El ya fallecido Roger Ebert, crítico influyente y popular como pocos, lo consideraba el mejor musical en la historia de Hollywood. En tanto, la referencial encuesta que cada diez años efectúa la revista inglesa Sight & Sound, la instaló en 2002 en el Top 10 de las películas de todos los géneros y todos los tiempos, en la opinión de la crítica (y en 2012, en el puesto 20).
No es capricho ni casualidad: a 65 años de su estreno, y pese a encarnar un género derrotado por los avances del realismo, Cantando bajo la lluvia (Gene Kelly y Stanley Donen, 1952) sigue siendo una película deslumbrante, capaz de fascinar en cada una de sus facetas (actoral, escénica, coreográfica, etc.) y de llevar al espectador de paseo por las dimensiones alucinatorias del Technicolor.
Eso sí, para que esto último tenga lugar de la mejor manera, podría no ser suficiente con el visionado casero (por más que se cuente con una gran pantalla y/o con la estupenda edición digital que conmemoró los 50 años). De ahí que no quede sino celebrar la iniciativa de la cadena de exhibición Cinemark, que tiene ya la costumbre de reponer clásicos hollywoodenses y que efectuará en distintas ciudades la proyección digital 4K del filme: una función diaria, los días 5, 9, 19 y 23 del presente mes.
Porque muy cierto será que la forma en que hoy se consume audiovisual no es la de asistir al cine como quien va a misa. Pero, acaso por eso mismo, hace falta una tremenda película para advertir que no todo da lo mismo.
Los locos años '20
Corre 1927 en Hollywood, California, la fábrica de sueños. Lina Lamont y Don Lockwood (Jean Hagen y Gene Kelly) son la pareja soñada de Monumental Pictures: ya se trate de cintas bélicas, románticas o cómicas, ambos son número puesto y la prensa del corazón aprovecha de ligarlos sentimentalmente. Eso, pese a que él apenas la soporta.
Hasta ese minuto, el director de Monumental no había mostrado el menor interés en las talkies, las películas habladas, pero el éxito arrollador de El cantante de jazz (1927) convenció a toda la industria y ahora estas estrellas del mudo deben reconvertirse si no quieren que la historia les pase por encima.
Acompañado de su sempiterno amigo, el músico Cosmo Brown (Donald O'Connor), Don se las arregla para transitar con bríos al cine sonoro, participando en inspirados números de canto y de baile. Lina, sin embargo, tiene un problema: su voz pituda no parece compatible con la nueva tecnología y la única forma de que el público la siga queriendo es que sea doblada por la actriz Kathy Selden (Debbie Reynolds). Esta última, que ama las tablas y desprecia el cine, tiene su propia y particular historia con Lockwood. Así se va tejiendo esta historia.
Tal como en los '80 se pusieron de moda los '60, al comenzar los 50 se generó en EEUU una atracción fatal con todo lo que tuviera que ver con los locos años '20: la indumentaria, la música, el look de una época. Así las cosas, el triunfo de las talkies le permitió a un consolidado equipo de creativos tomar una hebra que se probó particulamente provechosa.
La dupla Kelly-Donen, que ya había realizado un musical en exteriores junto al productor Arthur Freed (On the town, 1949), repitió a su tándem de guionistas y letristas. Freed, que figura en los créditos del filme como productor, era un letrista destacado y una leyenda del género: en 1928, cuando MGM se decidió a realizar su primer musical, Freed consiguió que el poderoso productor Irving Thalberg prestara oreja a sus canciones, musicalizadas por Nacio Herb Brown.
"Thalberg quedó tan fascinado con las canciones", cuenta la recientemente fallecida Debbie Reynolds en el making of de Cantando... (What a glorious feeling, 2002), "que hizo orbitar toda la película en torno a ellas". La cinta se llamó La melodía de Broadway (1929), fue un hit y ganó el Oscar a mejor película. Acto seguido, la dupla participó en The Hollywood Review of 1929, otro gran éxito que incluyó la canción que 23 años después dio su título al filme de Kelly y Donen: Singin' in the rain.
La canción, por si sola, se transformaría en un clásico. Igualmente, la imagen de Kelly, Reynolds y O'Connor cantándola con paraguas e impermeables amarrillos, en el arranque de la película, es un ícono incontestable de la historia del cine. Eso, para no hablar de las variadas audacias de una puesta en escena que no temió cruzar los límites, así como de un humor físico y verbal que aún resiste muy bien en la pantalla. Todo eso y mucho más, por el mismo precio.