En un rutinario día marciano de 2007, el rover Spirit se encontraba analizando un rastro erosionado de ceniza volcánica cercano a la región de Home Plate cerca de las colinas Columbia del cráter Gusev, uno de los más grandes del planeta rojo. De improviso, su rueda delantera derecha falló y al arrastrarla, tal como si fuese un arado, quedó al descubierto un depósito de sílice puro, relacionado comúnmente con sistemas hidrotérmicos o antiguos manantiales en ebullición.
El descubrimiento no pasó inadvertido para Steve Ruff y Jack Farmer de la Escuela de Exploración Espacial de la U. Estatal de Arizona (EE.UU.), quienes descubrieron que los depósitos de sílice descubiertos en 2007 son muy semejantes a los formados en las aguas termales de El Tatio, en el norte de Chile. Allí, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar, también se aprecian complejas estructuras surgiendo de los depósitos de manantiales de agua caliente, en procesos que combinan la actividad biológica y no biológica, sugiriendo que un proceso similar pudo haber ocurrido en el planeta rojo.
Los investigadores publicaron sus resultados en la revista Nature este semana, en el que aseguran que los depósitos en El Tatio son casi idénticos a las muestras descubiertas en aquél entonces, aunque queda por descifrar si el proceso en Marte también pudo ser generado por organismos vivientes. Fue así como los expertos comenzaron la búsqueda de "biofirmas", huellas naturales que revelan la presencia de vida pasada o actual.
Steve Ruff dice a La Tercera que el hallazgo de sílice es importante porque este mineral en la Tierra tiene la capacidad de atrapar y conservar microorganismos, como las diatomeas y otras bacterias.
El científico agrega que desecharon investigar en otros lugares, como Yellowstone (EE.UU.), porque el sílice no se asemejaba al encontrado por el Spirit.
"Elegimos investigar en este lugar porque la elevación muy alta, y las condiciones frías y muy secas son más similares a Marte que casi cualquier otra fuente termal en la Tierra", explica.
La investigaciones en el planeta rojo se profundizarán en 2020, tras el envío de una nueva misión de la Nasa.