En 1964, Barry Goldwater, entonces senador de Arizona, fue nominado como candidato presidencial por el Partido Republicano. La designación de Goldwater, un profundo conservador y muy radical en sus ideas, ofendió al ala más liberal del partido. En un discurso, el entonces senador llamó a los republicanos a rechazar las "etiquetas irracionales y estúpidas" de quienes se oponían a su candidatura. "¡Les recuerdo que el extremismo en la defensa de la libertad no es un vicio! ¡Y la moderación en la búsqueda de la justicia no es una virtud!", dijo. El senador se rebeló contra parte de su conglomerado político, lo que sumió a los republicanos en una profunda crisis. Goldwater fue luego derrotado por Lyndon Johnson, a quien Goldwater definió como "el individuo más falso que haya existido".

El paralelo con la crisis que sobrelleva hoy el Partido Republicano es evidente. El quiebre que la colectividad sufrió hace 50 años parece repetirse hoy. Y amenaza con ser aún peor.

Esto, porque el distanciamiento entre el aspirante republicano Donald Trump y su partido por los múltiples escándalos en los que ha estado involucrado se ha convertido en un verdadero divorcio en estos últimos días. El fin de semana más de 150 líderes republicanos le quitaron el apoyo al magnate, entre ellos el senador John McCain y la ex secretaria de Estado, Condoleezza Rice, además de distintos miembros del establishment del partido. La reacción se dio luego de que el diario The Washington Post revelara el viernes un audio en que Trump se jactaba de su condición de celebridad para aprovecharse de las mujeres: "Cuando eres una estrella, ellas te dejan hacerles cualquier cosa", dijo entre otras frases aún más polémicas.

Guerra civil

Luego de pedir disculpas, esta semana Trump le declaró la guerra a su partido. Y ahora el empresario es, prácticamente, un candidato "independiente", ya que perdió el respaldo de figuras clave de su propio partido. A menos de cuatro semanas de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, Trump criticó al líder de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, por anunciar que no hará nada más en nombre del candidato. En un bombardeo de tuits, Trump dijo que Ryan es "débil e inefectivo" y que le está dando "cero apoyo".

Además, agregó que se había despojado de los "grilletes" del Partido Republicano -refiriéndose al establishment-, que lo habían liberado y que ahora podía "luchar por EE.UU. de la manera que yo quiero". "Los desleales republicanos son, por mucho, más difíciles de tratar que la deshonesta Hillary (Clinton). No saben ganar. Yo les enseñaré", escribió en Twitter.

El distanciamiento es evidente. Trump se muestra desafiante y parece haber recuperado el tono agresivo que utilizó en las primarias contra su propio partido. En una entrevista con Fox News, afirmó que si es elegido Presidente, Ryan "quizás no esté ahí (en el cargo), sino que en una posición diferente".

Sin embargo, de acuerdo a una encuesta de Ipsos y Reuters, el 58% de quienes se identifican como republicanos se oponen a que Trump sea reemplazado, y un 68% afirma que el liderazgo del partido debería ser llevado por él.

De acuerdo a The Wall Street Journal, Trump planea renovar los temas nacionalistas que lo ayudaron a construir su base y ampliar sus ataques contra Hillary Clinton para intentar reducir el número de adherentes de su rival demócrata,

Según este medio, el empresario está tratando de utilizar el quiebre con su partido, nunca antes visto en la historia reciente, como una "palanca para aumentar su apoyo entre su base, que incluye a muchos votantes que se sienten igualmente separados del establishment del partido".

La decisión significa que Trump está pensando en aumentar los ataques personales de aquí a los comicios. Y ya comenzó. Esta semana un anuncio televisivo de su equipo de campaña muestra a su rival demócrata tosiendo y casi desplomándose el mes pasado cuando estaba con neumonía. "Hillary Clinton no tiene la fortaleza y energía para liderar nuestro mundo", dice.

Asimismo, según The New York Times, la batalla que está liderando Trump contra su propio partido está desgarrando abiertamente el mapa político, arrastrando a los republicanos del país en un "feudo auto destructivo" que podría poner en peligro docenas de legisladores en el Congreso y potencialmente estados históricamente conservadores, los que se podrían inclinar por Clinton. Esto estaría siendo explotado por la campaña de la ex secretaria de Estado que, según el Times, ha concluido que al menos dos estados tradicionalmente republicanos, como Georgia y Arizona, son objetivos realistas para que Hillary triunfe.