"Miss, ¿la Virgen es virgen porque es virgen?", le pregunta una niña de tercero básico a su profesora de religión. "Mira, mamá, los hombres tenemos unas semillas aquí abajo y se las teletransportamos a la vagina a las mujeres", dice un estudiante de primero básico. "¿Cómo es el sexo, mamá?, ¿rico?", pregunta otro de segundo. Un preescolar de tres años mira a su papá y a partir de nada le dice: "Las mujeres tienen vagina". En un colegio de hombres se dan cuenta de que alumnos de tercero y cuarto básico están viendo páginas pornográficas a través de los links asociados a los videos de sus cantantes favoritos.

Da la impresión de que los niños de hoy saben más de sexo de lo que sabían sus padres a su misma edad. Ya sea a través de internet, la televisión, conversaciones familiares más desinhibidas, la publicidad, sus propios compañeros y colegios, que están abordando el tema más temprano, los niños tienen acceso a información de este tipo y manejan nociones sobre sexualidad mucho más amplias de lo que a veces sus papás sospechan, por lo que se sorprenden con las preguntas. A veces se ríen, otras no saben qué contestar y otras sencillamente se preocupan porque no saben dónde y cómo están aprendiendo.

Según la encuesta Conversaciones sobre sexualidad entre padres e hijos, realizada a 505 niños y niñas de entre 12 y 17 años por el Centro de Estudios de la Niñez de Corporación Opción, la mayoría de los entrevistados/as conversó por primera vez con sus padres de sexualidad entre los 11 y 13 años de edad (48,7%) y otro grupo importante lo hizo entre los 8 y los 10 años (41,6%). Pero la edad promedio de la primera conversación fue los 11 años. Tarde, tomando en cuenta la edad en que están formulando las preguntas.

En general, las familias están conscientes de la importancia que tiene que sus hijos conozcan aspectos de la sexualidad y que estos temas se conversen. Pero muchos no saben cómo hablarlos. ¿A qué edad se empieza a decir qué?

¿Sin modelo?

Como regla general, dicen los especialistas, a los cuatro años los preescolares ya debieran reconocer su cuerpo y tener claro que los niños tienen pene y las niñas, vagina (por su nombre y sin sobrenombres ni diminutivos) y a los 10, que llegaron al mundo producto de una relación sexual y no colgando de una cigüeña. Pero aunque eso esté medianamente asumido, no quita que los papás y las mamás se desconcierten al escucharlos repetir con tanta naturalidad que tienen pene o vagina o que no sepan qué responder cuando les preguntan algo simple del tipo "¿cómo nací yo?". Cuando su hijo de siete años se lo preguntó a Pablo (42) mientras veían monos en la televisión, se complicó entero. Le explicó que le plantó una semilla a la mamá y así él creció en la guata de ella. "¿Por la boca? ¿Se la tragó?", insistió el niño. "Mmmhh... Sí", balbuceó él. Más que vergüenza, Pablo sintió que estaba poco preparado para responder. "Podría haber sido más explícito, pero hasta ahora no sé qué información debí darle".

No muchos cuarentones tuvieron ese tipo de conversaciones con sus padres y si algo les dijeron, seguramente ese modelo no es aplicable a los niños de hoy. El reproche hacia la forma en que fueron criados en estas materias es bastante generalizado entre los papás y mamás de los niños de hoy. "Siento que con mi generación nuestros padres fueron bastante abandonadores en este tema. Le dejaron toda la tarea a las clases de biología en los colegios", opina Josefa (41 años, mamá de dos hijas de 9 y 6). María (37 años, una hija de 8) recuerda que con ella fueron más bien prácticos. Le dejaron en su pieza los libros ¿De dónde venimos? y ¿Qué me estará pasando? Así supo que nació de una relación sexual, que no había abejitas en su historia y que iba en camino a tener su primera regla.

Laura (39 años, una hija de 16) es más crítica. "Mis papás no me hablaron nada. Eran súper prejuiciosos con el tema, especialmente con la sexualidad femenina. Eran de la generación que creía que las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio. Como no sabía cómo cuidarme, fui al ginecólogo por las mías pero igual quedé embarazada sin planearlo".

Tradicionalmente ha sido común que las familias manejen la sexualidad de sus hijos a través de la represión y el castigo. Con el "no lo hagas" (respecto de las relaciones prematrimoniales) o "no lo hagas mucho" (sobre la masturbación), algo que todavía pasa. La premisa era "mejor no hablarles de sexo a los niños y a los púberes porque si lo hacemos les damos ideas para que hagan más cochinadas".

Factor colegio

Ana María Opazo empezó a trabajar como educadora de párvulos a finales de los 70. Recuerda que en los 80, niños de cinco años del colegio donde trabajaba espiaban a las niñas en el baño y se metían debajo de los pupitres para verles los calzones. Entonces, en una reunión de apoderados plantearon que era necesario explicarles las diferencias entre hombres y mujeres y algunas nociones básicas de sexualidad. "Los papás pusieron el grito en el cielo. ¡Cómo les íbamos a hablar de sexo a los niños! En esos tiempos, si les enseñabas algo era muy por encima, no más. Se les hablabas de aparato genital no de pene o vagina. Eso no lo entiende nadie, pero esa era la idea. Mientras menos entendieran, mejor", cuenta.

Según Ricardo Capponi, siquiatra del Centro de Educación Sexual Integral, esa realidad comenzó a cambiar en el nuevo siglo. Los especialistas concordaron en que la enseñanza a partir de la abejita y la cigüeña no sólo distorsiona la realidad, sino que hace perder la curiosidad porque los niños captan que no se puede explorar el tema sobre una base real y concreta. La sociedad también tuvo que entender a la fuerza y con dolor que enseñarles desde temprano a decirles al pene, pene, y a la vagina, vagina, es clave para protegerlos de los abusos sexuales, porque sólo así los niños pueden dar cuenta de las cosas qué les pasan. "También entendimos que los temas educativos tienen que ser comprendidos y no impuestos", dice Capponi.

Los establecimientos educacionales han tenido que hacerse mucho cargo de estos temas. Los jardines infantiles parten la posta con el conocimiento del cuerpo y las diferencias anatómicas entre el hombre y la mujer. De ahí los niños salen con los principales conceptos ya incorporados en su vocabulario.

Los colegios saben que muchos papás delegan en ellos la responsabilidad de educar en la sexualidad, pero se empeñan en incorporarlos en esa tarea porque "más importante que el qué decirles, trabajamos que los papás sean un referente para ellos", explica Carolina Hume, subdirectora de Formación de las SSCC Monjas Inglesas, establecimiento que en tercero básico tiene una jornada de sexualidad donde la mamá le enseña a la hija.

En el Verbo Divino, además de charlas desde el primer ciclo, mandan tarea para la casa: los niños de segundo básico les preguntan a sus papás cómo nacieron. Con aviso previo, eso sí, para no pillarlos desprevenidos. Entonces, los papás cuentan la historia completa: cómo se conocieron, cuánto pololearon, si se casaron hasta cómo nació el hijo.

Otro énfasis está en la afectividad y los factores protectores: que el niño tenga buena autoestima, regule sus impulsos y tenga empatía por el otro. "Esos factores van a permitir que en la adolescencia los niños tengan menos conductas de riesgo en el ámbito sexual y en la vida en general", afirma Ignacia Mutschler, sicóloga en The Southern Cross School.

Aunque la Ley 20.418 de 2010 dice que los establecimientos educacionales deben contar con un programa de Educación Sexual (el Mineduc propone siete programas para que cada colegio elija según su proyecto educativo y visión), es importante que esta conversación también se tenga en la casa.

Más fácil de lo que parece

-¿En qué está tu hijo? ¿Qué sabe de sexualidad?

-No sé y no quiero saber. Me complica mucho el tema. Honestamente he dejado la responsabilidad en mi señora, veo que para ella es más fácil abordarlo.

Claudio (42) tiene tres hijos. El mayor cumplió 12 y eso lo estresa. "Es que no es fácil hablar del esto. Qué le digo: 'hijo, hoy vamos a hablar de sexualidad'. Los tipos que dan charlas lo hacen parecer fácil, pero no lo es tanto".

A Sergio Canals, siquiatra infanto juvenil, le llama la atención que los papás desconfíen de su capacidad natural de educar en sexualidad porque, asegura, desde que nacen sus hijos les están enseñando sobre el tema. "Cuando el niño observa el comportamiento de su madre y de su padre ya está desarrollando su sexualidad y aprendiendo de ellos", ejemplifica. Esto es más cotidiano de lo que parece. Otro ejemplo: cuando la guagua llora para comer, pero no obtiene la leche o el placer de alimentarse cuando quiere, va formando nuevas redes neuronales que la van a ayudar al control de la búsqueda de lo placentero. "Es decir, va a aprender la tolerancia a la frustración y a postergar la gratificación placentera inmediata. Esa estructura le va a servir cuando más grande descubra y explore comportamientos riesgosos y placenteros, como el alcohol o el sexo", explica el siquiatra. Eso también es educación sexual.

¿Qué tienen que hacer los padres? Responder lo que les preguntan con sentido de realidad y recordar que el niño está aprendiendo también desde lo que observa porque la educación sexual es un trabajo diario, tal como se educan los modales, que se enseñan desde que nacen. "Los padres están educando aunque nunca mencionen la palabra sexo", dice Canals.

Lo que pasa es que muchos papás (no tanto las mamás) tienen la idea de que educar sexualmente a sus hijos es tener LA gran conversación: "Hijo, llegó la hora. Hablemos de sexo", tal como menciona Claudio. De hecho, hay quienes creen que con tocar una vez de sexo es suficiente. Familias que creen que hacen la pega porque llegado el momento, se acercan a su hijo y le dicen: "Si te gusta alguna niña, cuéntame y te doy plata para condones", y mamás que les dicen a las niñas "¿Estás pololeando? ¿Te compro pastillas?", sin tomar en cuenta si afectiva o emocionalmente están preparados para eso.

"Sabemos que es importante seguir hablando con regularidad sobre una amplia gama de cuestiones", dice Leslie Kantor, vicepresidenta de la Federación Norteamericana de Planificación Parental, entidad que junto al Centro Latino de Salud Adolescente y Familiar de la U. de Nueva York hizo un estudio en base a entrevistas a 1.663 padres e hijos de entre 9 y 21 años, y concluyó que padres e hijos sienten cada vez menos vergüenza para hablar sobre sexualidad. "Pero eso no significa que sepan con qué frecuencia hacerlo o qué temas deberían estar hablando con sus hijos a diferente edad", agrega.

"Yo creo que los adultos se asustan al hablar de sexualidad en serio. Cuando es talla y chiste todos opinan y se ríen, pero cuando es de verdad se ponen rojos, especialmente si la primera conversación es cuando el hijo está grandecito. Si es una cosa que vienes construyendo desde siempre no es complicado. Hay que explicar hasta dónde ellos preguntan no más", dice Pilar (38 años, mamá de un hijo de 12). Ella, por ejemplo, sabe perfectamente que su hijo empezó a masturbarse: él se acercó y le contó.

Más temprano que tarde

Muchas veces son las iniciativas de los colegios las que gatillan u obligan a enfrentar el tema. A Valeria (40, mamá de hijos de 10, 6 y 3) el de su hijo mayor le avisó que en clases verían el documental ¿De dónde venimos? para que estuviera preparada. "Un día estábamos en la cocina y le hice preguntas. Él se hizo el leso y se rio nervioso. Le pregunté si hablaba de sexo con sus compañeros y me dijo que no, pero es obvio que lo hacen. Yo creo que uno trata de posponer lo más posible esta conversación porque los ve como guaguas. Se resiste a creer que están haciendo cosas. ¡Si son unos niños!".

Pero mientras más chicos se les habla sobre sexualidad es más fácil para todos. Primero, porque los contenidos son simples -cómo funciona el cuerpo o las diferencias entre hombres y mujeres- y al no estar el tema erótico es menos incómodo. "En la adolescencia aparece el impulso sexual con toda la energía y hablar de sexualidad es un tema complejo y súper incómodo. A los papás los ruboriza mucho más", dice Catalina Parragué, sicóloga en The Southern Cross School.

Segundo, porque si les conversan desde chicos los papás se van convirtiendo en un referente válido para los hijos. Capponi explica que cuando los padres cumplen ese rol de informadores desde un lenguaje claro y realista, al hijo le queda la sensación de que con ellos se puede hablar de sexo a y eso lo tiene presente cuando entra en la pubertad. Por el contrario, cuando no lo hacen, buscan aprender de esto con sus pares, que pueden entregar contenidos muy distorsionados.

¿Y el amor?

Sergio Canals cuenta que cuando le pregunta a los adolescentes cuándo empieza la sexualidad le responden a los 13 años, a los 14... Piensan inmediatamente en la primera relación sexual y no en la sexualidad como el despliegue de su manera de ser. "Y algunos papás responden lo mismo que sus hijos", explica.

Entre los expertos existe consenso en que la sexualidad está quedando muy reducida al cuidado del cuerpo por la prevención del abuso, del embarazo y de las enfermedades de transmisión sexual, y se están dejando de lado las emociones y los afectos. Entonces, cuando los niños llegan a la adolescencia, etapa en la que se dispara la búsqueda del placer, lo efectivo y lo sexual puede estar muy disociado si la educación previa no fue integral. "En un pololeo, por ejemplo, el adolescente debe tener claro temas como el conocimiento de sí mismo y el autocuidado, pero también cuidado del otro. Por eso se hace necesario enmarcar la sexualidad con una relación de afecto y no sólo como un hecho instintivo", dice Carolina Lorca, subdirectora de Orientación del Colegio del Verbo Divino.

En los colegios echan de menos que los papás enseñen el respeto por el otro sexo, cómo acercarse, cómo conquistar, cómo pedir pololeo o dónde llevar a la polola. Porque la educación de la sexualidad es hoy un elemento clave en la conformación de una buena relación de pareja. "El papá que le dice hijo de tigre al adolescente que tiene muchas mujeres le está comprando un problema a ese pobre cabro. Y pasa todavía", dice Capponi. De hecho, en un colegio cuentan que un niño de sexto básico comentó que su papá le enseñaba la importancia de la fidelidad, pero cada vez que veía al personaje de Charlie Sheen en la serie Two and a Half Men decía: "Ese tipo es lo máximo, ese es mi sueño de vida".

Laura (39 años, una hija de 16) toma el punto. Dice que en general los padres se preocupan mucho de lo erótico, pero "lo que importa es cómo tu hijo o hija va a vivir su sexualidad, cómo le enseñas a respetar su cuerpo, sus propios sentimientos y especialmente los de los demás. Lo otro es reduccionista y más fácil porque hablar de lo emocional te obliga, además, a dar el ejemplo", concluye.