HACE UN PAR de semanas, en una reunión con las empresas que auspician a la Selección que se realizó en el complejo deportivo Juan Pinto Durán, el entrenador Jorge Luis Sampaoli comentó que su principal temor con miras a la participación en el Mundial de Brasil no son España ni Holanda, los grandes rivales de la Roja en la primera fase. Lo que le quita el sueño a Sampaoli es la sobreexpectativa de la gente que da por hecho que, esta vez sí, la Selección va a llegar lejos en la principal competencia planetaria.

Una encuesta de latercera.com refleja ese desmedido optimismo que tanto le preocupa al entrenador. El 70% de quienes la respondieron está confiado en que la Selección superará la fase de grupos. Si eso parece muy optimista, el 40% asegura que Chile tiene equipo para estar en el grupo de los ocho mejores del mundo. "La gente cree que porque la Selección ha tenido buenos resultados, Sánchez juega en Barcelona y Vidal en Juventus ya estamos en cuartos de final. Y no es así. A Chile le tocó una serie de terror", comenta el periodista Danilo Díaz.

¿Por qué, entonces, creemos que este Mundial será coser y cantar? No es porque tengamos un equipo que "mete miedo", como dice una publicidad. Tampoco porque miremos por encima del hombro al resto dada nuestra situación pujante de país Ocde que además puede entrar a Estados Unidos sin visa. Es mucho más  simple. "El fútbol es eso, la generación de una expectativa que luego se contrasta con la realidad. Es un fenómeno que pasa siempre que Chile va a un Mundial y que es inherente a este deporte", responde el periodista Aldo Schiappacasse. Y así como la gente se ilusiona exageradamente, cuando la realidad la devuelve donde corresponde, también se encrespa más de la cuenta, agrega.

Cuando se juega una Copa del Mundo se exacerba el fanatismo con el equipo porque los hinchas sienten que todos a su alrededor son como ellos. Por una vez son todos iguales y del mismo equipo, explica Rick Grieve, profesor de Sicología en la Western Kentucky University. Hay hinchas que se toman tan en serio la suerte de su club que incluso sienten que pueden hacer "algo" para ayudar a que ganen, agrega Grieve. Eso explica las cábalas o supersticiones. Un ejemplo: hay hinchas de Colo Colo que cuando juega su equipo no se ponen prendas azules en referencia a la U. Otro: hay hinchas de la U que no usan cosas blancas cuando juega su equipo. Obvio.

Soñar es gratis

Si nos sentáramos a sacar cuentas y a revisar la historia estaríamos rezando en vez de andar celebrando antes de tiempo. Chile es un país sin una gran tradición mundialista, que jugó menos de la mitad de las Copas del Mundo (esta es su novena participación en 20 mundiales), que sólo tres veces pasó la primera ronda y que ganó apenas cinco partidos en los siete mundiales que jugó fuera del país. Varias generaciones crecieron sin ver ganar a la Selección en un Mundial: desde el 1-0 a Yugoslavia en 1962 al 1-0 contra Honduras en Sudáfrica 2010 pasaron 48 años. Pero con el inicio del Mundial a la vuelta de la esquina, nadie andaría tan suelto de cuerpo comentando esa triste realidad.

Las expectativas no se basan en datos duros ni en experiencias pasadas. Sería como ir a comprar un Kino tomando en cuenta las probabilidades de ganárselo, dice Marco Antonio de la Parra, siquiatra y dramaturgo. Si así fuera, bastaría mirar detenidamente el grupo de Chile en el Mundial y lo que sigue después (probablemente Brasil) para que el hincha con la cara más pintada empezara a sacarse el maquillaje. "Las expectativas no tienen racionalidad alguna, sino que son un sueño que nos puede sacar de nuestra historia de derrotas deportivas y de esta sensación oscura y gris que compartimos", agrega De la Parra. Si hay algo que nos permite este deporte es soñar. "Al final, cuando empieza un partido, sólo son 11 contra 11, así que el hincha siente que cualquier cosa puede ser posible", dice John Williams, experto en comportamiento de los hinchas del fútbol de la Universidad de Leicester.

Golpe y porrazo

Los que llevan varios años ligados al fútbol chileno saben de historias de expectativas sobrevendidas. Pasó en el Mundial de 1982. Ni la participación en Inglaterra 1966 -con una Selección que había conseguido el tercer lugar cuatro años antes- ni en Francia 98 -que contaba con la dupla Iván Zamorano y Marcelo Salas y que fue acompañada por un promedio de 20 mil chilenos en cada partido- generaron tanta expectativa como la de España 1982.

Los comentarios exitistas de dirigentes, periodistas, el entrenador y hasta de los jugadores tomaron vuelo. El libro Historias Secretas del Fútbol Chileno, de Juan Cristóbal Guarello y Luis Urrutia O'Nell, recoge algunos. Carlos Caszely se candidateó para ser el goleador del Mundial y, consultado por la revista argentina El Gráfico, dio a Chile como ganador del torneo derrotando a Argentina "con dos goles míos". Elías Figueroa apostó que la Selección jugaría la final con Brasil. Mario Osbén dijo que entre el español Arconada, el argentino Fillol y él, saldría el mejor arquero. Un joven Patricio Yáñez se puso en la terna de posible mejor jugador junto a Zico y Maradona. El DT Luis Santibáñez postuló a René Valenzuela como mejor stopper y éste le dio la razón: "Valenzuela dice que Luis Santibáñez no está equivocado y el Mundial le dará la razón", dijo en tercera persona.

Había tantas expectativas que dudar del éxito de esa Selección era "una traición a la patria", cuenta el libro La Roja: Historias de Selección, de Carlos González, Luis Navarrete y Braian Quezada. Elías Figueroa recuerda el exceso de confianza: "Antes del partido con Alemania, (Karl-Heinz) Rummenigge salió a pisar la cancha para ver cómo se sentía porque tenía una distensión en el muslo. Nosotros lo miramos y dijimos: ojalá juegue éste porque está lesionado. Jugó y nos hizo tres goles".

El porrazo fue duro. "Despedimos en el aeropuerto a una Selección que supuestamente iba a estar entre las cuatro mejores del mundo y que regresó en medio de una crisis futbolística y económica", recuerda Schiappacasse. Una vez consumada la primera derrota con Austria, un bochorno que incluyó el penal perdido de Caszely, el escritor Enrique Lafourcade, que había sido ninguneado por el seleccionador Luis Santibáñez antes del Mundial, se tomó revancha. Partió al entonces estadio de Pedreros -ahora Monumental- con la camiseta de Caszely a tirarle penales al arquero Enrique Enoch. Hizo varios goles "para enseñarle a Santibáñez a chutear penales".

La decepción fue tremenda porque la Selección era circo en un país que sólo hablaba de fútbol, pero que caía en una crisis económica. Días antes del Mundial, en cadena nacional se anunció la devaluación del peso en 18%. "Con mayor razón la gente esperaba que hiciéramos un buen Mundial", reconoce Elías Figueroa.

John Williams explica que para las personas que tienen carencias en su vida el fútbol puede llegar a ser demasiado importante y un Mundial es un evento propicio para poner la satisfacción personal en los triunfos de un equipo. Por eso, una derrota deja una sensación demasiado amarga. ¿Cuánto tiempo dura esa sensación? A veces semanas o incluso meses, responde Williams. Sólo un nuevo desafío puede borrar la amargura que deja el recuerdo del fracaso. Como dice el dicho, las penas del fútbol se pasan con fútbol. "Pero en ocasiones puede no desaparecer por completo".

Generación winner

Humberto "Chita" Cruz fue seleccionado en las Copas del Mundo de 1962 y 1966. Recuerda que el terremoto de Valdivia de 1960 había dejado la moral del país por el suelo, así que no había mucha exigencia a la Selección que jugó de local, aunque tiene en la memoria la estricta preparación. "Nos tuvieron siete meses encerrados en una casona en Hernando de Magallanes con Colón. La única vez que les miramos las piernas a las mujeres fue cuando nos llevaron al Bim Bam Bum. Pero ellas ni nos inflaron", recuerda Cruz.

En ese momento la competencia local no era fuerte, no había contratos millonarios para los jugadores ni farándula alrededor. Como cambiaron los tiempos, cambiaron las expectativas. Cruz dice que a los jugadores de ahora se les exige más porque están acostumbrados a la alta competencia y tienen facilidades que están a años luz de lo que ellos vieron hace 50 años. "Por eso la gente les pone la vara tan alta".

Schiappacasse agrega que los hinchas más chicos crecieron con esta generación ganadora de Sánchez, Medel, Vidal o Isla. Los vieron en el Mundial Sub 20 de Canadá y en Sudáfrica. "Creen que esta es una generación irrepetible para el fútbol chileno y que de ellos podemos esperar cualquier cosa. Los de memoria más larga tenemos más temores para analizar lo que viene".

Entonces, el éxtasis o la frustración dependerá de dónde pongamos la vara. "Cuanto más se espera obtener una recompensa, más doloroso y frustrante resulta cuando no ocurre. ¡Asunto de expectativas!", exclama Eric Simons, autor de La vida secreta de los hinchas. ¿Qué deberíamos esperar ahora? Schiappacasse responde: "Creo que será una lucha épica de tal magnitud que, si esta vez pasamos el grupo, podemos curarnos una semana sin problemas".