Juan Antonio Pizzi sigue obsesionado con lo mismo: la definición. Y tiene razón en hacerlo. El resultado que arrojan sus jugadores en los ejercicios que hace para mejorar esa faceta es muy malo.
Ayer, al final del entrenamiento de la mañana, Macanudo se quedó con Vargas, Castillo, Paredes, Aránguiz, Vidal y Valencia practicando remates. El ejercicio consistía en que el argentino asistía a los jugadores, que esperaban a la entrada del área, desde la línea de fondo. Ellos controlaban y luego remataban al arco donde estaba Claudio Bravo.
El arquero del City mostró un gran nivel, tuvo muy buenas atajadas. Pero también hubo muchos remates anchos, altos y el travesaño apareció en un par de ocasiones. En total, dos goles. Ambos de Leonardo Valencia.
En los ejercicios previos, el resultado tampoco fue alentador. En el primer trabajo del día, Pizzi puso un cuadrado en el centro de la cancha. En él convivían cuatro seleccionados, que iban rotando, y la misma cantidad de sparrings. Los convocados debían darse pases ante la incesante presión de los juveniles. Una vez que la tocaran todos, debían descargar hacia los costados. Ahí se armaban jugadas entre dos o tres seleccionados. Terminaban en un centro. En el área esperaban Castillo, Paredes y Vargas. Y se repitió la tónica: escasez de goles.
Tras ello, vino un partido amistoso con la cancha levemente reducida. El arco que da a la calle en la cancha 2 estaba en el borde del área. Dos equipos mixtos. El primero, de rojo, contaba con Herrera en el arco; Opazo, Paulo Díaz, Jara y Beausejour en el fondo; Carmona, Vidal y Valdivia en el medio; Fuenzalida, Vargas y Rodríguez en delantera.
Al frente, de verde, Bravo; Isla, Medel, Roco, Mena; Silva, Hernández y Aránguiz; Orellana, Castillo y Sánchez. Toselli, por mientras, entrenaba en la cancha de al lado con un integrante del cuerpo técnico. Dos esquema, frente a frente. Uno, el tradicional 4-3-3 de Pizzi y el otro, con dos volantes mixtos y Valdivia como enganche (4-2-1-3). El seleccionador debe tomar hoy la decisión final. Valencia, Paredes y Pulgar entraron más tarde en el equipo rojo.
El partido duró alrededor de media hora en que Pizzi felicitó constantemente a Arturo Vidal. "¡Bien, Arturo!", decía cuando el Rey robaba un balón o acertaba un cambio de lado. "¡Hay que meter gol!" recordaba el argentino cuando los toques cerca del área eran excesivos. Su reiterada petición encontró respuesta por primera vez en los últimos días. Hubo cuatro goles (3-1 para los rojos) y todos generados desde los costados.
El cuerpo médico, mientras se jugaba, se preocupaba por Jorge Valdivia. Al parecer, sólo por precaución. Cada tanto se veía que le hacían preguntas al Mago, quién sólo levantaba el pulgar.
El volante del Al-Wahda estuvo bastante activo durante la media hora de juego. Su amigo Vidal lo hizo lucir. La mayoría de las pelotas que recibía el Rey iban para el ex Palmeiras. Éste, generalmente, se preocupó de girar y entregar sin complicaciones. El retraso del doping hizo que la práctica de la tarde se transformara en una tarde recreativa. Algunos futbolistas jugaron Fútbol-Tenis, otros se movieron levemente y sólo Toselli, el tercer arquero, trabajó con exigencia mayor.