"Así no podemos continuar. O tu equipo parlamentario se supedita al control del comando o nosotros no podremos seguir adelante". Osvaldo Correa no levantó en ningún momento el tono de voz cuando el jueves 7, a eso de las 10 horas, se reunió en privado con el senador y candidato presidencial del pacto Fuerza de Mayoría, Alejandro Guillier, en la sede del Congreso en Santiago para dar un golpe de fuerza sobre el candidato.
El generalísimo de la campaña y secretario general del PR no era el único que amenazaba con renunciar en ese mismo momento si Guillier no dejaba de empoderar a su núcleo de confianza en la toma de decisiones por sobre las estructuras formales del comando. Correa tenía en sus manos también la decisión de abandonar la campaña de la senadora PPD Adriana Muñoz, jefa del equipo estratégico; del socialista Arturo Barrios, encargado territorial; y del comunista Juan Andrés Lagos, encargado comunicacional del comando, al menos.
Esta era la primera vez, desde que se constituyó el comando presidencial el 9 de agosto, que los representantes de los cuatro partidos más grandes que respaldan a Guillier ponían en duda su continuidad en el cargo, molestos por el excesivo peso que, su juicio, ha tenido hasta ahora el equipo de confianza del senador en el devenir de la campaña. Todos ellos, además, habían hecho saber a sus respectivos partidos el paso que estaban dispuestos a dar si es que no se enmendaba el rumbo.
"Llegamos a una situación límite, no se puede seguir con esta dualidad de poderes", afirmó el jueves 7 en la mañana uno de los miembros del comando a la directiva de su partido al momento de comunicarle su decisión.
La situación a la que hacía mención se arrastraba desde hacía varios meses, pero quedó en evidencia el martes 5 luego que Radio Bio-Bio diera a conocer un reportaje sobre los informes de asesoría hechos por el abogado Omar Beltrán desde marzo de 2016 para el trabajo parlamentario de Guillier y por los cuales el Senado pagó la suma de 19 millones de pesos.
Pese a lo sensible de la información, que terminó por detonar esta semana un conflicto entre el Senado y las fiscalías, Guillier había decidido hace más de 20 días dejar el tema sólo en manos de su jefe de gabinete, Enrique Soler, uno de sus hombres de más confianza y quien ha sido uno de sus principales asesores desde su campaña senatorial por Atacama.
Hace tres semanas, Soler junto a la abogada y asesora parlamentaria de Guillier, Natalia Alvina Díaz, respondieron el cuestionario que les envió Radio Bio-Bio y entregaron las copias de los informes parlamentarios requeridos por Ley de Transparencia. Sólo consultaron al entorno de confianza de Guillier, dejando fuera por completo de la discusión al comando.
Pese a ser el generalísimo de la campaña, Correa se enteró por terceras personas de la existencia de esa investigación periodística sólo una hora antes de que se publicara. Y cuando ese mismo martes 5 el comando intentó recabar información del equipo parlamentario de Guillier para ver cómo enfrentaban la crisis, la única respuesta que recibieron de ese círculo fue que se "quedaran tranquilos", que ellos ya se habían encargado del asunto, dejando en evidencia la falta de olfato político del entorno del senador.
Desde el comando y los partidos oficialistas que apoyan a Guillier aseguran que ésta no es la primera vez que se enfrentan al círculo de confianza del parlamentario. Y que desde el inicio de la carrera presidencial ha existido tensión por quién asume el control de la campaña.
Desde los partidos critican la influencia que ejerce sobre el candidato un grupo pequeño de orejeros, entre los que se cuentan Soler; el publicista Juan Enrique Forch; uno de los hijos de Guillier, Andrés Almeida, y desde hace algunos meses, Harold Correa. El ex asesor de Nicolás Eyzaguirre en el Ministerio de Educación y miembro de la denominada G-90 vinculada al ex ministro Rodrigo Peñailillo, no forma parte de ninguna instancia formal del comando, pero tiene trato directo con el candidato.
Desde los partidos de la Nueva Mayoría que apoyan a Guillier afirman que este grupo no mantiene una adecuada coordinación con el comando y ha menoscabado el rol de los partidos en una campaña que no ha logrado conseguir financiamiento bancario y que depende fundamentalmente de los aportes monetarios que las colectividades hagan.
Tampoco facilitan el despliegue territorial, el que recién comenzó a ordenarse hace unas tres semanas atrás, cuando se hizo cargo de ella el socialista Arturo Barrios.
El jueves 7, tras el golpe blanco protagonizado por Correa y el resto de los miembros del comando, Guillier se comprometió a supeditar a sus orejeros de confianza al comando. No es la primera vez que lo dice, sólo que ahora la amenaza de las renuncias está sobre la mesa.