Arturo Vidal lleva una cruz tatuada en el cuello y la cabeza rapada como un mohicano. Su hijo, de ocho años, juega por la sala VIP Allianz Arena con idéntico peinado, y el número 23 esculpido a golpe de navaja de barbero sobre el parietal. Travieso, de la mano de papá, parece orgulloso. Sufre una prematura diabetes desde bebé y su padre pelea por darle un futuro sano. Hace años que buscó un proyecto pediátrico de páncreas artificiales en niños, del que participa. Hay quien nace para luchar. Como su papá, como la abuela, Jaqueline Pardo, la madre que parió a Arturo.

Una madrugada su marido llegó borracho a casa, como tantas veces, y ella dijo basta. Dormían sus cinco hijos, ajenos a la última bronca. Le echó de la casa y él le pegó fuego a la humilde vivienda. Ella salvó la vida y la de los críos. A partir de entonces, los sacó adelante lavando ropa. Arturo tenía siete años. "No teníamos nada. Éramos cinco y fue duro. Ella trabajaba todo el día solamente para que pudiéramos comer, pero muchas veces ella no lo hacía. Todo era para nosotros. Y a los 13 años vi que jugando a fútbol podía ayudarla, a ella y a mis hermanos. Prometí que les sacaría de esa penuria". Luchó. El cometierra le llamaban en las inferiores de Colo-Colo, por como peleaba. Lo consiguió. Un día la subió engañada al coche hasta un barrio en la periferia. "Cierra los ojos" le dijo. Al abrirlos, su mamá vio una casa nueva, magnifica. "Es tuya". La ganó peleando por un balón.

Arturo Vidal, tatuado y rapado como un mohicano, volverá hoy a la lucha, con la excusa del estreno de Chile en la Copa América, contra Argentina. "Somos los campeones, que nos ganen", ha retado. "Estamos listos", jura en el desafío a quienes pretendan arrebatarle a La Roja el título de Campeón de América. Lleva dentro esas ganas por pelear.

"¿Vidal? Si he de ir a la guerra, quiero tenerle a mi lado" dice Guardiola al hablar de un futbolista al que nunca pensó entrenar. Pero un día el Bayern le comunicó que habían fichado al chileno. Cuando se lo dijo a sus colaboradores, la sorpresa fue mayúscula: "¿¡Vidal!?". Terminada la temporada, son felices por haberle conocido. "Es sangre de tu sangre, vive por ti, lo da todo, es el compañero que siempre quieres tener, nunca se queja, ayuda y no pide, lidera, compite" dice Manuel Estiarte, miembro del cuerpo técnico del Bayern: "Es puro fuego".

"Atarlo en corto", le recomendó a Guardiola Antonio Conte, el que fuera su entrenador en la Juve. "Más le exiges, más te da", avisó. El italiano le sacó tanto rendimiento que a sus órdenes, en un mismo año, marcó y dio más pases de gol que ningún otro compañero, y al tiempo, corrió más kilómetros y recuperó más veces el balón que nadie. Por eso, The Guardian le reconoció como "el futbolista más completo del mundo" y Jorge Sampaoli, su seleccionador, se animó a mencionarle como "el Messi de los centrocampistas". "Pirlo es un genio. Tévez importante, pero Vidal es único", convino Dino Zoff. "Muere por el equipo", asegura Sampaoli, que le padeció siendo seleccionador en la última Copa América, cuando el primer día que dio de permiso a sus jugadores, Arturo se estrelló, bebido, al volante de un Ferrari. "Cuando le vi con el coche le dije: ¿en qué momento vas a chocar? Cuando supe que chocó, hasta la presidenta del país le quería fuera. Tardé minutos en reflexionar y entender que sin él, no íbamos a ningún lado y debía seguir con nosotros porque sus compañeros le necesitaban", explica el que fuera su seleccionador.

"Juega como vive", escribió su biógrafo, el periodista chileno Nicolás Olea. "Es un salvaje, pura pasión. No se deja nada, ni en el campo ni en la vida. Lo da todo", dice uno de sus compañeros en el Bayern Múnich. "Es puro corazón. No sé dónde lo guarda, en el pecho no le cabe, seguro" dice Thiago Alcántara por los pasillos del Red Bull Stadium, tras jugar con España ante Corea del Sur.

En el Bayern le recuerdan peleando en Turín contra los que habían sido sus excompañeros. "Otro habría llegado respetuoso, modoso. Él mordía: insultó a la grada, se pegó con Pogba y con quien hizo falta", cuentan. Luego, se fue de fiesta, hasta las seis de la mañana. "Es lo que tiene, se bebe la vida. Es indomable" asumen quienes le han disfrutado.

"Un líder" le señalan miembros del cuerpo técnico chileno. Lo volverá a ser hoy. "Sin él, Chile no es lo mismo", dijo un día Alexis Sánchez. Desde que llegó a La Roja, en el 2007, con Marcelo Bielsa, que le citó a un amistoso contra Venezuela, asumió galones. El Loco le convirtió en lateral derecho en el Mundial de Sudáfrica y a partir de ahí, Chile mordía a los rivales. En las eliminatorias para Brasil 2014, ya como volante, fue el máximo goleador de la selección. La versatilidad funcional de Vidal tiene que ver con Borghi, su primer entrenador, que más que enseñarle, le domesticó. Hasta el punto de que siendo su seleccionador le castigó durante cinco meses por llegar a una práctica borracho. Y es que otra cosa no, pero beber, se bebe la vida.

Vidal se salvó del fuego, y vive con el fuego dentro. Hoy luchará por Chile. Así vive. Nació para luchar.  En el cuello, una cruz tatuada; la cabeza, rapada como un mohicano.