A dos días de la elección de Salvador Allende, la fiesta continúa. El domingo 6 de septiembre Raúl Ruiz organizó un asado en su casa. Llegaron cineastas, políticos y escritores, entre ellos, su amigo Germán Marín. Fue una gran celebración, bien regada y con discursos animados. Pero en medio de los brindis y la algarabía, Marín se sentía incómodo. Algo no cuadraba. "Miraba a mi alrededor y pensaba: ¿Y con estos huevones quieren hacer la revolución? ¿Con estos huevones inflamados de retórica? ¿En qué cresta nos estamos metiendo?".
Tres años después, la fiesta se había transformado en polvorín.
La mañana del 29 de junio de 1973, Marín salió de su casa en Las Condes rumbo a su librería, Letras, en el centro. "Y desde arriba de la liebre (una micro pequeña) veo que en la Alameda avanzaban seis o siete tanques. Se había alzado el regimiento Nº 2", relata. Los tanques bloquearon La Moneda y el Ministerio de Defensa. "Empezaron a salir las huestes leales y se enfrentaron los dos bandos. La balacera era el descueve", recuerda.
El tanquetazo, como se le llamó a ese golpe frustrado, había sido instigado por Patria y Libertad, organización de ultraderecha en cuyas filas militaba Miguel Sessa, primo hermano de Marín. "Mi primo pasó a la clandestinidad. Pero a los días me mandó llamar. Nos juntamos y me dice: Germán, ándate con tu familia, lo que viene es incontrolable".
El encuentro está narrado en Mi primo Miguel, uno de los cuentos de su libro Conversaciones para solitarios. Allí escribe: "Me costaba cierto esfuerzo asociar al primo Miguel que aún estimaba con quien ahora me hablaba, escucha, me estaba diciendo, cualquiera sea el número de muertos, la mano no nos temblará".
El cuento fue el germen de su nueva novela, La segunda mano, donde recrea la vida y muerte de su primo. "Esta novela, perteneciente a la historia privada, tiene, sin embargo, una lectura que puede servir para comprender un tiempo que fue de todos", anota al comienzo.
DESDE EL MAS ALLA
Es una fría tarde de julio. Marín está en un café de Providencia. Fuma, se toma un espresso y vuelve a un día de agosto de 1973. Después del encuentro con su primo, sonó el teléfono cerca de la medianoche. "Era mi tío Alfonso, el papá de Miguel. Tu primo se está muriendo, me dice". Miguel Sessa había sufrido un accidente en la carretera, viniendo de Algarrobo, donde Patria y Libertad construía una pista de aterrizaje con el fin de secuestrar un avión.
Ante el temor de sufrir un atentado, Sessa fue trasladado desde la Clínica Santa María a un recinto clandestino, en Vicuña Mackenna. "Fui a verlo. Estaba lleno de gente armada. Murió esa madrugada y desde ese momento fui testigo de su velorio y su entierro. Poco tiempo después vino el golpe, lo que Miguel tanto esperaba. Para mis tíos fue un día de duelo".
Ex militante PC, maoísta, exiliado en México y España, Marín ya había escrito sobre los días de la UP en Carne de perro, donde relató la muerte de los asesinos del ex ministro Edmundo Pérez Zujovic, miembros de la ultraizquierdista Vanguardia Organizada del Pueblo. Ahora cruza al otro extremo.
La novela está relatada desde el más allá por el difunto Sessa, quien se comunica con su madre. Ella, como una médium, registra los mensajes de su hijo: recrea la infancia con sus primos en la casa de la abuela; su juventud de hijo único y mimado por sus padres, dueños de la fábrica de fideos Imola; su etapa playboy, de discotecas y fines de semana en Portillo, y el paso por una academia de karate que lo conduciría a Patria y Libertad.
Los hechos son reales, pero están transformados por la ficción, subraya Marín. Por el relato transitan personajes ficticios, como Carecueca, un ex boxeador convertido en mayordomo de Miguel Sessa, y otros reconocibles, como el sacerdote Raúl Hasbún. "Fuimos compañeros de colegio con el cura. Era muy buen jugador de fútbol, metía goles. Siempre jugábamos en los recreos del mediodía y a veces veía pasar ¿sabes a quién? A Jorge Edwards. Iba unos cursos más arriba, era un excelente alumno. Yo lo veía y pensaba ese gallo que es inteligente, y yo acá jugando a la pelota".
Sentado en el café, Marín explica el título de la novela: "Esta segunda mano, perteneciente al intrusismo del autor, es la que ordena los cuadernos dejados por la escritura de la médium, la primera mano, donde se estampa la comunicación espiritista de ella con su hijo muerto". Así, en el libro conviven tres voces y se alternan en la narración, pero todas suenan igual: suenan a Marín.
MODAS Y BESTSELLERS
Desde 1995 Marín ha publicado una docena de títulos, entre ellos El palacio de la risa, Idola y Cartago, así como su trilogía Historia de una absolución familiar (Círculo vicioso, Las cien águilas y La ola muerta). En total, más de dos mil 500 páginas. La segunda mano agrega otras 200, pero ¿qué le añade a su obra? "Sentí que la historia de Miguel y de Patria y Libertad no se agotaban en el cuento y que aún había mucho que decir", afirma.
El libro completa su historia del período, pero no la cierra definitivamente, dice. "Periódicamente, voy rescatando personajes de un libro que aparecen luego en otros". Carecueca, por ejemplo, reaparecerá en Compases al amanecer, su próximo libro de cuentos. "Está escrito y bajo el propósito de editarlo en mayo próximo. El sello editorial es un enigma: no lo sé".
"Quizás con mi nueva novela, Déjala hacer, me despido de mis libros anteriores", agrega. El título está inspirado en la obra de John Locke, autor que adhirió a la teoría del lassaire faire. "Es la historia de una mujer común que se ve envuelta en un clima de traiciones llevadas por la ambición. Está a medio terminar. El sello editorial también es un enigma".
¿Por qué siempre vuelve a 1973?
El golpe fue mi primera comunión. Ahí se rompe todo lo que creía. Yo tenía un solo libro, Fuegos artificiales, que fue sacado de circulación, y dejo de escribir la putada de años.
Hasta hace poco, Marín era un escritor casi secreto. Hoy es una figura protagónica. Fue candidato al Premio Nacional, presentó sus novelas en Buenos Aires y Carmen Balcells se interesó en su obra. "Me parece bien, pero no me convence, sigo siendo el mismo personaje", asegura.
Pero ahora hacen gigantografías suyas y las ponen en las librerías.
Pero no lo tomo en serio.
Y su obra es reconocida.
No soy un autor con muchos lectores, lo cual, a la distancia, habla bien de mí. Quizá mañana tenga menos lectores.
¿Por qué habla bien de Ud.?
Pienso que hay una maquinaria publicitaria que funciona para crear lectores. Pero son falsos lectores. Entonces, no ser atrapado por esa máquina significa que mis lectores son genuinos.
¿Los bestsellers son inventos?
En gran medida, sí. Responden a modelos y a recursos publicitarios.
¿Y no le gustaría ser bestseller?
No. Ser considerado bestseller es un insulto. Nunca la literatura ha sido un producto masivo.
¿Y qué me dice de Bolaño?
Es una moda. Hasta antes de morir vendía 300 ejemplares en Chile. Y de pronto se produce el boom. Hay que ver en un año más qué pasa.
¿No hablará desde la envidia?
Puede ser. Reconozco que soy un resentido. En todo chileno hay un resentido y un frustrado.