Histórico

Guillermo Boldrini: "La medicina antroposófica se dejó atrapar por las modas"

Fue de los primeros pediatras en incursionar en la antroposofía y recetar remedios homeopáticos en Chile. Hoy, las familias interesadas en este tipo de medicina han crecido y él tiene bastante que decir sobre cómo ha evolucionado en Chile esta corriente, que no sólo quiere cambiar la forma en que entendemos las enfermedades, sino que el mundo.

“Tenía tan buen futuro”, se lamentaban algunos doctores a mediados de los 80, casi como si hubiera muerto, cuando se enteraban de que el pediatra de la Universidad de Chile Guillermo Boldrini estaba dejando de lado la medicina tradicional por la homeopatía. No se lo comentaban directamente, pero él se enteraba. “En esa época el médico que se dedicaba a la homeopatía era un charlatán”, dice Boldrini.

¿Y ahora no? 

Ahora la homeopatía está en manos de médicos y en Europa hay miles de médicos homeópatas. Y por aquí, sólo en Buenos Aires hay cerca de 1.500. En Chile, en cambio, no ha prendido mucho, porque nadie ha tomado la responsabilidad de formar bien a la gente.

Boldrini es un pediatra requerido, pero ya casi no recibe a pacientes nuevos. Atiende sólo a las familias con las que viene trabajando hace años. “Saben mi línea y no tengo que andar convenciendo a nadie”, explica. “Su línea” es la medicina antroposófica, corriente que se ha hecho más conocida en Chile y el mundo en los últimos 10 años.

Cuando él empezó, todo esto era una rareza y su camino fue en solitario y en paralelo a su formación de médico alópata. En 1982 llegó al Hospital Calvo Mackenna a hacer la beca médica en inmunología infantil, un área en la que había pocos profesionales, por lo que su nombre sonaba como una promesa. Pero desde que había entrado a la universidad que se venía cuestionando la forma en que le enseñaban a estudiar al ser humano en su profesión. La consideraba muy reduccionista, por lo que, paralelamente, pasó cinco años aprendiendo con Antonio Morales del Piano, un cirujano que se especializó en homeopatía. “El problema es que la homeopatía es muy empírica, no tiene ningún constructo detrás que explique por qué un medicamento funciona. Yo andaba buscando explicaciones, y me estaba quedando con más preguntas que respuestas. Hasta que me encontré con la antroposofía”.

En 1985, en una reunión a la que lo invitó un compañero escuchó hablar por primera vez de Rudolf Steiner, un austríaco que a comienzos del siglo XX fundó la corriente antroposófica. Esta postula la existencia de un mundo espiritual que se puede conocer a través de la experiencia directa y busca darle al estudio de ese mundo la precisión y claridad que logran las ciencias naturales en su acercamiento al mundo físico. “Por eso se habla de ciencia espiritual, se puede estudiar con la misma seriedad y espíritu crítico con que te acercas a un experimento científico”, dice Boldrini.

A partir de ese principio han surgido la agricultura biodinámica, la arquitectura orgánica, la pedagogía Waldorf y, por supuesto, la medicina antroposófica, que le da a la salud un trasfondo espiritual.

¿Cómo entiende la enfermedad la medicina antroposófica?

La gran mayoría de las enfermedades orgánicas se deben a que de alguna manera tu forma de vida te ha llevado a un desorden y no respeta tu estructura íntima. Si tú no estás durmiendo, te alimentas mal o vives una vida llena de estrés y sin significado para ti, te vas a enfermar. ¿De qué te vas a enfermar? De esos órganos que por herencia tienes más débiles. Algunos van a somatizar por el sistema respiratorio, otros por la piel, otros en la parte gástrica y así.

El nuevo doctor

Boldrini se fascinó con esas ideas, y como en Chile no había dónde formarse, se puso a estudiar por su cuenta. “Importaba libros por correo, y como muchos no estaban traducidos tuve que estudiar alemán”.

Mientras más aprendía, más difícil se le hacía atender en las clínicas Las Condes o la Alemana, por lo que terminó dejando las consultas: “Me generaba un conflicto. Si venía un paciente, sabía que no le iba a solucionar con el remedio que le daba. Sentía que apagaba el incendio, pero que no solucionaba el problema”, explica.

Sí se quedó en el Hospital Calvo Mackenna. “Entre bromas me decían que si me veían con una pildorita en la mano, me echaban. Oficialmente, no daba remedios homeopáticos, pero al final todos sabían lo que hacía”.  

A finales de los 90 lo dejó todo y formó junto a otros médicos el Centro Antroposófico Equinoxxio, en Providencia, en el que -antes de disolverse el año pasado- se realizaban alrededor de 1.500 consultas mensuales. “Aquí  tú no vienes a pagar incendios. Acá todo lo que tú hagas tiene que tener un sentido más trascendente. No vienes aquí para que tu hijo sea inteligente, gordito o se saque puros sietes. Vienes a darle un sentido a la vida de ese niño y que pueda ser lo que tiene que ser, no lo que tú quieres que sea”, dice.

¿Entonces no le traigo a un niño cuando ya está con una otitis aguda? 

Sí, claro que sí. Lo importante es entender por qué ese niño está haciendo otitis. Muchas se producen porque tienen una congestión y acumulan líquido en el oído y la pregunta es por qué se congestiona.

¿Por qué se congestiona? 

Los niños hoy están con mucha conciencia. Se los llena de información, tienen cuatro años y los sientan en una mesa a aprender cosas que no entienden y se agobian. A esa edad ese niño tiene que moverse y jugar. Si vienes aquí yo te voy a sacar de la emergencia, pero lo importante es cambiar el sistema. Si es necesario buscar otro jardín infantil hay que hacerlo. El niño tiene que conocer este mundo, encontrarlo lindo y sentir que vale la pena estar aquí. Si tú logras eso, no hace más ese tipo de otitis.

¿O sea que además de tener a un hijo enfermo uno es culpable de su enfermedad? 

A veces, efectivamente las enfermedades tienen que ver más con los papás que con los niños. Por ejemplo, todos estos trastornos de déficit atencional son más de los papás que de los niños. O del sistema educacional, que tiene el acento en la excelencia cognitiva intelectual y nadie se pregunta si el niño está contento. Pero si vas a entrar en situaciones de culpa es porque lo estás enfocando mal y no estás bien asesorada. Hay cánceres, por ejemplo, que tienen una carga genética muy fuerte, pero para que se exprese tiene que haber una condición anímica propia. Cuando tú ves a una persona que tiene un núcleo anímico de este tipo, en la familia hay antecedentes y puede haber una tendencia genética tiene que hacer algo: a veces eso significa un cambio de estructura familiar, o de trabajo, o de vocación, para que no vivas en amargura, porque si no el cáncer va a aparecer. Ahí está el carácter de responsabilidad con lo que te pasa. Y no la culpa.

¿Le llegan pacientes que no tienen esa mirada?

Obvio. Pero con el que no tiene los mismos valores te divorcias, como pasó con mi segunda señora. Ella era doctora alópata y a nuestra hija le metía antibióticos con los resfríos.

¿Y cómo resolvían los tratamientos para su hija?

No se resolvió, por eso nos separamos (y se ríe).

¿Usted no les da antibióticos a sus pacientes? 

Si es necesario, claro que sí. Si llegas con una otitis infecciosa, te entró una bacteria y si no la matas te va a romper el oído, claro que hay que usarlos. El problema es que se abusa y el 90 por ciento de los que se prescriben no debieran darse. Eso pasa en todo el mundo y ha llevado a que los gérmenes se vuelvan resistentes a todo y has quemado una excelente herramienta por un afán comercial de los laboratorios. Por eso es importante que estas decisiones estén en manos de una persona que estudió medicina.

De vacunas 

Los doctores antroposóficos como Boldrini tienen formación universitaria y no se plantean como una alternativa a la medicina tradicional, sino como un complemento, pero se inclinan por los remedios naturales y la homeopatía. También miran con desconfianza las vacunas, postura que en la medida en que se va extendiendo puede poner en riesgo los planes de inmunización nacional en distintos países y traer de vuelta enfermedades que estaban controladas.

“Necesitamos una mañana entera para hablar de esto”, dice Boldrini, echado en el sillón de su consulta. “Es un tema que está mal planteado y que se ha pervertido su discusión”.

¿Por qué?

Porque se salió del ámbito científico y se está debatiendo en términos emocionales. Hay una facción que dice que las vacunas son lo mejor y el que no las usa es un irresponsable e ignorante, y otros que dicen que son el demonio y que quieren ganar plata a costa de la salud de los hijos.

¿Y qué opina usted? 

Hay vacunas muy buenas, que han salvado millones de vidas, algunas que son peligrosas y otras que son un negocio. Hay vacunas que han erradicado enfermedades como la viruela. En Chile no hay casos de polio gracias a una de ellas, lo mismo el tétanos. Hay que analizarlas. El tema es que la gran mayoría de la información viene de los mismos laboratorios que las producen.

¿Qué vacunas usted no transa? 

Polio, tétano, difteria y neumococo.

¿Qué hace con los padres que le dicen que no quieren ponerles ninguna a sus hijos? 

Les digo que se busquen otro médico. Imagínate, llega y me dice no quiero ponerle la polio. En Chile, esta vacuna siempre ha usado el virus vivo, entonces es una vacuna oral que sale por la caca. El sistema de deposición en Chile es como la mona, entonces hay ríos, lagos, lagunas que tienen el virus y ese virus después de un rato en el medioambiente vuelve a tomar la virulencia antigua. Si no estás vacunado, te puede dar polio y terminar paralítico o muerto. ¿Cómo voy a ser parte de eso por el fanatismo de la mamá?

 ¿Y la del sarampión? 

Es una vacuna re mala. Tiene una inmunidad como la mona.

¿No aconseja ponerla, entonces?

El sarampión es una enfermedad que provoca un proceso del sistema inmune enorme. Se ha visto que los niños que tienen sarampión y no los vacunan tienen menos alergias o incidencia de cáncer, entre otras.

¿Pero no es un riesgo? En Estados Unidos hace cinco años, casi el 40 por ciento de niños menores de cinco años fue hospitalizado por sarampión…

Si tú acompañas bien a ese niño, no le pasa nada, queda cero kilómetro después del sarampión. Mira, tiene más riesgo cruzar Providencia que tener sarampión.

No todas las familias, papás o mamás pueden quedarse con sus hijos cuando están enfermos, darles gotitas cada tres horas y ver qué pasa. ¿Qué piensa usted? 

Exacto. Por eso hay que hacer una medicina de acuerdo a la realidad que enfrentas. Supongamos que llegas con tu hijo con 40 de fiebre. Aguántate, no le des ibuprofeno y veamos cómo va evolucionando. Pero si me dices que mañana tienes que salir temprano, entonces dale un paracetamol o ibuprofeno para que duerma tranquilo y tú mañana puedas seguir con tu vida. No se trata de ser fanático.

¿Es la antroposofía para todos? 

Debería serlo. Pero vivimos en una sociedad que en sí está enferma. Esta vida que tenemos en Santiago es patológica. La antroposofía tiene mucho que decir respecto de la estructura social, económica, cultural, y hay que hacer muchos cambios. Lo que ha pasado en el mundo es que esto ha partido de un grupo de personas que empieza a cuestionarse y reflexionar, una pequeña masa que va creciendo y formando un movimiento más comunitario. No se trata de que rompan con todo, sino que comienzan a  transformar de a poco.

¿Existe esa masa crítica aquí en Chile? 

Aquí ha habido algo muy rápido; sólo acá en Santiago ya hay como cinco colegios Waldorf. Cuando yo partí era el único médico, ahora hay muchos más. Pero falta más formación y todavía está en etapa embrionaria, pero ha habido un crecimiento. Todavía es imperfecto y hay mucha crítica que hacer, pero también hay mucho que corregir, no se trata sólo de descalificar.

De acuerdo a la Asociación de Medicina Antroposófica (AMA) hoy existen alrededor de 60 médicos con distintos grados de especialización que siguen esta corriente. A muchos de ellos el propio Boldrini ayudó a formarlos en el Centro Equinoxxio, donde hicieron cursos de especialización. Desde ahí el doctor vio cómo, junto con el aumento del interés por la antroposofía, esos mismos médicos a los dos meses de recibirse ya tenían la consulta llena. Eso en vez de alegrarlo terminó por preocuparlo, porque sintió que parte del espíritu de la antroposofía se está perdiendo: “Hay muchos que tienen un paciente por primera vez y lo atienden 20 minutos, porque tienen otro esperando afuera”.

 ¿Se desvió el sentido de la antroposofía?

Exacto. Se ha materializado mucho la atención. Hubo muchos que recibieron una formación más superficial, sin imbuirse del espíritu que hay detrás. Llegan porque está de moda, es “in” estar en esto, y ponen la consulta. La medicina antroposófica se dejó atrapar por las modas y se ha ido mecanizando.

¿Les ha planteado estas críticas a sus pares?

Sí. Creo que la medicina antroposófica va por mal camino. Si no se toma conciencia y cambian el rumbo, se va a desprestigiar rápidamente.

¿Qué hay que cambiar?

Hay un grupo de gente que está lucrando con esto y no hay un real compromiso con lo espiritual. Hay muchas rencillas personales, pugnas de poder, tonteras que tienen que ver con ego y no con el espíritu de la antroposofía.

¿Se les escapó de las manos la formación?

Sí.

¿Hizo un mea culpa por eso? 

Sí. De esos médicos que he formado, algunos se han ido a lo económico y no han entendido ese espíritu, entonces la pregunta que me hice es qué pasó, si lo mostramos bien. Desde ahí he sido más riguroso. Por eso también se desarmó Equinoxxio. Fue un proyecto muy exitoso en términos materiales, pero había algunos que no se daban el tiempo para formar a otros, porque tenían la consulta llena. A algunos médicos antroposóficos se los comió el afán de lucro.

Pero usted también ha ganado plata con la antroposofía.

¿Gané plata? Obvio. Pero es distinto ganar plata porque quiero casa en la playa, Farellones y viajar a Europa. Hay que fijarse en los valores. Es legítimo querer un buen pasar y buena educación de los hijos, pero también desde una expectativa razonable.

Con este panorama de la antroposofía y 67 años, ¿ha pensado en retirarse?

No me pienso jubilar todavía. Sí he ido cambiando mi ritmo de trabajo, pero todo lo que te digo son años de estudio y experiencia, entonces que vaya a la casa y me los guarde, sería inmoral. Cuando te metes en lo espiritual, hay un rol en lo educativo que tienes que asumir, sobre todo viendo el tema de salud y educación en Chile. Esos dos factores me motivan para seguir.

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