Se está transformando en hábito. Días antes del anuncio oficial de un megaevento, cuando los nervios y las especulaciones batallan en la misma cantidad, varios rincones de Santiago amanecen con misteriosos carteles decorados con pistas, símbolos o frases que delatan el inminente desembarco de una superestrella.

Si antes fue el turno de Kiss, David Gilmour y Coldplay, ahora le tocó a Guns N' Roses: ayer algunos puntos de la capital lucían pósters con el enunciado Día del rock -en referencia a la celebración que se conmemora hoy- acompañado de una ilustración de balas humeando sobre rastros de sangre, en implícita referencia al nombre de los estadounidenses.

De hecho, se trata de una campaña que culminará esta mañana, cuando los organizadores de la cita anuncien la nueva visita del conjunto al país, pactada para la última semana de octubre en el Estadio Nacional (el sábado 29 es la fecha acordada en un principio), el mismo sitio donde debutaron en  1992. Las coordenadas relativas al proceso de venta de boletos llegarían en los próximos días.

Se trata del cuarto recital en el país de los autores de November rain -tras su primera vez en Ñuñoa y sus venidas de 2010 y 2011  a Movistar Arena-, aunque ahora aterrizarán en un contexto particular. Tras años de rumores y ataques cruzados, el corazón del conjunto y sus integrantes más representativos, el cantante Axl Rose y el guitarrista Slash, se reunieron este año para volver a la ruta, darle el último brochazo estelar a sus carreras e impulsar el tour Not in this lifetime... .

En rigor, es lo más cerca que los fanáticos de Guns N' Roses estarán de la versión más clásica de la banda, aunque el elenco actual sólo se mantenga con otro de sus fundadores (el bajista Duff McKagan), un miembro sumado en los días noventeros de Use your illusion (el tecladista Dizzy Reed) y otros fichajes más recientes (el guitarrista Richard Fortus, el baterista Frank Ferrer y la también tecladista Melissa Reese).

Una tropa que inauguró su nueva vida con un show el pasado 1 de abril en Los Angeles -la primera vez que Rose y Slash se volvían a ver las caras tras 23 años-, aunque su retorno en grande fue a mediados de ese mismo mes, en uno de los escenarios centrales del festival Coachella, en California.

Por eso, los hombres de Welcome to the jungle volvieron a adquirir la estatura de sus mejores días y seconvirtieron en uno de los números más cotizados del planeta. Una realidad que también rebotó en Chile: según distintas fuentes de la industria, el grupo exige cerca de US$3 millones por cada recital, una de las tarifas más onerosas del  circuito. Pese a que un puñado de productoras negociaban desde el año pasado con el staff de los norteamericanos, la venida sólo fue posible por la alianza de dos de las empresas más destacadas del rubro. Sólo esa unión precipitó lo que ya se perfila como una de las visitas más vibrantes de la temporada.