"Conozco a un hombre casado y padre de dos hijos que compró un motel de veintiún habitaciones cerca de Denver hace muchos años, con el fin de convertirse en voyeur residente. Con la ayuda de su esposa, cortó agujeros rectangulares de seis pulgadas en los techos de más de una docena de habitaciones. Luego los cubrió con láminas de aluminio que parecían rejillas de ventilación, pero en realidad eran rejillas de observación que le permitieron, estando él arrodillado en el ático, ver a sus huéspedes en las habitaciones de abajo. Los observó durante décadas, mientras mantenía un registro exhaustivo por escrito de todo lo que vio y oyó. Ni una sola vez, durante todos esos años, fue descubierto".
Así arranca el último libro Gay Talese (84), Motel Voyeur, cuyo primer extracto fue publicado en abril por la revista The New Yorker. En cerca de 30 páginas el destacado periodista estadounidense adelantó parte de la historia que se centra en la figura de Gerald Foos, quien durante 14 años miró a escondidas a las personas que se hospedaron en su hotel. El hombre se había comunicado con Talese durante los 80', para ofrecerle su testimonio y acceso a sus diarios personales en que registró desde los nombres y edades de los huéspedes, hasta los detalles sobre su comportamiento sexual y cada cosa que dijeron.
Sin embargo, en aquel adelanto el autor de Frank Sinatra está resfriado reveló una de las aristas más polémicas de su investigación: Foos aseguraba haber visto en 1977, como un hombre estrangulaba a su novia en la habitación número 10. Por el miedo a que su actividad de voyeur fuera descubierta, no llamó a la policía.
Como cómplice de asesinato, en sus primeras cartas a Talese, Foos pidió mantener en estricto secreto su nombre e identidad, cuestión que imposibilitó al periodista de publicar la investigación, puesto que uno de sus principios profesionales básicos consiste en jamás publicar información con fuentes anónimas.
Si bien el autor y Foos continuaron en contacto durante varios años, -e incluso Talese comprobó parte de la historia espiando él mismo a una pareja de huéspedes desde las aberturas clandestinas en el techo-, recién en 2013, 30 años después del primer contacto, Foos lo autorizó a publicar su nombre, puesto que sus delitos ya habían prescrito.
Desde la publicación del adelanto, Motel Voyeur causó revuelo, en torno a qué tan ético era que un periodista mantuviera en secreto la información que manejaba sobre un asesinato durante todos esos años, e incluso el que haya llegado a participar de una actividad ilegal, al espiar a los huéspedes él mismo. Sin embargo, los mayores cuestionamientos llegarían cuando The Washington Post intentó verificar algunos datos de la investigación, descubriendo que para empezar, las primeras notas de Foss databan de 1966, siendo que el hombre compró el motel recién en 1969.
Tanto Talese como los editores del libro y la revista The New Yorker, confiaron en una sola fuente de este relato: Foos. Pero hace pocos días Gay Talese aseguró que desautorizaba la investigación de Motel Voyeur porque ya no confiaba en su fuente. "Yo no voy a promocionar mi libro. ¿Cómo voy a promocionarlo si su credibilidad acaba de quedar en la basura?", dijo en declaraciones al Post. "Gerald Foos no es de fiar. Nunca debí haber creído ni una sola palabra de lo que me dijo", agregó.
A pocos días de su lanzamiento, que se hará el 12 de julio, Motel Voyeur se encuentra duramente cuestionado. El periodista de 84 años hizo su propia autocrítica: "Hice lo que pude en la investigación para este libro, pero puede que no fuera lo suficiente".