El elenco es atípico y numeroso. Más de 7.000 plantas, arbustos y árboles son parte esencial de La expedición vegetal, obra que ocupa desde ayer y hasta el sábado la Plaza de la Constitución. Pero el protagonista es otro: la Aerofloral II, un invernadero de 15 metros de alto y cinco toneladas de peso que juega a ser, además, una nave voladora, con globos y alas para demostrarlo.

La obra representa una investigación científica y el invernadero volador es el lugar donde se realiza. La idea es que la nave se mueve por el mundo gracias a la energía eléctrica que le entregan sus plantas. ¿De qué forma? Por medio de la energía que producen al hacer fotosíntesis, y que sus tripulantes capturan y almacenan en baterías gracias a procedimientos que descubrieron en sus investigaciones.

La expedición vegetal es una creación de la destacada compañía francesa La Machine, tropa de teatro de calle fundada en 1999 por François Delarozière. Desde sus inicios el grupo se ha caracterizado por crear espectáculos en torno a construcciones atípicas, que aspiran a reconceptualizar la relación con el entorno. Acá los temas son la energía, el medioambiente y la economía, porque la instalación cuestiona las implicancias de generar energías renovables dentro de un equilibrio económico dominado por energías fósiles, como el petróleo y el gas.

Once personas integran el equipo. Todos ellos interpretan distintos roles del grupo de investigación. De capitán a cocinero, de fitoelectricista a fitosexólogo. "Vamos a estudiar las relaciones de las plantas con la capa de ozono. En Chile, las especies vegetales están expuestas a este problema", dice Benjamín Bottinelli, que en la instalación tiene el cargo de ingeniero comercial Péthane G3.

De la mañana a la noche el grupo estará realizando experimentos con las plantas para evaluar su capacidad de generar energía fitovoltaica. La idea es que el público no sólo observe, sino también se acerque, haga preguntas que ellos contestarán con traductores y también su propio esfuerzo por hablar español. Y si hay buena suerte, incluso se podrá participar en alguno de los experimentos. Por ejemplo, poner una planta en una caja con calor, otra en una caja con viento y otra en una caja con condiciones normales, para evaluar cuál es la mejor forma de cuidarla. O escuchar los sonidos que emiten gracias a un micrófono que supuestamente captaría esos ruidos inaudibles.

Pero no todo es estudio. El equipo también se preocupa del bienestar de los vegetales, al relajarlos balanceándolos o poniéndoles música que los alegre. Entre los destinatarios de los cuidados y estudios hay araucaria y palma chilena, toromiro de Isla de Pascua, quillay, peumo, roble de Santiago, aloe vera, abedul, bamboo y salvia. Y todas fueron prestadas por la Conaf.

Desde su estreno el 2010, la obra se ha presentado en Rusia, Bélgica, Italia, Alemania y Francia. Con ella, sus creadores debutan en Chile, invitados al festival Stgo. a Mil, organizado por Fitam y presentado por Minera Escondida (operada por BHP Billiton).