Guillermo Hoyos, mi padre
Ángel Hoyos, Bochy, el hijo del mejor entrenador del Clausura 2017. escribe para El Deportivo.
¿Mi padre salió elegido el mejor técnico? Mirá vos, ¡qué alegría!
Son muchos los recuerdos que se me vienen a la mente. Ver a mi papá conseguir el torneo al mando de la U es algo inolvidable. Esa felicidad, esa gente celebrando en el Nacional.
Fue un torneo electrizante, lleno de nervios. Cuando Colo Colo le gana a Everton pensamos que estaba todo acabado, que se ponía todo cuesta arriba. Ése era el partido que todos esperábamos para ponernos arriba, pero no se dio. Colo Colo ganó al último minuto y hubo tristeza, no te lo voy a negar. Mi padre siempre mantuvo la calma. Nunca se desesperó. Ni siquiera por vernos a nosotros tan nerviosos. Nada lo alteró.
Su temple se lo envidio. Es increíble. Ni siquiera en el último partido ante San Luis mostró algo de tensión. Él tenía la película clara hace tiempo. No se cabeceó mucho con todo el final de miedo que vivimos. Me dijo que el título ya estaba destinado a un equipo, que no podíamos cambiar nada. Si éramos nosotros, había que celebrar. Si era Colo Colo, había que trabajar mejor el próximo torneo. El trofeo lo dejó en manos de Dios.
Hoy nos toca celebrar. Estamos contentos, pero la historia con mi padre tiene muchos capítulos que vienen de antes. Desde cuando soy pequeño siempre estuvo ahí conmigo. Debo reconocer que desde que tengo uso de razón me gusta el fútbol, me gusta jugar al fútbol. Es de familia ese amor...
Mi padre siempre fue muy cercano a mí. Es un tipo sencillo, honesto, tal como ustedes lo ven. Me dio muchos consejos que hasta el día de hoy los recuerdo. "Tienes que ser constante, ir siempre para adelante". Me lo repitió tantas veces, que es imposible olvidarlo. Ésa es su filosofía de vida y de trabajo.
No es un hombre que acostumbre a regalar las cosas. Él siempre quiere que uno se lo gane. Nunca quiso darme privilegios, ni tocar puertas para ayudarme. Me decía que las oportunidades me las tenía que crear yo. Otra de sus frases era "trabaja y después recoge los frutos".
Me acuerdo perfecto cuando llegó el ofrecimiento de la U. Se juntó con los dirigentes y les presentó su plan de trabajo. Estaba muy contento, pero también complicado. Estaba con la Selección de Bolivia Sub 20, en Sucre. No los quería dejar. Son niños de mucho esfuerzo, de mucho riesgo social. Le dolía irse de Bolivia porque estaba trabajando muy bien. Él, como ustedes ya se habrán dado cuenta, apela mucho a lo sentimental. El amor es lo primero. Tenía mucho cariño por esos chicos, que son de lugares bajos de Bolivia.
No te voy a negar que la decisión de venir a la U lo pensó mucho. Tuvo que soltar la mano de Bolivia. Estaba indeciso, muy nervioso, pero terminó optando por venir a Chile.
Su llegada a la U lo sorprendió. Uno sabe que la U es un equipo grande de Sudamérica, pero sólo estando en el club te das cuenta de la magnitud de la institución. Es impresionante toda la gente que mueve, todo el sentimiento que provoca. Uno se enamora rápidamente. Estar ahí, en el equipo, se ve con otros ojos.
Yo me sumé al cuerpo técnico porque mi padre me invitó. Quedé sin club en diciembre, y vine a aprender un poco del trabajo de él. Uno nunca sabe qué puede pasar más adelante. Ahí me di cuenta de todo lo que me contaba mi padre.
Los dirigentes son muy buenos. Eso también le ha llamado la atención a mi padre. Siempre están dispuestos a escucharlo, a ayudarlo en todo lo que quiere. En otros clubes no tuvo la misma experiencia.
Hoy, no lo veo afuera de la U. Siento que encontró su lugar en el mundo, está muy feliz de seguir. Él lo ha pasado mal en otros clubes. Ya lo conversé con él. Me comentó que necesitaba la tranquilidad que tiene en la U. Quiere plasmar una idea, y sabe que acá en Chile va por buen camino. A mi padre ustedes lo están conociendo, pero él, más allá de privilegiar lo económico, o una liga superior, prefiere ver la evolución del jugador y los sentimientos que generen. Hoy, mi papá está feliz.
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