Los premios Grammy funcionan como péndulo y cada una de sus ediciones simboliza un espaldarazo a géneros en boga o artistas en pleno ascenso. Si alguna vez los grandes triunfadores fueron el hip hop de moda, el R&B servido para las listas de éxito o nombres como Norah Jones, Amy Winehouse o Adele, ayer los gramófonos tuvieron una inclinación clara: las guitarras pensadas para el suceso comercial.
¿La gran muestra? The Black Keys, el dúo de Ohio que cree tanto en el sonido sucio del blues rock como en la escuela de decibeles heredada desde Led Zeppelin a ZZ Top, se alzaron como los grandes ganadores de la edición número 55 de la ceremonia que se realizó en el Staples Center de Los Angeles, consagrando una carrera iniciada en 2001 y que los tiene como la gran salvación del rock actual.
El conjunto formado por Dan Auerbach y Patrick Carney, que también liderará el próximo Lollapalooza Chile, se llevó cuatro de las seis candidaturas a las que postulaban, estableciéndose como los dueños del mayor número de gramófonos en esta edición: Mejor disco de rock (por El camino), Mejor actuación rock y Mejor canción rock (por su hit Lonely boy) y Mejor productor, premio que se adjudicó el propio Auerbach. En todas derrotaron a peces gordos como Jack White, Bruce Springsteen, Muse y Coldplay, aunque se inclinaron en Grabación del año ante Somebody that I used to know, de Gotye, y el gramófono más importante, Albúm del año, que lo alcanzó Babel, de Mumford & Sons. La sensación británica de la música folk fue la gran sorpresa de la noche.
Por otro lado, la buena cosecha de los Black Keys recuerda cuando la industria musical ha ungido a otros créditos como los estandartes del rock más oficial, tal como sucedió el año pasado, cuando Foo Fighters aparecieron como los triunfadores sin contrapesos.
Y si se mira a las guitarras, otra banda que reverencia la electricidad hermanada con melodías para las masas se llevó la categoría a Canción del año, otra de las más ambicionadas: los neoyorquinos Fun. con We are young -suerte de himno de estadio que cantan junto a Janelle Monáe-, quienes derrotaron a Ed Sheeran, Carley Rae Jespen y Kelly Clarkson. También triunfaron en Mejor artista nuevo.
Otros que se fueron con las manos ocupadas fueron Jay-Z y Kanye West, que ganaron tres distinciones, entre las que destacó Mejor colaboración de rap . La estrella electrónica Skrillex también acarició tres gramófonos en apartados de su género.
El aplaudido regreso
En tanto, en su inicio, el evento estuvo cruzado por la actualidad y la nostalgia hacia su propio legado. Tal como se había anunciado, la cantante Taylor Swift, una de las estrellas más rentables de la canción juvenil estadounidense, abrió los fuegos con una presentación llena de guiños al universo circense -con mimos y bailarines lanzando llamaradas- y bajo el tema We are never ever getting back together. Luego, el rapero LL Cool J apareció como anfitrión y recordó la trascendencia de los galardones en los músicos de los géneros más diversos. Incluso recordó el impacto casi sísmico que significó en su propia vida ver a Michael Jackson en los 80 alzando la gran cantidad de Grammy que lo convirtieron en leyenda.
Y si de leyendas se trata, turno para los ingleses: Elton John, el gran protagonista del próximo Festival de Viña del Mar, saltó a escena junto a su coterráneo, el cantante Ed Sheeran, para interpretar The A team y asestar uno de los tantos dúos que marcarían la velada. Otra reunión vendría después con los cantantes Dierks Bentley y Miranda Lambert, alzando su personal saludo al country.
Pero, al menos en la primera hora de show, no todo fue guión y libretos ya establecidos. Dos figuras de origen latino, Jennifer Lopez y Pitbull, se asomaron para anunciar la estatuilla a Mejor interpretación pop solista. En la introducción, la ex pareja de Marc Anthony dijo "como verán, leí el memo" y apuntó a su traje oscuro, más discreto de lo acostumbrado y en referencia al instructivo que la organización había enviado durante la semana a sus invitados, donde recalcaba que no se debía usar vestuario que dejara demasiada piel al descubierto.
Luego siguieron shows como los de Mumford & Sons, presentados por el actor Johnny Depp; y el nombre más esperado de la noche: Justin Timberlake, el gran retorno presentado por los Grammy y que fue anunciado por Beyoncé y Ellen DeGeneres. Interpretando su último single, Suit and tie, el estadounidense dio el mejor show de la jornada -sacudió un evento que estaba sumergido en cierta modorra y sin la dinámica de otros años- y rompió su receso musical de casi seis años, tiempo en el que se concentró en su labor actoral. En términos más acotados, fue su primera aparición sobre un escenario luego de cuatro años.
Timberlake además saltó bajo las luces vestido de etiqueta, con una gran orquesta al modo de los grandes crooners, demostrando que su poderío vocal y escénico sigue intacto. La ovación fue inmediata. Todo acompañado por Jay-Z, otro gigante del pop. El espectáculo sirve como preludio para The 20/20 Experience, trabajo que lanzará el 19 de marzo.
Otro retorno de alta intensidad fue el de Rihanna, quien interpretó el tema Stay y volvió a la ceremonia con Chris Brown, el hombre que hace cuatro años la golpeó en la antesala del mismo evento. Otras instancias que sacaron aplausos fueron el despliegue eléctrico de Jack White -una de las cimas del show- y el homenaje a Bob Marley que encabezó Bruno Mars. Cuando llegó la hora de tributar a las figuras fallecidas en la temporada pasada, entre muchos otros, las pantallas mostraron al argentino Luis Alberto Spinetta.