En algunos de los más lejanos y sinuosos caminos de Guatemala aún se divisan las huellas de la campaña presidencial de 2015, con gigantografías con el rostro sonriente de Jimmy Morales y su slogan "ni corrupto ni ladrón". Pero a un año de que este popular ex cómico asumiera las riendas del país centroamericano, donde nada menos el 59,3% es pobre, el lema que lo llevó a la Presidencia parece hoy un mal chiste.
A Jimmy Morales los chapines -como se les llama a los guatemaltecos- creen conocerlo bien, ya que durante 15 años protagonizó junto a su hermano Sammy el programa Moralejas, donde dieron rienda suelta al humor mediante sketches que representaban estereotipos sociales. El rol de comediante famoso no sólo le permitió impulsar una industria televisiva y cinematográfica, sino que lo catapultó al poder en medio de una severa crisis política que derivó en la renuncia del Presidente Otto Pérez en septiembre de 2015 por un gigantesco caso de corrupción conocido como La Línea.
Con un mensaje populista y apoyado por ex militares que participaron en el conflicto armado -que dejó 150 mil muertos entre 1960 y 1996- Jimmy Morales ganó en segunda vuelta con el 65% y en enero pasado cumplió su primer año como Jefe de Estado con un oscuro balance.
"En mi sentir, me ha defraudado. El era un cómico muy famoso que nos hacía reír. Pensábamos que era muy linda la moraleja de que él llegara a ser Presidente. Pero lo que no se sabía era lo que estaba bajo tierra: una enorme corrupción", cuenta Eduardo, un jardinero que vive en Monterrico, en la costa del Pacífico.
Como si se tratara de uno de sus populares sketch, hasta la semana pasada estuvieron presos su hijo José Manuel y su hermano Sammy por la presunta falsificación de facturas y cotizaciones para compras de US$ 26 mil, un delito cometido en 2013. Ambos quedaron esta semana con arresto domiciliario, previo pago de US$ 13 mil. Por ahora, no podrán salir de Guatemala.
Jimmy Morales ha intentado mantenerse al margen de este escándalo, pero ya la percepción entre la ciudadanía sobre la corrupción familiar está instalada. No por nada, su popularidad se desplomó de 82% a 19%.
"La verdad, no ha pasado nada con el señor Presidente. Ha sido más de lo mismo. Pero él no tiene la culpa por la corrupción", dice David, un taxista en Antigua. Moisés Pescado, un estudiante de comunicación que busca en los estantes de una librería en Ciudad de Guatemala una edición especial de El Señor Presidente, de Miguel Angel Asturias (el Nobel guatemalteco) complementa: "El Presidente no ha estado a la altura. Bueno, nadie en realidad. Acá no tenemos ningún estadista, a excepción de (Jacobo) Arbenz".
Arbenz, "el soldado del pueblo", fue derrocado mediante un golpe de Estado en 1954. Como sostiene el investigador holandés Dirk Kruijt en su libro Guerrilla: Guerra y Paz en Centroamérica, "de 1954 a 1985 los jefes de Estado de Guatemala fueron, con una sola excepción, militares".
Tras la firma de la paz en 1996, Guatemala ha tenido proyectos presidenciales fallidos y en los últimos años la percepción sobre hechos concretos de corrupción se ha disparado. En este marco se explica la baja aprobación de Jimmy Morales.
Para Quique Godoy, analista guatemalteco y conductor del programa radial Temas y Debates, "el nuevo Presidente ha intentado iniciar un proceso para recuperar la institucionalidad y la confianza de los ciudadanos después de la crisis de 2015. Ha puesto la prioridad en el mensaje de un gobierno transparente. Pero lo que 'tradicionalmente' había sido aceptable (en casos de corrupción por ejemplo) ahora empieza a ser mal visto".
¿Golpe de Estado?
Jimmy Morales se defiende. "Hemos hecho lo que hemos podido", dijo en enero, al reconocer sus errores. También se refirió a sus aciertos: "La tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes descendió en un 5% respecto de 2015, 258 muertes menos que el año anterior. Se logró la desarticulación de 89 estructuras criminales y la captura de cerca de mil de sus integrantes".
De paso también admitió que se había dormido en más de una reunión por el cansancio acumulado, hecho que le valió burlas pero también sendas críticas.
Las tareas en Guatemala son titánicas, considerando la informalidad del empleo (69%), la deserción escolar (aumentó 38% en 2015), la violencia y la impunidad. Ello, sin contar la inestabilidad política, que no impide que este país de grandes atractivos turísticos pueda recorrerse sin mayores contratiempos.
El propio gobernante se refirió la semana pasada a supuestas versiones para derrocarlo: "Me han generado hasta rumores de golpe de Estado, pero no me da temor. Yo fui electo democráticamente".
A este escenario se suma el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca. No pocos guatemaltecos temen que ahora podrían ser expulsados de Estados Unidos. En ese país viven 1,8 millones de "chapines" y en 2016 enviaron remesas por US$ 7.273 millones. Ese monto benefició a un tercio de los 15 millones de guatemaltecos.