Lo querían a toda costa. Y ya casi lo tienen. "Santiago Silva llegó a un principio de acuerdo con Cruzados para transformarse en refuerzo de Universidad Católica para el año 2017", informaba anoche el propio club de Las Condes por medio de un escueto comunicado publicado en su página web. El Tanque había sido el elegido desde el principio. Importaba poco en la precordillera que el hombre escogido para suplir la sensible marcha de Nicolás Castillo (máximo goleador, por cierto, de los dos últimos torneos), tuviera nada menos que 36 años. La experiencia es un grado, debían pensar en San Carlos.
Pero aquellos que defienden que los jugadores mejoran, como el buen vino, con los años, deberían, tal vez, echar un vistazo a las estadísticas, pues al menos en la alta competencia las leyes de la enología suelen estar reñidas con las del balompié. Especialmente cuando se trata de posiciones expuestas a un desgaste sistemático y en que las aptitudes físicas resultan al menos tan importantes como las técnicas. Y la de delantero centro es una de ellas.
Porque no deja de resultar frecuente toparse, por ejemplo, con arqueros en los principales clubes del mundo que rebasan holgadamente la barrera de los 35 años sin apenas acusar el desgaste. Gianluigi Buffon (38), guardameta de la Juventus, podría dar en este apartado una auténtica cátedra a propósito de cómo mantenerse vigente bajo los palos y al más alto nivel competitivo.
También los defensores suelen tener una trayectoria más duradera. Fundamentalmente aquellos que se desempeñan por el centro de la zaga, una parcela de la cancha que requiere generalmente un desgaste físico menor. Los que actúan por los costados -resulta lógico-suelen perder incidencia en el juego a medida que van viendo mermada su velocidad, y aquellos habituados a jugar en posiciones más adelantadas tienden a retrasarse y a centralizarse conforme van cumpliendo años. Es la ley de vida. Y del fútbol. La naturaleza, en la mayoría de los casos, sigue siendo inexorable.
La curva descendente
Pero Universidad Católica no está a punto de cerrar la contratación de un arquero, ni de un extremo reconvertido en prolijo lateral, ni tampoco de un volante que ha sabido transformarse, con el paso de los años, en el nuevo líder de la retaguardia. Ha fichado a un delantero centro de 36 años, 13 más de los que tiene el hombre que ha venido a reemplazar. Lo que no quiere decir, tampoco, que la apuesta vaya a resultar necesariamente fallida. Un futbolista que lleva casi 20 años viviendo dentro del área, a la fuerza ha de saber cómo moverse en los márgenes de su rectangular reino.
Pero los promedios goleadores son otra cosa y cuesta encontrar un ariete que con más de 35 años haya vivido su explosión anotadora. La evolución de Silva, en ese sentido, no deja de ser ilusionante. Sus mejores guarismos goleadores datan de la temporada 2010-2011, cuando siendo futbolista de Vélez logró firmar 22 tantos en 43 partidos. Su curva descendente de rendimiento no es tan pronunciada y sus 22 goles anotados en los dos últimos años (eso sí, esta vez 11 en cada uno) invitan moderadamente al optimismo. Esteban Paredes (que vivió su mejor campaña realizadora con 34); el peruano Claudio Pizarro (que en la alta competencia, en el Werder Bremen, sigue promediando dobles dígitos a sus 38); o José Sand (tentado también por la UC y máximo goleador del primer semestre de 2016 del fútbol argentino); son buenos ejemplos de que se puede ser un delantero centro experimentado sin dejar de resultar competitivo.
Pero, al menos a la luz de las estadísticas, no se puede volver a ser el de antes. A menos que te llames Aritz Aduriz, el delantero del Ahtletic de Bilbao que el mes que viene cumplirá 36 y que la temporada pasada firmó el mismo número de goles. Su mejor registro de siempre. En el caso del resto de artilleros estudiados (ver tabla), la curva descendente siempre está ahí.
Delanteros de renombre mundial, todavía activos, como Francesco Totti o Didier Drogba, y viejos conocidos del fútbol chileno y sudamericano, como Manuel Villalobos o Sebastián Abreu, vieron afectados sus registros anotadores más allá de los 35. Y algunos, como el marfileño o el Loco charrúa, decidieron dar el paso a ligas menos competitivas (China, Turquía y EEUU, en el caso del primero; Ecuador, Paraguay y El Salvador, en el del segundo) para tratar de aproximarse a sus antiguos números.
Otros, como Il Capitano o el inoxidable máximo realizador histórico de Iquique, vieron reducido a la mitad su bagaje goleador en los últimos torneos y también su participación en el equipo. Pero hicieron de la fidelidad un arma mucho más poderosa que un remate a portería.
El nuevo Tanque cruzado dirimirá en el próximo Clausura si el gol tiene fecha de caducidad o si es algo que perdura.