Hace una semana se agotaron todas las entradas al ballet Cascanueces del Teatro Municipal, que desde ayer y hasta el próximo miércoles se presentará en el recinto santiaguino. Experiencia consuetudinaria de todos los diciembres, la obra de Tchaikovsky es más que un ballet. Es, a estas alturas, un evento familiar asociado a Navidad, cuentos europeos y regalos. Antes que nada, sin embargo, es un gran éxito de la música clásica. Algo así como un hit de seguro consumo entre seguidores de lo docto, pero también entre los desconocedores del género de Mozart.
Así como el Teatro Municipal ve fortalecidas sus arcas con la pieza inspirada en un relato fantástico de E.T.A. Hoffmann, en Nueva York el mismo ballet es simplemente parte del paisaje invernal de la ciudad nevada. Malls, calles, autobuses y vitrinas se nutren de la imaginería del Cascanueces para remarcar además que se está en época de Navidad. Un dato de considerable importancia lo entrega la programación del New York City Ballet, que viene presentando el ballet hace 60 años en la clásica coreografía de George Balanchine. Según The New York Times, el 40 por ciento de los ingresos anuales de la compañía corresponde exclusivamentte a las funciones de esta obra.
En Estados Unidos, la composición es incluso más popular que en la misma Rusia y sólo la ciudad de Nueva Jersey tiene actualmente en sus teatros seis diferentes producciones de Nueva York. En Santiago, de acuerdo a datos del Teatro Municipal, la pieza de Tchaikovsky es la que más dividendos entrega anualmente y este año se debió reponer como espectáculo extraordinario, pues no estaba en la programación tradicional. Con coreografía de Jaime Pinto y escenografía y vestuario de Pablo Núñez, el Cascanueces del Municipal es un particular clásico local que se mantiene más o menos igual desde hace 15 años, cuando se estrenó la puesta en escena de Núñez.
Una semana después de esta versión, el Teatro Nescafé de las Artes presentará otro Cascanueces: es la coreografía de Sara Nieto, figura del Municipal en los años 80. Es una mirada un poco más juguetona y humorística que la tradicional e irá los días 18, 19 y 20 de diciembre. La producción de Nieto llega por tercer año consecutivo, dando cuenta de la demanda siempre creciente por ver esta obra.
"Este ballet tiene tres cualidades únicas: por eso es un éxito seguro. En primer lugar no apela a un sólo tipo de público, sino que a toda la familia, particularmente a los niños. En segundo lugar es una obra que no implica una nueva producción, sino que se hace la que el teatro ya tiene, Sale mucho más económica y fácil. En tercer lugar, es parte un círculo virtuoso o vicioso: se programa siempre, la gente la asocia a Navidad y, por lo mismo, asegura la asistencia. El público sobreetiende que porque se toca siempre es buena y hay que verla", dice Juan Pablo González, musicólogo y director del Insituto de Música de la Universidad Alberto Hurtado. "Por otro lado, no se puede desconocer la calidad de gran melodista de Tchaikovsky. Manejaba los recursos de la orquesta como nadie y eso siempre atrae a la gente", agrega.
Strauss y otro Tchaikovsky
También cerrando fin de año, la Orquesta Sinfónica de Chile recurre a un programa de fácil llegada al auditor: se trata de una reunión de grandes hits de la musica orquestal clásica bailable. En los conciertos que mañana y pasado tocará en el Centro de las Artes CA 660, el maestro Leonid Grin dirigirá la Danza de las horas de Amilcare Ponchielli, la suite La bella durmiente de Tchaikovsky y el vals Vino, mujeres y canciones de Johann Strauss Jr.
"Así como lo que define a la música latinoamericana es el ritmo, lo que define a la música rusa y en especial a Tchaikovsky es la canción. Todas sus obras son como canciones, con una capacidad admirable para crear melodías que la gente puede repetir después de escuchar", dice Grin. "En el caso de Johann Strauss, cuyo Danubio azul o Vals del emperador siempre estarán en el corazón de la gente, otra vez nos enfrentamos a un gran creador de melodías. Y aunque sus obras pueden parecer ligeras, no son tan fáciles de tocar", agrega el director ruso.
También a nivel de conciertos sinfónicos, la próxima semana llega otro de los caballos de batalla irrenunciables del año: Carmina Burana. La composición del alemán Carl Orff para solistas, coro y orquesta será interpretada por la Filarmónica de Santiago, dirigida por Pedro Pablo Prudencio, los días 12 y 13 de diciembre. Basada en poemas profanos escritos por goliardos de los siglos XI y XII, la obra aborda en latín tópicos, placeres y defectos como la fortuna, la riqueza, la lujuria, la llegada de la primavera, las borracheras juveniles y la glotonería.
"Hay un elemento rítmico muy fuerte y muchos de los movimientos se repiten una y otra vez . De alguna manera, quedan en el subconsciente de la persona que asiste a un concierto", explica el director Pedro Pablo Prudencio.
Para Juan Pablo González, la inoxidable popularidad de Carmina Burana (creada por Orff en 1937) tiene que ver con el origen medieval de sus textos:"Nuestra civilización tiene una fascinación por el medioevo, con este mundo misterioso de caballeros y reinos perdidos. Es la infancia de Occidente".
Utilizadas hasta el hartazgo en películas y publicidad, El cascanueces, Carmina Burana o los valses de Strauss también son una suerte de premio para las orquestas. El maestro Grin lo reconoce: "Venimos de un año de tocar piezas difíciles, sinfonías complejas, apuestas. Creo que es un momento para que los músicos también disfruten y toquen algo más ligero. Para relajarse en la medida de lo posible".