrecogedor llanto que contagió a todo un país.
La fotografía la tomó Pedro Rodríguez, reportero gráfico de La Tercera, acostumbrado a seguir a Chile en Copa América, Eliminatorias y Mundiales adultos o juveniles. Después lo reconoció. La de Medel, derrotado y destrozado, es una de las capturas más difíciles que le ha tocado tomar. La imagen del soldado abatido le provocó el mismo deseo de llorar. Seguro que no fue el único, en todo caso.
Ese mismo día comenzó el desfile de crónicas para el Pitbull. Diario Olé de Argentina, por ejemplo, escribió: "Jugó 108 minutos de un octavos de final de un Mundial contra Brasil en Brasil, y jugó un partidazo de líbero, y barrió todo el peligro que le pasó cerca, y sacó a sus compañeros del fondo, y les ganó de alto a Fred y -más que nada- a Jo que le sacan una cabeza como mínimo, y se fajó hasta con su propia sombra, y lo sacaron porque no daba más. Y lloró, porque los guerreros también tienen derecho a hacerlo".
Algunos, incluso, compararon su proeza con la de Franz Beckenbauer en México 70, cuando disputó parte de la semifinal ante Italia con el hombro derecho dislocado. "No recuerdo haber visto algo parecido a lo que hizo Gary Medel hoy. Si lo pienso, sólo veo lo que pasó con Beckenbauer en 1970", expresó Branco, campeón del mundo con Brasil en 1994.
Después de secarse las lágrimas, Medel también sacó la voz para explicar su reacción. Como si hubiese cometido una falta, indigna para un duro como él. "Dije que no iba a llorar, pero pensé en toda la gente que sufrió por Chile, por terremotos, incendios, el sur que se inundó... todo. Me acordé mucho de mi familia, mi gente, y por eso lloré dentro de la cancha. Fueron lágrimas de tristeza, pero también de emoción", exclamó.
Trató, además, de describir el dolor que sintió producto de la lesión en el muslo izquierdo. "Tenía un desgarro muy grande, me entregué por completo. Nunca jugué con tanto dolor. En el segundo tiempo despejé una pelota con la izquierda y se agrandó el desgarro. Seguí, pero en un momento no pude más". Tampoco era necesario que jugara más para consagrarse como el gran héroe de esa tarde en Belo Horizonte.
Gary, cuyo gran Mundial le valió un contrato en el Inter de Milán, volvió a Chile tras la eliminación. Él y sus compañeros fueron recibidos con pompas y desfiles. Hasta el ejército lo condecoró y nombró un "ejemplo para los soldados" criollos. "Me identifico con el soldado chileno por lo guerrero que son, por lo luchadores", agradeció Medel. Seguro que habría cambiado todos esos homenajes porque ese 28 de junio el disparo de Pinilla hubiese entrado al arco de Julio César. Medel no acepta derrotas ni triunfos morales.